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La gente no olvida ni perdona

Cacerolazos y repudio masivo en distintos puntos de Buenos Aires tras la brutal represión frente al Congreso

La feroz represión policial desatada por Patricia Bullrich causó una gran indignación que se hizo escuchar en las calles.

12 Marzo de 2025 23:00
Los cacerolazos llegaron hasta La Plata
Los cacerolazos llegaron hasta La Plata

La postal de la Argentina que dejó la tarde del miércoles fue devastadora. Gases lacrimógenos, camiones hidrantes, balas de goma y un feroz ataque policial que no hizo distinciones: jubilados, trabajadores, hinchas de clubes de fútbol y periodistas fueron víctimas de la represión salvaje ordenada por el Ministerio de Seguridad, encabezado por Patricia Bullrich. El saldo es aterrador: al menos 15 heridos, uno de ellos -Pablo Grillo, el fotorreportero que lucha por su vida en el Hospital Ramos Mejía- en estado crítico, y 150 detenidos en una cacería indiscriminada contra quienes se manifestaban en defensa de los jubilados.

En el epicentro del horror, el fotógrafo Pablo Grillo fue alcanzado en la cabeza por un cartucho de gas lacrimógeno disparado por la Policía Federal. En redes sociales circulan las imágenes estremecedoras del momento en que cae al suelo, con un agujero en la frente y el rostro ensangrentado. Su estado es grave. Mientras tanto, Bullrich, en lugar de repudiar la violencia desatada por las fuerzas bajo su mando, intentó descalificarlo y minimizar lo sucedido. "Es un militante kirchnerista y está preso", afirmó con frialdad en LN+, falseando la realidad: Grillo no estaba detenido, sino debatiéndose entre la vida y la muerte en un quirófano.

Pero Grillo no fue el único blanco de la represión. Una jubilada de 87 años fue brutalmente golpeada por un agente de la Policía Federal y cayó desmayada en el asfalto. Mientras la imagen de su cuerpo inerme recorrió el país, el Ministerio de Seguridad justificaba el accionar de las fuerzas con acusaciones infundadas sobre una supuesta conspiración para "tomar el Congreso". nLa violencia desatada en las calles encendió la indignación ciudadana. Desde las 20:30, en distintos puntos de la Ciudad de Buenos Aires y el AMBA, los cacerolazos comenzaron a sonar con furia, recordando a momentos del país que se pensaban habían quedado en el pasado. 

Vecinos de barrios como Colegiales, Caballito, Villa Crespo, Palermo, Lugano y Almagro salieron a sus balcones y a las calles para expresar su repudio. En el conurbano bonaerense, la protesta resonó en localidades como Avellaneda, Ramos Mejía y Vicente López, mientras que en el interior del país también se registraron manifestaciones espontáneas. Las redes sociales se inundaron de videos y testimonios que muestran la crudeza de la represión.  Manifestantes heridos, detenciones arbitrarias y un despliegue desmedido de la fuerza dejaron al descubierto la estrategia de Bullrich: instaurar el miedo, disciplinar la protesta y criminalizar la oposición. 

Con la excusa de su protocolo "antipiquetes", la ministra ha institucionalizado la violencia estatal como herramienta de gobierno. Pero el mensaje de la sociedad fue claro: no se dejará avasallar. La memoria colectiva recuerda demasiado bien los ecos de diciembre de 2001, cuando otra brutal represión buscó silenciar el descontento. Hoy, una vez más, el sonido de las cacerolas retumba como una advertencia: la gente no olvida, la gente no perdona. Y la historia no absuelve a los represores.

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