03 Agosto de 2021 18:32
Pasó un límite. Tras su ataque misógino contra Florencia Peña, el diputado de Juntos por el Cambio, Fernando Iglesias, ha recibido incontables mensajes de repudio. Parece que esta vez, su machismo no se saldrá con la suya. Por eso, mientras ya se evalúa la exclusión de la Cámara de Iglesias y también de Waldo Wolff, varias personalidades y organizaciones enviaron mensajes de apoyo a la actriz.
Hace pocas horas, el colectivo de mujeres sobrevivientes del centro clandestino de detención y exterminio ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) repudió los violentos tuits del diputado, donde catalogó como “escándalo sexual" a la reunión que la conductora mantuvo con el presidente Alberto Fernández en la Quinta de Olivos, durante mayo de 2020, en plena cuarentena por la pandemia de coronavirus.
El comunicado, titulado Nunca más sobre nuestros cuerpos, comienza de la siguiente forma: "Hace 45 años, las mujeres militantes políticas y sociales éramos secuestradas por las Patotas de la Dictadura Cívico Militar y antes de matarnos muchas fuimos los juguetes sexuales de estas patotas".
Y continuaron: "Ver y escuchar a políticos como Wolff o Iglesias mentir, desprestigiar e insultar a mujeres como Florencia Peña nos vuelve a aquellos atroces momentos. Flor por suerte tiene un micrófono para denunciarlos y hacer su descargo, hay aún muchísimas mujeres que no lo pueden hacer por que no tienen esa posibilidad y por eso mancomunadamente y sororamente tenemos que hacer un circulo de mujeres para cuidarnos, para defendernos".
Por otro lado, siguen: "Nos preguntamos, ¿por qué hay que seguir digiriendo esto de hombres públicos que no se retractan y además se burlan de su propios dichos? Nosotras que hemos vivido esto en nuestros cuerpos y las miles que no lo pueden decir porque después las mataron, brindamos todos nuestro apoyo a quienes fueron agredidas y pedimos al presidente de la Cámara de Diputados que le aplique las medidas sancionatorias máximas".
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Sin dudas, este grupo de mujeres saben muy bien lo que es la violencia machista, el uso de poder y el abuso sexual porque lo tuvieron que sufrir en carne propia cuando fueron secuestradas por las patotas de la última dictadura cívico-militar. Las detenidas-desaparecidas de cada centro ilegal de detención contaron las horribles experiencias que afrontaron durante aquellos tiempos.
En ese sentido, las periodistas Miriam Lewin y Olga Wornat investigaron sobre ese tema en Putas y guerrilleras. Crímenes sexuales en los centros clandestinos de detención. En el prólogo de la última edición, la antropóloga y militante feminista Rita Segato escribió sobre el concepto de femigenicidio: “Se trata de crímenes impersonales que afectan a una gran cantidad de víctimas, a partir de un número menor de mandantes y son ejecutados por quienes obedecen a esos mandantes. Aquí la violación y la destrucción del cuerpo de las mujeres se revela como arma de guerra. Los crímenes sexuales son plenamente públicos y políticos. Son, como se los considera en Guatemala, crímenes sexuales del Estado”.
Durante ese libro, Lewin y Wornat repasaron los distintos casos de abuso sexual que vivieron en los calabozos de la ESMA y otros centros clandestinos de detención. En Putas y guerrilleras también relataron la historia de Sara Osatinsky, Quica; quien pudo denunciar las violaciones que sufrió cuando estuvo secuestrada. Otras mujeres continúan desaparecidas y no pudieron dar testimonio de lo que sufrieron.
En los juicios por crímenes de Lesa Humanidad que aun continúan contra ex represores, las denuncias de violaciones sexuales por parte de mujeres se repiten. En una entrevista, Lewin relató: “El mensaje no era solamente para la mujer. Muchas veces las violaciones se hacían en público o de manera que los varones tuvieran conciencia de que esto estaba teniendo lugar. Esto está confirmado por muchísimos testimonios. Había mujeres que eran violadas delante de sus maridos o pared de por medio. Cuando se efectuaban reconocimientos o visitas en los centros clandestinos, los varones se quebraban no donde habían sido torturados sino donde habían violado a sus mujeres”.
Y completó: “Las reglas variaban según los centros clandestinos: en la ESMA era más refinado el asunto, tenía más que ver con la esclavitud sexual. Había compañeras que eran encerradas en departamentos cerca de la ESMA para ser visitadas por Jorge 'Tigre' Acosta cuando se le antojara abusar de ellas. En la Cueva de Mar del Plata las mujeres eran para los suboficiales y los bienes materiales eran el botín de guerra para los oficiales. En la ESMA, si un suboficial abusaba de una prisionera era castigado porque los cuerpos de las mujeres eran solamente para los oficiales”.
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En el libro de Mariana Carabajal, Yo te creo, hermana, la propia Lewin, que estuvo secuestrada secuestrada en el Centro Clandestino de Detención Virrey Cevallos de la Fuerza Aérea desde el 17 de mayo de 1977 hasta el 27 de marzo de 1978, cuando fue transferida a la ESMA, relató lo que sufrió. “Percibía que era un salón grande, con muchos participantes en esa especie de misa negra, de ceremonia diabólica, en la que algunos me gritaban con cuántos tipos me había acostado, en cuántas orgías había estado, cuántos abortos me había hecho. Y otro me acariciaba la cabeza y la mano y me decía si colaborás no te va a pasar nada”.
Y agregó en ese fragmento del libro: “Y otro me mostraba su pene, y me decía, te vamos a pasar uno por uno por hija de puta, y hacía observaciones sobre mi cuerpo, que parecía que tenía mejores tetas o culo que las fotos, y que estaban desilusionados. Gritaban, me insultaban, me golpeaban. Después empezó la picana, picana en la vagina, en los pechos, el submarino seco y la ruleta rusa, simulaban que me disparaban, me decían que me iban a volar la cabeza, que me iban a matar, y uno me descubrió los ojos y me dijo: mírame bien, yo soy el dueño de tu vida y de tu muerte. Yo decido si te morís o no”.
En otro capítulo, Lewin le relató a Carabajal: “Yo estaba resignada a que me iban a torturar desnuda y también a que me iban a violar. Para mí era natural. Pero tenía más naturalizada la violación que la tortura. La entendía como una pulsión más humana. Me taparon los ojos con un pedazo de neumático. El olor era acre. Desnuda tenía un poco de frío”.
Y completó: “Lo peor de toda esa época fue el aislamiento. Diez meses absolutamente sola, únicamente me venían a traer la comida. Al principio, también a interrogarme, después de un tiempo ya no más. Llamarme “puta” era una constante. Sufrí, como otras mujeres, la humillación de tener que ir al baño con la puerta abierta y bañarme delante de los secuestradores. Los que ellos querían era que nosotras no nos rebeláramos contra ese rol tradicional de la mujer. Ellos veían que las mujeres en las organizaciones armadas no tenían ningún apego por la familia”.
El machismo tiene que llegar a su fin.