El fuego no da tregua. En un escenario de devastación y emergencia, la Patagonia argentina arde mientras brigadistas y fuerzas de seguridad luchan sin descanso para contener las llamas. En el Parque Nacional Lanín, donde el incendio en la Estancia Mamuil Malal sigue fuera de control, la superficie afectada ya asciende a 15.200 hectáreas. La amenaza se extiende sin piedad, impulsada por los fuertes vientos y la sequía extrema que castiga la región. Desde las primeras horas del día, los equipos de combate intensificaron su trabajo en la zona. La estrategia en el terreno implica un ataque directo en la cola del incendio, con motobombas y líneas de agua, mientras que en la cabeza de las llamas se emplean herramientas manuales y un ataque indirecto con cortafuegos. Sin embargo, las dificultades son abrumadoras.
La magnitud del desastre obligó al cierre total de la Ruta Provincial 60 y el área turística de Tromen, restringiendo aún más el acceso de equipos de emergencia y de aquellos que intentan huir de la tragedia. El operativo para sofocar el fuego moviliza a un amplio conjunto de organismos nacionales, provinciales y municipales. Parques Nacionales, el Ministerio de Seguridad de Neuquén, el Servicio Nacional de Manejo del Fuego, Gendarmería, Policía, Vialidad, Defensa Civil y Bomberos Voluntarios forman parte del escuadrón que libra una batalla desigual contra el avance de las llamas.
Pero Lanín no es el único epicentro del desastre. En El Bolsón, Río Negro, ya se han consumido más de 3.500 hectáreas, obligando a cientos de familias a abandonar sus hogares en medio de la desesperación. En Chubut, la localidad de Epuyén vive una pesadilla similar, con seis mil hectáreas devoradas por el fuego. Mientras tanto, en el Parque Nacional Nahuel Huapi, el incendio que lleva más de 40 días arrasando el área protegida continúa expandiéndose sin control, habiendo consumido ya más de 10 mil hectáreas. Pero la peor tragedia se vive en la provincia de Corrientes.
Allí, el fuego ha arrasado 250 mil hectáreas desde el inicio del año, dejando a su paso campos carbonizados, fauna calcinada y familias desesperadas por salvar lo poco que les queda. La lucha contra las llamas es feroz: dos aviones hidrantes, un helicóptero y brigadas del noreste argentino trabajan sin pausa en un esfuerzo titánico por contener el infierno. Frente a este panorama desolador, la solidaridad se convierte en un rayo de esperanza. Desde distintas regiones del país, se organizan campañas solidarias para asistir a los rescatistas y a las familias afectadas. Sin embargo, los recursos son insuficientes y el clima sigue jugando en contra.