Comer al lado de la cocina, escuchar el ruido de platos, ollas y sartenes del propio cheff. Sea amateur o profesional, con conocer de antemano el menú, sólo resta sentarse a comer en la misma mesa con completos desconocidos y vivir la experiencia. Además, las promociones y opciones de pago hacen que sea accesible.
Comer en la casa del chef: la tendencia para salir a conocer gente y platos originales.
Es habitual que parejas, grupos de amigos, solos y solas, compañeros de trabajo y hasta familias enteras elijan reservar sus lugares a través de la Web y vivir una experiencia culinaria distinta. El valor del menú va desde los 200 pesos, sin perder el nivel de las preparaciones.
Una experiencia gastronómica especial, directa.
Uno de los referentes es Julio Lunghi, fundador y cocinero de A Fuego Fuerte, pioneros de la tendencia, que desde hace cuatro años recibe en su departamento del barrio porteño de Recoleta hasta ocho invitados por noche. El menú y el valor se publican en su perfil en redes sociales y en su Web. Los interesados hacen la reserva esperando un llamado de confirmación en el cual se les da la dirección exacta del lugar.
“La experiencia comienza desde que tocan el timbre”, explica Lunghi. Al llegar, los invitados son recibidos atentamente por su hija, y luego de unos tragos con recetas “secretas” y de unas exquisitas entradas se pasa a la mesa.
El living está tenuemente iluminado con velas y todo está estudiado para crear una atmósfera relajada y agradable. Dependiendo la ocasión, y generalmente a pedido de los propios invitados, Julio se sienta y comparte el café con alguna delicia, pero sin dejar de atender a todos y a cada uno de los comensales.
Uno de los postres del cheff Julio Lunghi.
Más allá de las recetas -que jamás son reveladas, como hacen los magos con sus trucos- el gran secreto del éxito de A Fuego Fuerte está no sólo en el alto nivel de la gastronomía, sino en la forma de manejar los tiempos y la devoción por lo que hace el cocinero: “Recibo a mis invitados como recibo a mis amigos: poniendo lo mejor en cada encuentro para que disfruten de mi casa y de mi comida, sin limitar cantidades, ni escatimar en la calidad de lo que ofrezco”, indica Lunghi.
Y la tendencia puede delinearse en el mapa argentino, sobre todo en las grandes ciudades. Por ejemplo, en Rosario, un caso emblemático es el de Cuadra Bistró, un sitio rústico y de época que en el año 2011 pasó de ser una panadería a un restaurante exclusivo a puertas cerradas. Fue tal el éxito del emprendimiento, que actualmente tienen empleados y sólo toman reservas por la Web con lista de espera todos los fines de semana.
En la costa, más específicamente en Mar del Plata, también prendió fuerte la movida, y una de las referentes en ese sentido es Roxana Oszust, quien en una única mesa recibe en su casa un máximo de diez invitados con un menú fijo que publica de antemano. Su emprendimiento se llama El Rox, y desde que empezó a hacerlo profesionalmente, a principios de 2015, la demanda fue creciendo a pasos agigantados.
La casa de la cheff Roxana Oszust invadida se sus comensales.
Por su parte, Río Negro tiene uno de los emprendimientos gastronómicos a puertas cerradas: Del Sur Espacio. Situado en Cipoletti, al igual que sus colegas el cheff Carlo Puricelli recibe un número reducido de invitados -no más que veinte- y por supuesto con rigurosa reserva previa. Como en la gran mayoría de emprendimientos similares, los comensales disfrutan de la comida sin apuro ni tiempos, ya que no hay recambio y la mesa es para toda la noche.