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Alberto Migré se quedó sin su biografía: por qué la censuraron y la retiraron de las librerías

La increíble historia del libro sobre el autor de Rolando Rivas, taxista.

por Daniel Riera

02 Marzo de 2019 12:00
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La historia es triste. Un periodista trabaja arduamente en un libro, un gran homenaje a un artista que admira. Uno de los entrevistados se molesta, frena el libro con argumentos leguleyos, logra que saquen el libro de circulación y hasta consigue un dinero para sí. Un asco. Ganan los malos.  Este periodista no fingirá neutralidad: sabe lo que cuesta hacer un libro, sabe que el 95 por ciento de las veces el dinero que gana el autor no compensa su esfuerzo, que la satisfacción viene por otro lado. En este caso, el libro se llama Migré. El maestro de las telenovelas que revolucionó la educación sentimental de un país. Su autora es la periodista Liliana Viola, directora del suplemento Soy de Página/12. 

Para los millenials o centennials que no saben quién era Alberto Migré, bien: el título del libro es bastante explícito. En efecto, Migré fue el autor de muchas de las telenovelas más importantes (tanto en audiencia como en el recuerdo dejado en el público) de la historia argentina: Rolando Rivas, taxista; Piel naranja; Pobre diabla; Una voz en el teléfono, por ejemplo. Antes del cable y de Netflix (apenas cuatro canales de televisión abierta y un quinto, el 2, que se veía más o menos) las novelas de Migré solían paralizar el país. 

Víctor Agú fue una de las fuentes del libro, cedió fragmentos de las novelas, accedió a una entrevista con la autora y fue generoso, facilitándole contactos y guiones de obras que sólo tiene él en su casa, como celoso custodio de sus derechos. Viola usó parte de ese material en el libro. Pero hubo un  problema en el medio: Agú leyó un capítulo del libro antes de que fuera publicado, y no le gustó. Y luego leyó el libro publicado, y tampoco le gustó. ¿Qué es lo que no le gustó?  Él lo dice en el posteo de Facebook que se reproduce arriba, y también lo dice en diálogo con BigBang: "El contenido del libro no me pareció apropiado. No me pareció la utilización de la vida privada". Para decirlo de manera clara, lo que le molestó a Agú fueron las alusiones a la homosexualidad de Migré en el texto del libro. Lo curioso es que la homosexualidad de Migré estaba bastante lejos de ser un secreto.

Agú habla a regañadientes: dice que está apurado porque tiene una reunión y dice que, como el caso tuvo una mediación judicial, existe un acuerdo de confidencialidad que le impide entrar en detalles. Ante la pregunta de BigBang, lo primero que dice es que le molestó que se hablara de la sexualidad de Migré. Pero lo cierto es que no es eso lo que dijo ante la Justicia: su protesta invocó la supuesta violación de los derechos de autor. Agú acusó a Viola de publicar fragmentos de obras de Migré sin autorización legal. En efecto, no había papeles firmados, sino una confianza en la buena fe de las partes. Surge entonces una repregunta lógica:

-Por decirlo de algún modo, a usted le molestaron las alusiones a la sexualidad de Migré y se agarró de los derechos de autor para sacar el libro de circulación...

-No, no es así. La obra tiene transcriptas escenas de la obra de Migré y sinopsis. El derecho de autor lo voy a defender toda mi vida. Lo hago con mi obra y con la que soy derechohabiente. Te pido perdón pero tengo que entrar a una reunión urgente.

Al cabo de la mediación judicial, Random House Mondadori retiró el libro de las librerías y le pagó un dinero a Víctor Agú. La editorial le ofreció a Liliana Viola publicar una nueva versión del libro a prueba de Agúes (sin fragmentos de la obra de Migré) y la autora declinó la oferta, en la convicción de que su libro es el que se publicó y no otro.

Ante la consulta de BigBang, Liliana Viola declina hablar dada la confidencialidad de la mediación judicial. En verdad no hace falta que lo haga: este cronista -que conoce a la autora desde hace años- conoce su posición desde bastante antes de la mediación judicial. Lo que hará en esta nota, entonces, será recordar antiguas conversaciones con la autora, dado que no hay ningún impedimento legal para hacer memoria.

Agú le había facilitado a la autora los textos de las novelas, le había pasado teléfonos y hasta le había contado de la existencia de una "lista rosa", es decir una persecución a artistas homosexuales en la televisión argentina que habría ocurrido en los 80. En esa "lista rosa" habría estado Alberto Migré: es decir que Agú, en principio, tampoco tenía problemas en hablar con Viola sobre la homosexualidad del artista.  

Lo que le molestó a Agú, al parecer, es que Viola entrevistó a una persona que a su juicio no era una voz autorizada para hablar de Migré. Es decir, Agú consideró que una de las fuentes del libro no tenía que estar allí. 

Mencioné como al pasar que Liliana Viola es la directora del suplemento Soy del diario Página/12. Soy es el suplemento LGBT del diario: seguramente cuando lea esta nota me objetará la ausencia de alguna letra. Para que quede claro: es una periodista acostumbrada a trabajar con/sobre temas relacionados con minorías sexuales. Por esa misma experiencia, es absolutamente imposible que ella "saque del closet" a alguien que no lo desee. 

Desde el primer momento en que Agú empezó a quejarse, Liliana consideró que lo ocurrido era un intento de censura, una negación a su derecho a contar una vida. Alguna vez me contó de la molestia del señor Agú cuando le contó que una fuente le había dicho que Migré trabajaba en Rolando Rivas y Piel naranja a la vez, en dos escritorios con dos máquinas de escribir.

-¡Eso no es cierto!- dijo Liliana que dijo Agú, aunque mal podría saberlo él, que no conoció a Migré hasta un par de décadas después de esas dos telenovelas. Una biografía se hace con muchas voces, pero daría la sensación de que Agú considera la suya más importante que otras.

La cuestión de los derechos de autor es bien interesante. Migré fue en vida un gran defensor de los suyos. Eso le impidió, por ejemplo, trabajar en Pol-Ka o en otras productoras que tienen por (mala) costumbre quedarse con los derechos de las obras que contratan.  La citación de pequeños fragmentos de algunas obras para explicar al lector de qué se trataban no parece tener nada que ver con la violación de aquella autonomía que defendía Migré. Alguna vez, allá lejos y hace tiempo, la autora del libro le dijo a este cronista que defender los derechos de autor no era, o por lo menos no debería ser lo mismo, que sentarse sobre ellos. La diferencia, en este caso, parece bien clara.

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