Unos zapatos de taco aguja tropiezan al salir de la escalera mecánica de la estación Bolivar del Subte E en la Plaza de Mayo. Pierden el paso con las cenizas y los restos de las fogatas que sirvieron para refugiar a quienes pasaron la noche allí. Van rumbo a algún edificio de la city porteña en un escenario que no es como el de todos los días.
Algunos fuegos, todavía vivos, calientan las pavas quemadas de los hombres y mujeres que comparten su desayuno en los distintos grupos de carpas de las organizaciones piqueteras. Hay hambre porque hubo mucho frío. "Tengo la voz tomada", explica Ramón del CUBA-MTR. Su testimonio es muy similar al de todos los presentes con los que habló Big Bang, y refleja la difícil realidad económica de quienes menos tienen en Argentina.
"La situación es complicada, el aumento de tarifas, los alimentos", describe el hombre de Merlo, y asegura que "con suerte" puede comer carne una o dos veces al mes. Su presente de lucha y abnegación contrasta con sus expectativas: "no vemos salida en el corto plazo".
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Si bien todavía falten algunas horas para que se levante el acampe, la decisión se ve venir. Algunos comienzan a desarmar las carpas y otros barren y juntan la basura en montículos. "Hay que dejar todo limpio porque sino después dicen que somos unos roñosos", se jacta una señora con la escoba en mano.
Los residuos son inevitables porque, unas horas atrás, miles de manifestantes cenaron en cada una de ollas populares que las organizaciones pusieron en pie, con el objetivo de poder alimentar a los miles que se acercaron. "Siete comedores nos facilitaron la comida", detalla Valeria del MST Teresa Vive, la encargada de hacer "un rico guiso de arroz con pollo" para sus compañeros. Ella describe lo que vive todos los días en José C. Paz. "Cada vez más personas vienen a nuestros locales, gente con trabajo, pero que no le alcanza para vivir porque lo que cobra es poco".
Los dirigentes más reconocidos de las organizaciones también pasaron la noche en el lugar. "No sabíamos si íbamos a terminar con algún enfrentamiento, porque nos pusieron mucha infantería por el lado de Rivadavia. Aunque por suerte se llegó a un acuerdo", relata Monica Sulle, referente del MST y con una trayectoria de lucha que viene desde la última dictadura militar. "A pesar de que el viceministro de Desarrollo Social Gustavo Aguilera dijo que hacemos un acampe acá porque no nos da hacerlo en la 9 de Julio, ya demostramos que no es así. Y nos da cada vez más, porque cada vez hay más necesidad".
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La figura más buscada del acampe es el piquetero con más horas de televisión en los últimos meses: Eduardo Belliboni del Polo Obrero. A su alrededor, como si fuera una estrella, están algunas de los popes de su partido, como el legislador porteño del Frente de Izquierda Gabriel Solano. Ante el pedido de Big Bang de unas palabras con él, no duda en responder.
"La pasamos mal a la noche, pero templándonos porque el plan de lucha va a seguir, porque no es posible aceptar el hambre en la Argentina", reclama el dirigente. "La gente está muy enojada, con mucha bronca con un gobierno que prometió cambiar un ajuste y lo cambió por otro más profundo, y van pasando ministros y se va profundizando el ajuste. Ninguno viene con una propuesta para los trabajadores, sino que todos están pensando cómo satisfacen los reclamos del campo, de los grandes productores agropecuarios, de los que reclaman más dólares. Nunca hay una propuesta para los sectores populares". Ni bien termina de hablar, lo vienen a buscar, porque ya es el momento de decidir si el acampe continúa.
Las organizaciones de desocupados otra vez llevaron la realidad del conurbano bonaerense a las puertas de la Casa Rosada, y frente a una gestión que, desde que asumió, brilló por su ausencia en la agenda de quienes menos tienen.