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Día del Periodista: remar en busca de la verdad

Los nuevos desafíos: de la sobreinformación a la flexibilización.

por Gisela Nicosia

07 Junio de 2019 13:23
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El mate se lavó, y mientras recorro distintos sitios para ver las noticias de la mañana, escucho a mi editor pedirle a un compañero que realice una columna sobre el Día del Periodista.

-No quiero una nota efeméride. Quisiera que escribas tu mirada del periodismo...

El pedido inició un debate interesante. Imaginé en un segundo qué diría, qué palabras utilizaría yo si hubiera recibido el mismo encargo. ¿Cuántas veces escuché “Contate un chimento, dale, vos sabés”? No podría decir un número ni cercano. Gracias a los tiempos de feminismo, la creencia de que por ser mujer y ser periodista soy el sinónimo de 'conocedora de la farándula' se disipó un poco.  Por suerte eso cambió. Y vale recordar que gracias a un grupo de mujeres, muchas de ellas periodistas, se impulsó el #Niunamenos.

Vuelvo a jugar con mis pensamientos y sigo. Nuestra actividad es recoger información, clasificarla, elaborar un informe y ser el viento de todo aquello que nos necesita como medio. Esa por lo menos es la explicación que le doy al que me pregunta sobre qué hace un periodista.

Pero... ¿Somos el medio?, ¿Somos el puente para llegar al medio? ¿Qué es el medio? Dejemos eso ahí momentáneamente.  Algunos ven el periodismo como un género literario, otros como algo armado o mentiroso. Siempre de un extremo al otro... Pero tampoco es correcto acotar la profesión de “periodista” únicamente a los que aparecen en la televisión, o firman notas en los diarios más importantes (considerados así por su cantidad de ejemplares), o tienen un programa de radio, incluso a los que aparecen en los sitios webs.

Con los avances de la tecnología, la invisibilización de las distancia mediante las múltiples formas de acceder a datos y la profunda inserción de las redes sociales en la vida íntima de las personas viró la fórmula de cómo acceder a la información. . En un mundo altamente globalizado, en cambio permanente, lo online abre el juego. El periodismo digital comenzó a establecerse hace un poco más de diez años, cambiando el panorama de los medios de comunicación. Se consolidaron los sitios y la multiplicidad de combinaciones con las distintas plataformas, links, imágenes, videos y más. Une la realidad, es instantáneo. El aquí y ahora, o casi. La hipertextualidad, el dinamismo, la versatilidad, son algunos de los atractivos que celebra la audiencia. Cada uno construye su estilo, su audiencia y dice lo que quiere decir.

La audiencia también cambió, se multiplicó y se concentró en nichos de información. Se potenciaron las voces de los que no llegaban ni a hablar en otros tiempos, se incluyeron más miradas y se inició un cambio en el consumo cultural. Se desnudaron mundos que eran necesarios conocer para cambar la historia. Para reparar, para unir. Una especie de resignificación del rol del periodista, una oportunidad de aplicar todas sus herramientas. El periodista es la base y soporte de la calidad de los contenidos. El desafío es reinventarse para lograr ser un viento mayor para dar a conocer sus investigaciones, conocimientos, testimonios y conectar a otros con la información. Luego cada uno le dará el formato que desee. Un Gif, un tweet, un artículo, un libro, la estrategia para postear un mensaje en las redes sociales. Con un proyecto independiente o como parte de un multimedio. Cada uno en su lugar bregará por cumplir su función de la manera más honesta, dando lo mejor de sí. En caso contrario, será esa persona la incorrecta, no su profesión.

También la sobreinformación es nuevo desafío. Es una canilla abierta de agua corriente. En esta resignificación de la profesión funcionamos como filtros de agua. Ese es el periodismo actual: entre lucha, relato y denuncia. Sin falsa objetividad, con subjetividades de construcción colectiva. 

Pero con estas líneas no quiero decir que se trabaja sobre un manto de pétalos de rosas. La crisis golpea a los trabajadores de medios de comunicación. Son cientos de periodistas precarizados o sin trabajo debido a que bajo la excusa de “la era digital”. De forma directa o indirecta. Pero no olvidemos que la flexibilización laboral es sinónimo de flexibilización cultural. El desmantelamiento de radios, redacciones, canales de televisión; el reemplazo de periodistas; el empobrecimiento de productos. Y la lista sigue.

Al mismo tiempo son cada vez más los medios que crecen con esfuerzo, con otra mirada de su sostén económico, con comunidad virtual, o financiados por plataformas de donaciones. Cuesta, y se rema con la fuerza de la búsqueda de la verdad, de comunicar y mantener la lucha.

En esa ambigüedad vamos y venimos. Damos vueltas y estamos mirando hacia delante intentando esperar entender el rumbo de nuestra profesión.

La lucha es una constante en el rol del periodista. La primera que enfrentamos es la lucha interna por la elección de los temas que presentará en un sumario; el enfoque; el formato, y miles de luchas más. Quizás el periodismo deba mirarse -desde el rol que se ocupe- como un expansor social. Un generador de despertares. A veces más curiosos, otras veces más dolientes, hasta bizarros, porque también vale reírse de la realidad. Abrir los ojos. Hablar, conectarnos. Cueste lo que cueste. Eso también es parte de nuestra profesión. Sin abandonar la lucha, pese a todo.

 

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