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El mito de los afrodisíacos: construcción cultural y efecto psicológico

El campo de la sexología remarca que las funciones afrodisíacas que se les atribuyen a algunos alimentos no tienen ningún asidero científico.

14 Febrero de 2017 13:42
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El chocolate relaja y predispone a entregarse al erotismo. El ginseng brinda vigor a los órganos sexuales masculinos y las frutillas estimulan el sistema endócrino y lo preparan para el amor. Durante cientos de años, la humanidad vivió creyendo que algunos alimentos tenían efectos directos sobre la sexualidad. 

No existe base científica para afirmar las propiedades afrodisíacas de los alimentos.

Sin embargo, lo cierto es que no existe ninguna base científica para afirmar que las propiedades afrodisíacas sean algo real y tangible. 

De hecho, el sexólogo Juan Carlos Kusnetzoff se asombra de que "todavía algunos mitos ancestrasles, que no tienen nada que ver con la ciencia, se sigan repitiendo". 

Efecto psicológico

"No existen alimentos afrodisíacos", niega contundentemente el especialista en charla con BigBang. "El efecto es quizás cultural, afectivo y psicológico. También hay magia por las formas: algunas frutas o verduras toman la forma de un falo, y la ostras asemejan la forma del órgano sexual femenino en incluso en algunos lugares las laman 'conchas'".

Para Kusnetzoff, el nacimiento del concepto de afrodisíaco tiene que ver con momentos culturales durante los cuales la sexualidad humana encontró represiones y los impulsos fueron obligados a ocultarse.

"Lo sexual era muy abierto para griegos y romanos. En el esquema platónico, la cúspide da al cielo pero la base eran los sentidos. Pero cuando apareció la religión católica, la base de los sentidos era fronteriza con el subsuelo y a eso se le llamó infierno", explica el sexólogo. 

Para Juan Carlos Kusnetzoff, el concepto de afrodisíaco nace de factores culturales.

Así, fue justamente al lugar del pecado donde fueron a parar, según Kusnetzoff, "todos los sentimientos y sensaciones relacionados con el placer sexual". Y la idea de afrodisíaco nació, entonces, paralela a la de la represión del erotismo como una forma de manifestación velada.