Chiara Páez fue asesinada por su novio en la localidad de Rufino, en la provincia de Santa Fe, el domingo 10 de mayo de 2015. La adolescente de 14 años estaba embarazada de 2 meses, y durante las horas que estuvo desaparecida, todo el pueblo la buscó.
El femicidio cometido por el agresor Manuel Mansilla, quien fue condenado a 21 años de prisión en 2017, generó tal enojo en la sociedad, que el caso desató la primera marcha nacional Ni Una Menos, donde la gente salió a pedir justicia por Chiara y a solicitar un alto en la violencia machista.
Ese 3 de junio de 2015, la gente se mostró indignada, y cientos de mujeres en toda la Argentina, e incluso en otros países, salieron a la calle con carteles que llevaban la foto de Chiara, y un pedido de justicia. Después de supo que asistieron más de 300.000 personas.
La principal convocatoria fue para el Congreso de la Nación, aunque el enojo fue tal, que más de 80 ciudades de la Argentina se sumaron al reclamo.
Esa noche también se leyó un documento donde se detallaban datos sobre la situación de violencia contra las mujeres en Argentina y en el que se planteaban algunos reclamos: el principal tenía que ver con la implementación del Plan Nacional de Acción para la Prevención, la Asistencia y la Erradicación de la violencia contra las mujeres, que establece la Ley 26.485.
Según las pericias, el asesinato de Páez ocurrió durante los primeros minutos del domingo 10 de mayo, cuando la adolescente llevaba desaparecida algunas horas. El sábado, la víctima había dicho en su casa que se iba a lo de una compañera de la escuela, y cuando estaba allí, decidió salir para encontrarse con su novio, el último que la vio con vida.
Como no había señales de la joven, su familia decidió hacer la denuncia, y poco tiempo después casi todo el pueblo de Rufino estaba en la calle para buscarla, y esa misma madrugada el fiscal dio la orden de búsqueda, por lo que para el mediodía ya había varios escuadrones que iban a pie y otros a caballo.
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A pesar de la buena predisposición de la gente, poco después se descubrió que la víctima había sido asesinada a golpes y enterrada en el jardín de la casa de su novio, lugar donde toda la familia hacía un asado en el momento en que los investigadores llegaron para registrar la propiedad.
Durante toda la búsqueda nadie sospechó de Mansilla, porque incluso el joven se mostró siempre muy dolido por la desaparición de su novia, y hasta la familia del chico llamaba a la de Chiara para ofrecer su ayuda.
Aunque Mansilla confesó lo que había hecho en el momento en que la policía llegó a su vivienda, el papá de la adolescente siempre creyó que la familia del femicida lo había ayudado a esconder el cuerpo de su hija, e incluso llevó sus inquietudes ante la Justicia, donde no se pudieron recabar las pruebas necesarias en contra de ellos.
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Después de haber incurrido en contradicciones, finalmente Mansilla dijo que luego de haber matado a Páez con una escuadra, él mismo hizo un pozo en el fondo de su casa y que hasta allí la arrastró solo.
Mansilla fue condenado en junio de 2016 y un año después, cuando ya era mayor de edad, se estableció que debía cumplir una pena de 21 años de prisión. De hecho, actualmente se encuentra detenido, pero como su abogado apeló la condena, desde hace tres años esperan los papás de Chiara esperan que la Corte Suprema de Justicia de la provincia confirme o modifique la pena.
Durante la investigación, el chip del teléfono de la víctima nunca apareció, aunque sí lo hizo su celular, desarmado y esparcido por diferentes lugares. Según los jueces que analizaron el caso, que el menor ocultara el lugar donde estaba el cuerpo de su novia e intentara también esconder pruebas, y el hecho de que además haya fingido un almuerzo familiar al lado del pozo donde había enterrado a la joven, fue fundamental para agravar su pena.