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A 50 años, el hombre en la luna y la publicidad: una excelente excusa para vender de todo

La avalancha publicitaria. El suplemento "Clarín Espacial". 

16 Julio de 2019 11:00
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Por Alejandro Agostinelli.

En 1969, muchas empresas aprovecharon el envión del Apolo XI para subirse al fervoroso oleaje de amor por el futuro y la tecnología que causó el instante cumbre del programa espacial estadounidense: la llegada del hombre a la Luna.

No, esta no es la enésima nota sobre o contra la conspiración lunar. Sí estamos a favor de la historia documentada, por eso afirmamos que dos hombres, Neil Armstrong y Buzz Aldrin, descendieron y pasearon sobre la Luna el 20 de Julio de 1969; y no sólo eso: fueron doce, en total, los astronautas que lo hicieron entre 1969 y 1972. Dicho esto, cabe recordar que quienes nos quedamos en la Tierra percibimos el alunizaje de muy diversos modos y desde muy diversos medios. En este post revisaremos la publicidad sobre el Apolo XI en “el gran diario argentino”. E invitamos a leer otros trabajos sobre el alunizaje y la conquista espacial.

 

Así como en los EE.UU. fueron publicados anuncios para reclutar científicos o para conseguir proveedores, diarios y revistas argentinos acompañaron la noticia del alunizaje siguiendo una estrategia que reforzó el impacto social y la espectacularidad de un acontecimiento sin dudas único en la historia de la humanidad: el desembarco sobre otro cuerpo celeste, la llegada a un astro distinto, el posarse sobre una superficie que no era la Tierra.

Podemos echar un vistazo a la oportunidad que vieron los empresarios argentinos gracias al afán coleccionista de Pablo de León, creador del primer traje espacial para vuelos espaciales suborbitales y el primer hábitat marciano, el módulo inflable “Estación multipropósito para misiones tripuladas a Marte” que albergará hasta cuatro astronautas en un amartizaje previsto para 2031.

De León, director del Departamento de Estudios Espaciales de la Universidad de North Dakota, no sólo deslumbra por la exitosa concreción de sus proyectos de tecnología aeroespacial. Además es un minucioso recopilador e historiador de la astronáutica, prueba de lo cual son sus libros Historia de la actividad espacial en la Argentina. Tomo 1 (2008) y Tomo 2 (2015), el segundo de los cuales ha dedicado al Proyecto Cóndor, tema de su tesis doctoral “El proyecto misilístico Cóndor. Origen, desarrollo y cancelación”.

Sus amigos disfrutamos mucho de los días en que tropieza con material de archivo que escanea y postea inmediatamente en su Facebook. De León, quien, para entendernos, también fue discípulo del pionero ufólogo e inventor Ariel Ciro Rietti, ha clasificado una copiosa masa de recortes de periódico sobre aquellos días. Allí publicó los avisos incluidos en un suplemento del diario Clarín llamado Clarín Espacial, donde un heterogéneo conjunto de compañías celebraba, informaba o se aprovechaba descaradamente del alunizaje para promocionar productos o servicios que a veces poco o nada tenían que ver con el proyecto Apollo, incluyendo algunos que ni siquiera rozaban la tecnología, tal es el caso de las salutaciones del café instantáneo Arlistán, las viandas térmicas Lumilagro o la indumentaria joven cuya oportuna marca era Astronauta. Ya mismo los dejo con la colección. En un ratito regresamos.

El pantallazo de avisos recopilados por De León traza cierto paralelismo con las exploraciones de la historiadora Megan Prelinger, autora de Another Science Fiction: Advertising the Space Race 1957- 1962 (Otra ciencia ficción: la publicidad de la carrera espacial 1957- 1962), tema que abordé en una reseña en tiempos de Ciencia Bruja, la cual, por su extensión, dividimos en Parte I y Parte II.

El mismo libro también fue una de las fuentes que utilizó de León en su Posgrado de Historia en la Universidad de San Andrés. A propósito, tuvo la cortesía de enviarnos un trabajo, “Los anuncios de reclutamiento de fuerza laboral para el programa espacial norteamericano en las publicaciones especializadas en el período 1955-1960” (2011), que aprovechamos para publicar por primera vez. En ese trabajo, hacia el final, de León desliza una de las ideas que iluminan este post: “Uno de los sueños corporativos más grandes de todos los tiempos fue la carrera espacial; en particular el programa Apollo, donde el deseo desenfrenado por la tecnología 'per se' tuvo su apogeo, en una bacanal de gasto público, que permitió una de las aventuras más audaces de la humanidad”.

A 50 años del descenso del Módulo de Exploración Lunar aprovechamos para destacar otras dos evocaciones. Una es la investigación de Gabriel Muscillo, quien demuestra con profusión de detalles la importancia que tuvo para la Masonería una serie de gestos simbólicos ensayados por Buzz Aldrin durante y después del viaje de la Apolo XI. Este trabajo es muy esclarecedor para quienes pensamos que el hombre no busca extraer del mundo conocimientos que poseen un orden exclusivamente utilitarista o práctico. Al contrario, a veces es estimulado por convicciones ligadas a sensibilidades, emociones y representaciones ajenas a la ciencia entendida como herramienta que enfrenta el mundo a través de observaciones, hipótesis, experimentos y evidencias.

Otra es una crónica de nuestro amigo, el periodista Claudio Gómez, quien hace algunos años persiguió a médiums, ufólogos e hinchas de fútbol en su afán por determinar si era mito o realidad que Neil Armstrong llevó un banderín de Independiente a la Luna. Esta, probablemente la única nota que leí en mi vida de la revista El Gráfico, enseña que hallar una verdad en apariencia pueril puede ser tan arduo como convencer a un conspiracionista fanático de que, ciertamente, el hombre pisó la Luna.

(Publicado originalmente en factorelblog.com . Reproducido aquí con el permiso de su director -y también autor del artículo- Alejandro Agostinelli.)

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