Una feria organizada por una iglesia. Tal humilde y corriente escenario fue el que rodeó el primer encuentro de dos adolescentes que luego cambiarían para siempre la historia: John Lennon y Paul McCartney.
Ese día, la parroquía de St. Peter, en Liverpool, organizó un festival en el cual habría juegos, stands de comida y shows de varias bandas locales. Una de ellas era los Quarrymen, en la cual tocaba la guitarra y cantaba Lennon, en aquel entonces de 16 años.
Mientras armaban sus equipos para tocar, Ivan Vaughan, uno de los compañeros de grupo de John, le presentó a uno de sus compañeros de escuela, Paul McCartney, de 15 años, quien tuvo el buen gesto de ayudarle a afinar su guitarra antes de subir a tocar.
Paul además aprovechó para demostrar su propio talento musical frente a sus nuevos amigos: con una guitarra que le prestaron en el momento, cantó Twenty Flight Rock de Eddie Cochran y Be-Bop-A-Lula de Gene Vincent, además de un popurrí de temas de Little Richard, sorprendiendo con su habilidad artística natural.
Décadas después, McCartney recordaría que cuando vio tocar a los Quarrymen la presencia de John le llamó la atención al instante. "Pensé 'bueno, se ve bien, canta bien y parece un gran líder'. No tenía puestos sus anteojos, así que se veía muy sofisticado. Sin dudas era el único miembro de la banda que se destacaba", relató.
Luego del show, el grupo de jóvenes fue a un bar, donde mintieron sobre su edad para que los dejaran entrar. Allí, Lennon tuvo ocasión de constatar los saberes musicales de McCartney y terminó de redondear la gran impresión sobre su nuevo amigo. Tanto que junto a sus compañeros lo invitaron a unirse a la banda.
Un año después, llegó George Harrison y eventualmente, el resto de los Quarrymen renunció, dejando solos a John, Paul y George. Al año siguiente llegó el baterista Pete Best y el resto es historia.
El registro olvidado
Sorprendentemente, aquel histórico show de los Quarrymen fue registrado por Bob Molyneux, que se encontraba entre los espectadores, con un grabador portátil. La cinta quedó olvidada entre sus pertenencias, lo redescubrió en 1994 y lo vendió en una subasta por 78.500 libras esterlinas, poco más de 4 millones de pesos argentinos, el precio más caro pagado por una grabación hasta ese momento.
La cinta, en la cual el grupo toca Puttin' On The Style de Lonnie Donegan y Let's Play House de Elvis Presley, fue comprada por el sello EMI que consideró la posibilidad de lanzarla dentro del proyecto Anthology, pero decidió no hacerlo ya que la calidad de la grabación era demasiado baja.