La máxima sobre de que para ser solidario hay que haber pasado por necesidades se hace carne en Diego Bustamante y su experiencia como presidente y director general de la organización no gubernamental Pata Pila, que se dedica a combatir las desigualdades y la desnutrición infantil en las comunidades guaraní, wichí y toba de Salta y otras partes del norte argentino. Y no es porque él venga de una villa, o de un potrero maradoniano de leyendas locales. Sino porque fue a hacer una experiencia comprometida y real con los pueblos originarios, que transformó su vida y su forma de percibir y ejecutar la ayuda social.
Si bien el origen de todo fueron los viajes con los frailes franciscanos, la idea cambió por completo luego de pasar más de tres años y medio inmerso y como uno más en este tipo de comunidades. Él, que llegaba desde la cotidianeidad citadina y privilegiada de la Recoleta, asegura haber aprendido en "la diaria" a no juzgar y a acercarse al otro como un par, para lograr a través del respeto y el consenso las transformaciones necesarias.
Pata pila se le dice en Salta a estar descalzo. "En patas somos todos iguales. Vos podés tener un dedo poquito más largo, una uña encarnada, pero somos los dos humanos haciendo una experiencia en la vida, somos pares en ese sentido", asegura Bustamante ante BigBang. "Para nosotros ir Pata Pila es descalzarse frente a la vida del otro antes de entrar, antes de opinar, antes de abrir una puerta sin poder acompañarla, antes de prometer algo que no vas a cumplir sabiendo la necesidad que tienen y las expectativas que podés generar frente a la promesa de solucionar ese problema. Para nosotros es un modo de ser en la vida, de ser muy respetuosos y poco prejuiciosos sobre la vida del otro", destaca.
Cada 100 chicos en la Argentina, 30 están con problemas de desnutrición. ¿Esto se está agravando?
- Así es. Así sigue pasando. Es un tema bastante lamentable. Estimo que estamos hablando de 5.000 niños menores de cinco años que tienen desnutrición hoy en el norte. Y que eso muchas veces tiene una consecuencia bastante importante. En los últimos dos años se murieron 320 niños en la frontera de Argentina con Bolivia y Paraguay y eso tiene que ver con entender el tema de la desnutrición con un análisis complejo, que tiene que ver con lo económico, la educación, el acceso al agua -ahí hay un tema muy importante- y también con el tema de los alimentos. Eso es un poco el guante que levantamos en Pata Pila hace tanto tiempo.
Están quienes dicen que hay que darle el pescado a la gente y quienes dicen que hay que darle la caña y que aprenda a pescar, pero tu posición es otra, es la de pescar con la gente y sentarse a comer con la gente. En todos esos años que tuviste de experiencia en Pata Pila, ¿cómo te transformó esa experiencia de vivir con quienes tienen esas necesidades?
- Primero que nada parte de una forma de pensar la vida. No estás hablando de pobreza. Estás hablando de gente que vive en situación de pobreza. Y que, por añadidura, por ser persona y gente, primero tienen un montón de cosas para enseñarte, para también ayudarte a vos en tu propia. Entonces, la primera lógica es: yo me acerco a un otro que también me va a enriquecer en mi propia vida, que posiblemente yo puedo ser nexo o puente para generar un espacio que le ayude a él a transformar una cosa que necesita ser transformada, porque es muy dura o porque se sufre mucho, pero tiene que ver con la lógica de el trabajo conjunto y de compartir la diaria.
Esto no es yo en mi escritorio diseño una política, una idea, un programa, pero después cuando llegás al territorio ves que hay gente que tiene experiencia, que dice 'esto ya se probó y no funcionó', que no lo quiere hacer porque no tiene esa vida, esa cosmovisión, esa expectativa ni siquiera de los logros que tendría que tener. Cuanto más con que Pata Pila nació trabajando con las comunidades originarias, que tienen una cosmovisión y una perspectiva del territorio, de la tierra, de la vida, de la familia, del trabajo, muy diferente.
A nosotros nos tocó, desde el día cero, decir: 'Bueno con toda esta lógica de cómo se trabaja la salud, la niñez, la alimentación, cómo ponemos sobre la mesa y vamos dirimiendo en el camino y en el proceso de compartir la vida con la gente. Entonces el primer tiempo fue mucho escuchar. Yo soy de Buenos Aires, pero viajé durante casi 15 años. Viajaba dos veces por año a compartir, tomar mate con la familia, jugar con los niños. Mucho de escuchar. Pero el primer tiempo también, cuando tomé la decisión de irme a vivir allá, para arrancar un proceso y un proyecto también fue escuchar, juntarme con los caciques, con el presidente de la comunidad, con los vecinos, el enfermero, el director de la escuela. Tiene que ver con esta lógica de respeto absoluto sobre que la realidad del otro, es la realidad del otro. Y que yo no puedo tener una opinión por lo que miro o lo que creo entender.
En mediar con el otro es donde fuimos construyendo alternativas muy concretas, que fueron las que hicieron que Pata Pila crezca tanto, con tanta legitimidad en el territorio. Porque era con el otro. No era tipo: 'Nosotros somos una fundación, venimos de Buenos Aires, acá hay chicos desnutridos'. No, pará un poco. Si realmente querés ayudar al otro, te tenés que poner al servicio de lo que necesita. Además es un trabajo colectivo, nunca es un trabajo de uno. Eso de decir 'yo soy el que va, el que ayuda, el pibe rico, el pibe porteño, el que la tiene clara'. No, no, no. Ofrecete, escuchá, cuál es la necesidad del otro, qué recursos hay en la zona, qué otra gente está en relación a esta realidad, y empezar a proponer una agenda de laburo, donde ahí sí le aportás profesionales, recursos, contactos.
En los últimos dos años se murieron 320 niños en la frontera de Argentina con Bolivia y Paraguay"
Pero una vez ya derribados todos esos sesgos que uno puede tener desde la ciudad.
- Se va construyendo de la mano. Yo siempre digo a mi equipo de Pata Pila que es siempre pidiendo perdón y permiso. Esta capacidad de decir: 'bueno, acá no me hice entender' o 'sigo sosteniendo que el camino es este y no camina'. Porque encima las comunidades son muy diferentes a otros lados. Ahí si no va no te dan pelota, no te dejan entrar. Es muy compleja la realidad. Tenés que ser muy humano, muy cuidadoso y muy humilde. Esta lógica de volver a empezar una y otra vez.
Incluso nos pasó que Pata Pila arrancó trabajando con las comunidades guaraní y luego con el tiempo empezamos a trabajar con los tobas y los wichís. Cada vez fue un recomienzo de Pata Pila. Todos los programas que teníamos con las comunidades guaraní, a la hora de querer imprimirlo a la lógica de las comunidades wichí es un abismo. Es otra forma, otro tiempo, otro idioma, otra realidad incluso de dónde viven las comunidades. No es lo mismo en las comunidades wichí que están más en torno al Gran Chaco Americano, que es un territorio bastante homogéneo en materia de cómo se vive, cómo es el clima, cómo es la vegetación, qué oportunidades tiene, que las comunidades guaraní que están en la yunga, en el cerro, tanto en la parte de Salta como en la parte de Misiones y demás. Es muy diferente, no solo la lógica cultural, sino también los recursos que hay y qué oportunidades tienen las familias.
Recién decías que venís de Buenos Aires. Vos venís del barrio de la Recoleta, uno de los barrios más acomodados. Y aún así decidiste emprender esta. Y te hiciste una pregunta: ¿cómo puede ser que unos tengan tanto y otros tan poco? ¿Eso motorizó tu trabajo?
- Me motorizó cuando dejé de pensarlo intelectualmente, y pasé a verlo y tocarlo. Cuando lo palpé, lo toqué y quise esa realidad. Cuando me enamoré también de esa realidad. No en materia de pobrismo, sino en materia de decir: cuánta gente valiosa que tiene que vivir en esa realidad. Qué injusto que es. No sólo la idea de no tener agua. Y te involucras y compartís un tiempo, estás una semana y vivís un tiempo. Yo viví tres años y medio. Sé perfecto lo que es que se corta el agua, que no hay luz, que queda todo lejos, que pasa un colectivo, que la familia tiene 12 hijos de los cuales los adolescentes no pueden ni soñar en desarrollarse y estudiar, y los más niños acceder a la salud es imposible, y el papá no tiene un trabajo... porque no hay muchas oportunidades a mano.
Entonces, cuando vas entendiendo la diaria, te rompe cualquier idea que vos tenés, y te genera nuevas ideas con invitación a seguir rompiéndolas en el tiempo e ir entendiendo para cada quien y para cada cual, cuál es el modelo de solución a las problemáticas que hay. Obviamente la perspectiva de vida que tienen las comunidades wichí no son las que puede tener un chico en Capital Federal. Porque no, porque son otras aspiraciones, otros modelos, otras necesidades. Pero cuando hablás de necesidades básicas... la verdad que tener que plantear una discusión en la Argentina en el 2024 de que haya gente sin agua potable, sin ninguna agua a veces. Donde la gente toma de una cañada, que tiene que caminar, o que un municipio le carga un tinaco una vez por semana. Entonces la familia al principio toma, después está toda la suciedad del tinaco, las bacterias.
Y eso tiene que ver con el ciclo que hace que los niños estén totalmente en riesgo y constantemente en desnutrición, ¿por qué? Porque de repente puede haber un momento de la comunidad donde hay un poco más de economía, porque se venden artesanías, hay pesca o hubo un poco más de changas de los trabajos golondrina que hacen, o las pensiones y las asignaciones que son aplicadas en un territorio donde son muy necesarias. De hecho Pata Pila trabaja para que esa gente pueda lograr resolver toda la traba que hay en Anses de papeleo y demás, para poder tener esa ayuda económica que mueve también internamente la economía en la comunidad.
Y de repente esa gente, tiene ese recurso, pero de repente un día no tiene agua. Entonces los chicos empiezan con diarrea, con infecciones, el hospital me queda a 70 kilómetros, la plata que tuve duró dos semanas, después no tengo para comer literalmente. O de repente hay rachas, así como la economía general del país nos impacta a todos, imagínate las comunidades que viven un poco gracias a la intervención del Estado que baja programas nacionales, el INTA, la Secretaría Campesina y Agrícola, las organizaciones sociales. Hay lugares muy vulnerables en el país, que si se les corta la red, se vuelve muchísimo más complicada la vida.
En un mundo donde también hay mucha oportunidad de desarrollo y crecimiento, cómo puede ser que haya gente tan corrida del sistema, con tanta injusticia"
Me fui un poco por las ramas, pero eso es lo que a mí me fue empezando a decir, en un mundo donde también hay mucha oportunidad de desarrollo y crecimiento, cómo puede ser que haya gente tan corrida del sistema, con tanta injusticia. Entonces, primero que nada la emergencia y lo que hay que atacar que es lo urgente. Y después nos fuimos involucrando en Pata Pila, también en ayudar a transicionar y en, también, generar oportunidades de desarrollo. Que no tiene que ver ya con la asistencia de la emergencia, sino que tiene que ver con todo lo que puede ser capacitar a gente en lo productivo, ayudar a la gente a comercializar lo que produce, armar redes, cooperativas, trabajar colectivamente. Todo eso habla de que también hay mucha potencialidad en el territorio donde nosotros trabajamos, no es sólo pobreza.
Una aclaración para quienes no conocen: Pata Pila en Salta se le dice a estar descalzo. Esa debe ser una cualidad que viste en todas estas comunidades, ¿no?
- Sí. La primera imagen de Pata Pila es es: pies descalzos, el tener que ver un montón de gente y de niños que no tienen directamente un par de zapatillas ni para ir a la escuela. La otra lectura es: en patas somos todos iguales. Vos podés tener un dedo poquito más largo, una uña encarnada, pero somos los dos humanos haciendo una experiencia en la vida, somos pares en ese sentido. Entonces me coloco frente a vos como un par, respetándote también. Y por otro lado, cuando uno está descalzo, no vas corriendo, pasando por encima de cualquier cosa. No, cuando vas descalzo te fijás cómo entrar, cómo pisar, porque te podés quemar y lastimar. Para nosotros ir Pata Pila es descalzarse frente a la vida del otro antes de entrar, antes de opinar, antes de abrir una puerta sin poder acompañarla, antes de prometer algo que no vas a cumplir sabiendo la necesidad que tienen y las expectativas que podés generar frente a la promesa de solucionar ese problema. Para nosotros es un modo de ser en la vida, de ser muy respetuosos y poco prejuiciosos sobre la vida del otro.
Hace unos años te hiciste cargo como padre de siete hermanos santiagueños. Seis hermanos y Juanita, que es la nena, mejor dicho, que hoy viven con vos en Gualeguay, Entre Ríos. Siete hermanos que iban a ser parte de este masivo enorme de chicos que tiene la Argentina, que no van a tener las mismas oportunidades que quienes se crían en Recoleta.
- Y que incluso viviendo conmigo hoy no van a llegar, algunos, a tener ese estilo de oportunidades, porque ya traen un montón de barajas negativas, en materia de que no pudieron ir bien a la escuela, no adquirieron herramientas. La vida cuando vos naces en el medio de un rancho sin agua, te condiciona. No es para toda la vida. Se puede romper con eso. Pero el esfuerzo que tienen que hacer los chicos más grandes que viven conmigo, para llegar a poder elegir, a dimensionar, a entender lo que tienen que entregar ellos mismos para avanzar en la vida, es difícil también.
Y cuánto tienen que ver los prejuicios, hasta podemos decir raciales, son chicos de comunidades en una Argentina que se cree blanca muchas veces. ¿Eso cómo lo vivís vos siendo padre estos siete chicos que tienen rasgos originarios?
- A los chicos los conozco desde que el más chiquito tenía dos años y hoy tiene 11, y desde los 6 que vive conmigo. El más grande de todos ellos hoy tiene 23, tenía 14 años cuando yo lo conocí. En el medio de todo eso los vi viviendo con la familia, los acompañé al hogar, después me fui al norte de Salta a armar Pata Pila, los empecé a ver una vez por año. Después empecé a viajar con ellos. Conocer tanto Recoleta, tanto el norte, tanto a ellos y a un montón de otras familias, a mí me hizo perfilar el modo de acompañarlos pensando en ellos. Yo no me vine a vivir a Recoleta con ellos. Me fui a Entre Ríos, a Gualeguay. Elegí una ciudad que yo ya conocía, que tenía vínculos, cerca de Buenos Aires, que es donde atiende Dios muchas veces. Pero también, un lugar más parecido a la ciudad donde vivían en el hogar, que les iba a permitir integrarse socialmente. En Gualeguay vivimos en un barrio, vamos a las escuelas públicas. Un lugar donde ellos puedan sentirse cómodos, a gusto, pero también desafiados a nivelarse, a avanzar en la vida y a poder tener un proyecto de vida después que les permita llegar a lugares donde en su momento no hubiesen podido o no hubiesen logrado. Los más grandes están trabajando. Pero tenemos una vida muy de club, auto, bicicleta. Se manejan con mucha libertad, que por ahí en Capital hubiese sido un poquito más complejo.
Desde la asunción de Javier Milei se siente un fuerte ajuste económico que golpea a quienes menos tienen, con estadísticas que demuestran que el decil que menos tiene en la Argentina perdió un 300% de capacidad de compra. ¿Ves esto en tu trabajo de campo?
- Sí. En alguna perspectiva lo veo. Y en otra no. Nosotros trabajamos con comunidades que siempre estuvieron afuera del sistema. Siempre estuvieron tan afuera del sistema, que también son familias que viven en comunidades en el monte, no tienen un alquiler, no tienen una obra social, no tienen un colegio privado donde pagar. Hay algo de todo el bolonqui económico que está matando a la clase media trabajadora de los barrios populares y de las villas, que no afecta tanto a la lógica de los territorios donde Pata Pila más trabaja. Pero son territorios que mucho menos les van a llegar las inversiones, mucho menos le van a hacer los pozos de agua que hay que hacerle, mucho menos les van a seguir sosteniendo las redes que se sostienen a través de privados, organizaciones y el Estado, porque se cortan los programas, porque se cortan algunas cosas nacionalmente, y entonces impacta en los territorios peores. Y después porque, en medio de esa realidad, siempre los alimentos y la nafta siempre están más caros.
Hoy Pata Pila tiene 87 personas trabajando para esto. Es una estructura, que no es de cafecitos, lobby y eventos, es una estructura de gente que dejó su vida para irse a vivir al norte, para pelearla diariamente"
En un momento donde una devaluación tremenda y una inflación que se disparó a fin de año, que se sostuvo la disparaba en el verano, imaginate lo que vale comprar una docena de huevos en un almacén que, por mucha lógica de falta de acceso a lo técnico, a lo productivo, al agua, no es tan fácil producir en algunos territorios sus propios alimentos. En algunos sí, en otros no. Entonces muchos de los alimentos son los que llegan a través de los municipios o las asistencias alimentarias o que venden los distribuidores que son el punto de la cadena entre que fabrica, el que distribuye, la logística, el supermercado de la ciudad y el almacenero criollo, que vive a 5 km de la frontera. Entonces las familias que no tienen mucho trabajo, que laburan de trabajos golondrina que entonces se merman todas las changas, encima le sale carísimo todo y le están cortando algunos programas de asistencia, que a veces son provinciales y a veces son nacionales. Porque a veces la provincia también canaliza su asistencia a través de los vínculos con Nación y del financiamiento que recibe. La cosa está complicada. Esa es la realidad. Y está muy aguda a lo que ya es agudo.
No solo tenés que asistir mucho más, cuando en realidad la lógica que estábamos queriendo tener es transicionar al desarrollo y ayudar a laburar, tenés más casos de desborde de hospitales, necesidades, gente sin agua, más casos de desnutrición, de emergencia y, por otro lado, económicamente para un proyecto como Pata Pila, que depende de la donación de la gente privada y de las empresas, se vuelve mucho más difícil. Hoy Pata Pila tiene 87 personas trabajando para esto. Tenemos centros, camioneta, gasoil, entregamos litros de leche, hacemos pozos de agua. Sostener una estructura, que no es de cafecitos, lobby y eventos, es una estructura de gente que dejó su vida para irse a vivir al norte, para pelearla diariamente, ir al hospital, ir a la comunidad, cargar y descargar la camioneta, pesar, medir, asesorar, si encima la situación nacional está cortando esa asistencia, cuánto más necesitamos nosotros seguir estando. La economía le pega a la comunidad, le pega a los proyectos como el nuestro como si fuese una pyme. La verdad está difícil la situación.
La solidaridad es algo que muchas veces trasciende la grieta. ¿Pasa lo mismo con lo religioso?
- Pata Pila inició porque éramos un grupo de gente que viajábamos con los frailes franciscanos, que son de una religión particular. Dentro de esa religión, los franciscanos son los más humanos o los más en contacto con los pobres y con la gente, con un modo también bastante particular. En medio de eso, Pata Pila no es religioso ni es político, entonces nosotros no preguntamos a nadie. De hecho muchas de las comunidades son evangélicas, son anglicanas o tienen su propia su propia religión propia de la cultura, de la etnia y del espíritu que pudieron sostener en el tiempo.
Sí obviamente la religión y muchas la política se mezcla, y yo soy de los que cree que tiene lógica que se mezcle. Porque cuando vos te involucrás mucho con la gente, y entendés lo que la gente necesita, obviamente vas a atender a querer reclamar, defender, luchar por alguna cosa más que por otra. Entonces eso te va como asociando. Sin embargo es un territorio muy convergente de muchas ideas y en Pata Pilas jamás vamos a preguntar ni qué pensás ideológicamente ni a quién votaste ni de qué religión sos, porque entendemos que la prioridad es el entendimiento de lo colectivo y de lo humano.
Todos tenemos la fibra. Todos, hasta la persona más egoísta del universo tiene esa fibra humana en el corazón que le moviliza al otro, y que justamente por ahí por eso pone tanto escudo que no quiere ni mirar lo que pasa a su alrededor porque no lo puede sostener. A veces pienso que los que trabajamos en lo social, lejos de ser más sensibles, nos volvemos más insensibles, porque empezás a sufrir tanto lo que ves, que también lo normalizás.
¿Cómo es el camino para colaborar con Pata Pila?
- Para sostener un poco todo esto, la estrategia es lograr que seamos muchos poniendo poco y cada uno poniendo lo que puede. Pata Pila se sostiene por el aporte privado de donantes, padrinos o madrinas, que ponen todos los meses por débito automático de la tarjeta lo que pueden sostener un poco en el tiempo. Eso se transforma en los profesionales en el territorio haciendo cosas, en los oficios, en lo productivo, en el agua potable. Pero lo sostenemos gracias a que son muchas personas poniendo poco, para que nada dependa de un solo actor. Después también tenemos empresas que financian algún proyecto particular o algo de cooperación internacional, pero lo que más necesitamos hoy en día es eso, mucha gente que tenga ganas, que le mueva un poco el corazón la charla que tuvimos, o que investigue bien Pata Pila, diga: 'Yo puedo aportar mi granito de arena, no me puedo ir a vivir allá, pero puedo aportar todos los meses y, con eso, tengo un impacto directo en las comunidades. www.patapila.org y sino @PataPilaOk en Instagram o a mí en @DiegoBustamanteOk.