31 Enero de 2017 10:03
Los autos pasan, los traseúntes también. Algunos se dirigen al Polo Tecnológico, otros al Distrito Arcos. Otros más cruzan la Avenida Juan B. Justo para disfrutar de los bares con música o las torres con pileta en pleno corazón de Palermo. Una periodista de BigBang es una de ellas. Luego de trabajar el domingo, quiso aprovechar la tarde para disfrutar el aire libre, pero dos hombres la obligaron por la fuerza a entrar al otro Palermo.
En el pasillo de Soler, a escasos metros de la Avenida Juan B. Justo y la calle Godoy Cruz, las fuerzas de seguridad tienen miedo de entrar. Ni la flamante Policía de la Ciudad ni la experimentada Policía Federal reinan allí. Allí no impera otra ley más que la del más fuerte. La de los hombres camuflados entre cartoneros. Ellos, marginados de la sociedad, se ganan dignamente su vida.
La mujer vivió allí el horror. Así lo relató ayer en BigBang: "Uno de ellos comenzó a deslizar su mano con velocidad sobre su miembro y le pidió a su cómplice que me sacara las calzas". "¡Vení, putita!", "Mamita" y "puta de mierda", fueron las cosas que soportó acorralada por los dos hasta que un testigo se hizo presente para devolverla desde el infierno a la tierra.
Otra periodista, Josefina Marcuzzi, también sufrió el pasillo de Soler: "Me robaron todo. Tuve miedo. La Policía dice que ahí no entra". Las fuerzas de seguridad lo reconocieron. La falta de denuncias hace aún más desolador el "pasillo del horror".
El pasillo de Soler, el otro Palermo.
A sólo 8 kilómetros de la Casa Rosada, en plena capital Federal, las mujeres están abandonadas a su suerte.