por Matias Ayrala
13 Marzo de 2021 08:00El 13 de marzo de 2013, mientras la multitud más grande que fue vista en la Plaza San Pedro explotaba de impaciencia, el cardenal protodiacono Jean-Louis Tauran anunció desde el balcón central de la Basílica de San Pedro la elección del nuevo Papa con la fórmula en latín: “Annuntio vobis Gaudium Magnum: Habemus Papam. Eminentisimun ac reverendisimum dominum, dominum Giorgium Marium, Sancte Romane Eclesiae Cardinalem Bergoglio; qui sibi nomen imposuit Franciscum”.
Por unos segundos, el mundo del catolicismo quedó en silencio. Y el resto también. En especial en Argentina. Algunos se preguntaban si habían oído bien. ¿El nuevo Papa era argentino? ¿Jorge Mario Bergoglio había sido elegido como la máxima autoridad del Vaticano? La multitud explotó de algarabía. Algunos lloraban. Otros se abrazaban. Mientras tanto, Francisco, el nombre jesuita que había elegido Bergoglio para su papado, se asomaba por primera vez al mundo en su nuevo rol.
Los asistentes habían puesto una pequeña tarima para que el Sumo Pontífice pudiera hablar desde ese balcón de la Santa Sede. Sus primeras palabras como el Papa número 266 de la Iglesia Católica fueron: “Fratelli e sorelle, buona sera!”. A continuación, también en italiano, dijo: “Ustedes saben que el deber del Cónclave es dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo, pero estamos aquí. Les agradezco la acogida”.
A continuación, pidió una oración por Benedicto XVI, que había renunciado hacía varias semanas, y enseguida sorprendió a todos, una cualidad que aún caracteriza su papado: “Ahora quisiera darles la bendición, pero primero, os pido un favor, antes de que el Obispo bendiga al pueblo, les pido que recen al Señor para que me bendiga. La oración del pueblo que pide la bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de ustedes por mí”.
La trama del Conclave en el que Bergoglio fue elegido como Papa por el resto de los cardenales tuvo idas y vueltas. Fueron días y noches de internas, de política y de operaciones de todo tipo. El argentino no figuraba como el máximo candidato. Pero había ganado el respeto de muchos de sus colegas.
Parecía que con el correr de los días, se había convertido en el único camino que la Iglesia Católica tenía para dejar atrás la crisis institucional que la aquejaba desde hacia décadas por años, tras la muerte de Juan Pablo II, con los innumerables casos de pedofilia en todo el planeta; el papel de la mujer dentro de la religión; los negocios y la corrupción; los abusos de poder y el silencio con respecto a las libertades individuales.
Poco a poco, los integrantes del Cónclave entendieron que un Papa proveniente de América y jesuita tendría un golpe de efecto en la imagen del Vaticano. Después de 1000 años, habría un Pontífice que no era proveniente de Europa. Así, hubo elección y humo blanco. Francisco ya era Papa.
Mientras que los católicos se maravillaban por los gestos del Papa, que dejaba de lado los lujos para vestir lo más sobrio posible, y elegía dormir en un cuarto austero de la Residenza di Santa Mart; Francisco quería dar inicio a la Era del cambio.
Su viaje a Brasil marcó el rumbo. El catolicismo ya no se quedaría en las iglesias sino que saldría la mundo. Millones de jóvenes escucharon su memorable discurso. El primer año emprendió un cambio en la Iglesia y creó un Consejo para la reforma institucional de la Curia.
En 2015 salió a buscar fieles, algo que estaba en manos de la Iglesia Evangélica. Sus destinos fueron Asia, África, Sudamérica, Cuba y Estados Unidos. Estuvo en Ecuador, Bolivia y Paraguay. Por aquel entonces muchos se preguntaban si volvería a Argentina. Jamás lo hizo.
Al otro año, 10 millones de mexicanos salieron a las calles para recibirlo. A los pocos meses, Francisco viajó a Polonia y presidió la Jornada Mundial de la Juventud. En ese viaje visitó el campo de concentración de Auschwitz y el santuario de la virgen de Czestochowa. Por esos meses, llegó la canonización de la Madre Teresa de Calcuta. Entre 2017 y 2018 visitó Colombia, Chile y Perú. Al otro año visitó el Muro de los Lamentos, una de sus visitas más recordadas.
En 2020, su tour por el mundo se detuvo por la pandemia de Coronavirus. Dedicó sus días a dar las misas transmitidas vía streaming y por televisión. Hace pocas semanas volvió a realizar las misas presenciales desde la Plaza San Pedro. Pero ya había recorrido diferentes regiones de África, Asia y América.
Además de estos destinos, falta otro viaje que marca hoy su política y es el que realizó hace pocos días. Su destino fue Irak. Ahí se reunió con el principal líder religioso chiita, el ayatolá Ali Al Sistani, en la ciudad de Najaf, a unos 160 kilómetros al sur de Bagdad, principal centro religioso de esta rama del Islam y centro de peregrinación de chiitas de todo el mundo.
Durante el encuentro, el Papa Francisco agradeció al ayatolá que “levantase la voz en defensa de los más débiles y perseguidos”. También destacó la importancia de la unidad del pueblo iraquí, que durante años sufrió a manos de la política bélica de Estados Unidos. Por último, subrayó “la importancia de la colaboración y amistad entre las comunidades religiosas para que, cultivando con respeto recíproco el diálogo, se pueda contribuir al bien de Irak, de la región y de la entera comunidad”.
A pedido del Papa, la Curia romana impulsó una serie de cambios enmarcados en la redacción de una nueva Constitución que plasmará la mirada franciscana de la Iglesia. Se titulará "Prediquen el Evangelio" y se espera que esté terminada este 2021, tras ocho años de trabajo del Papa con su consejo de cardenales asesores.
La nueva Carta Magna, que reemplazará a una sancionada por Juan Pablo II en 1988, le dará "rango constitucional" a muchos de los avances de Francisco en temas como la lucha contra la pederastía en la Iglesia y la búsqueda de transparencia en las finanzas vaticanas.
Desde que asumió como Sumo Pontífice, Francisco se dejó guiar por acciones y gestos. Cada palabra del Papa Francisco estuvo acompañada de hechos y políticas que sirvieron para brindar un mensaje de paz y de unidad a nivel mundial.
Todavía falta mucho para que haya un cambio rotundo dentro del Vaticano. Las críticas de la comunidad homosexual siguen vigentes más allá de los dichos del Papa. En la realidad, la Iglesia Católica discrimina, no acepta y desde Roma no han hecho demasiado. La lucha contra los pederastas dentro de la religión es una deuda. En tanto, en la agenda papal el cambio climático, la atención a los migrantes y la lucha contra la pobreza son tópicos que cobraron relevancia.
En tiempos de crisis social, económica y sanitaria, Francisco, desde su cetro de poder, continúa con su discurso: “El progreso tecnológico es útil y necesario siempre que sirva para hacer que el trabajo de las personas sea más digno, más seguro, menos pesado y agobiante. Sin embargo, este cambio necesita un marco ético más fuerte, capaz de superar la tan difundida e inconscientemente consolidada 'cultura del descarte'”, le dijo a los gobernantes y empresarios durante la pandemia.
Y completó sobre las vacunas: “Las autoridades deben tomar las medidas necesarias para asegurar el acceso general a la vacuna contra el COVID-19, para todos. Y deben preocuparse más que nada por el pobre, el más vulnerable, aquel que normalmente queda discriminado por no tener poder ni recursos económicos”.