por Natalia Torres
19 Agosto de 2018 07:52Como la de la mayoría de los jóvenes gay en Jamaica, la vida de Glenroy estuvo atravesada por la violencia, incluso desde la infancia. Abandonado por sus padres, fue abusado sexualmente por miembros de su propia familia y, a los 16 años, terminó siendo víctima de un intento de homicidio.
En Jamaica, el ambiente anti-gay es persistente y violento.
“Me atacaron con un fierro y una tabla, me rompieron las costillas”, recuerda en diálogo con BigBang. “Mi propia familia fue la que quiso matarme, tuve que escaparme y vivir en la calle, prostituyéndome”.
Y aunque pudo encontrar brevemente amor y seguridad, la paz duró poco: cuando sus vecinos descubrieron que su compañero de hogar no era su pariente sino su pareja, Glenroy se vio obligado a renunciar su trabajo y a dejar su casa para protegerse y resguardar de la ira ajena al hombre que amaba.
“En aquel entonces, muchos de mis amigos gays terminaron asesinados, mientras que otros comenzaron a buscar ayuda para irse, así que decidí hacer lo mismo. En una agencia de viajes me sugirieron ir a Argentina y sin dudarlo, saqué todo mi dinero de la cuenta bancaria y al día siguiente ya estaba acá”.
Fue en ese momento cuando la Federación Argentina LGBT apareció para darle una mano. “Me dieron desde ropa hasta ayuda para armar mi currículum y conseguir trabajo, además de guiarme en los trámites migratorios”, explica Glenroy.
Hoy, poco más de un año después de su escape de Jamaica, lleva adelante un negocio de comidas típicas de su país. “Me está yendo bastante bien, lo manejo a través de las redes sociales”, cuenta. “Pero mi plan es ahorrar para abrir un restaurante. Es mi sueño. Quiero elevarme por encima de toda expectativa”.
Persecución y terror
Según explica Maribe Sgariglia, secretaria de Relaciones Internacionales de la Federación Argentina LGBT (FALGBT), Jamaica cuenta con leyes que penan la 'sodomía' y la manifestación de amor publica entre varones gays con la cárcel, “lo que constituye un discurso de violencia y persecución por parte del Estado que no hace más que profundizar la discriminación en la sociedad”.
Así, la situación de Glenroy es tristemente común. “Todos los varones gays que hemos recibido han sido víctimas de terribles agresiones por parte de desconocidos, vecinos e incluso familiares que los agredían en la vía pública o en sus propias casas; algunos han tenido que ser internados y todos tienen algún amigo o conocido que murió por ser gay”, señala la dirigente social.
A pesar de que la FALGBT también ha brindado ayuda a inmigrantes de Ghana, Egipto, Siria, Pakistan, Albania y Qatar, además de Jamaica es Rusia es el país desde el cual llega la mayor parte de inmigrantes LGBT. Allí rige hace cinco años una ley denominada “anti propaganda gay”, que pena cualquier tipo de demostración sexo-afectiva entre parejas del mismo sexo.
“Si bien esta normativa prevé multas económicas, la realidad es que este discurso criminalizante genera odio y violencia de parte de la sociedad rusa hacia la población LGBT”, explica Sgariglia. Así, las y los jóvenes que llegaron a Argentina desde Rusia escaparon no sólo porque corrían riesgo sus propias vidas sino también las de sus familiares.
Muchos incluso huyen preventivamente sin haber recibido directamente violencia o amenazas, sólo por miedo de sufrir las consecuencias. “Por ejemplo, una pareja de mujeres rusas que quería formar una familia tomó la decisión de venir a tener su bebé en Argentina e instalarse acá, ya que si decidieran hacerlo allá corren el riesgo de que el Gobierno les quite la tenencia de su hija si se enteran que son lesbianas”, ilustra la secretaria de Relaciones Internacionales de la FALGTB.
Una ayuda con barreras
En estos casos, la Federación cumple una labor esencial informando de todo lo relativo a trámites legales de solicitud de refugio y en organismos públicos, brindando ayuda en la búsqueda laboral y de hogar, y asesorando ante cualquier eventualidad.
“Sabemos que se encuentran solos y solas en una cultura muy distinta a la suya, por lo que entendemos que es importante no sólo asistirles desde lo administrativo sino también acompañarles y brindarles todo el apoyo y contención posible para que el proceso de integrarse a una nueva sociedad no sea tan duro", apunta Sgariglia.
El proceso, claro, no está exento de trabas: la mayor dificultad reside en la imposibilidad de obtener un trabajo que les permita a los recién llegados sustentar sus gastos más básicos, lo cual genera que no puedan tener un lugar donde vivir.
“De esta forma, terminan solicitando ayudas sociales por parte del Estado, pero son por tiempo limitado y no resuelven la cuestión de fondo. Esto se suma a la enorme barrera que es el idioma”, enumera Sgariglia. “Sin dudas falta un programa de asistencia integral por parte del Estado argentino que les permita contar con herramientas básicas e igualdad de oportunidades, para desarrollar sus vidas en nuestro país”.