El olor es insoportable. Tan fuerte que provoca náuseas y despierta el deseo de vomitar, de salir de allí. Durante años, ese lugar fue depósito de los residuos de más de 300 personas. Ese espacio donde se mezclan la basura, animales muertos y olor a humedad supo alojar a más de 250 familias que fueron tomando el predio, y lo convirtieron en su casa mientras el Estado miraba hacia otro lado.
Es el Elefante Blanco, un monumento al olvido de 12 pisos, que la semana pasada fue epicentro de un pomposo anuncio: será demolido y parte del terreno se utilizará para la construcción del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat de la Ciudad. Otro sector será un gran parque para los vecinos de Ciudad Oculta, la villa lindera con la vieja construcción ubicada en Piedra Buena y Eva Perón, pleno corazón de Lugano.
Desde el aire. Así se ve el Elefante Blanco.
Sólo podría asemejarse al edificio del Hospital de Clínicas. La historia del Elefante Blanco se remonta a la década de 1920. Por esos años, el senador socialista Alfredo Palacios propuso la construcción de un enorme hospital que se dedicaría a combatir la tuberculosis. La promesa no era menor. Una vez finalizado, sería el centro de salud más grande de América Latina.
A fines de la década de 1930, el proyecto quedó paralizado. Fue Juan Domingo Perón quien reactivó las obras en sus primeras presidencias, pero ni bien tomó las riendas del país la Revolución Libertadora tras el golpe de Estado de 1955, volvieron a ser frenadas. Un destino similar corrió el viejo albergue Warnes: su construcción también fue abandonada y también fue tomado por cientos de familias. Sin embargo, aquel edificio -también pensado por el gobierno de Perón-, fue derrumbado en 1991.
Ropa sucia afuera. Las prendas cuelgan de una de las ventanas interiores.
Al Elefante Blanco sólo le quedó la cáscara. Ni cloacas, ni ascensores, ni ventanas, ni pintura. Mucho menos quirófano, enfermería, camillas, pacientes o médicos de ambo blanco. Ningún Gobierno reactivó las obras, más bien todo lo contrario: se hizo lo posible para paralizarlas. En lugar de hospital, se transformó en aguantadero. Además de ser habitado por familias, había bandas que vendían y consumían droga en el interior.
Tras el anuncio de la semana pasada, en el que estuvieron presentes el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y los ministros Franco Moccia (Desarrollo Urbano) y Guadalupe Tagliaferri (Desarrollo Humano y Hábitat), BigBang recorrió el edificio en el que, desde hace semanas, ya no vive ningún vecino, y es custodiado por integrantes de una cooperativa que trabaja con el Gobierno porteño.
“Por acá nunca vine. Mirá los lugares a donde me hacés entrar”, lanza Tagliaferri. La ministra, en efecto, nunca había accedido al espacio con peor olor del viejo edificio. Allí iban a parar los residuos de todos los habitantes. “Este era un lugar donde no se podía respirar. Era impensable que las familias pudieran seguir viviendo acá”, dice. Si se mira hacia el cielo, se verá una mole gris, con ropa que cuelga de una improvisada ventana. En el suelo, basura, mugre, charcos de agua y una vieja pelota de fútbol.
Doce metros de residuos, agua y animales muertos debieron ser retirados con máquinas especiales.
La Ciudad recibió en 2011 el viejo edificio de manos del Estado nacional, luego de que en 2007, el entonces jefe de Gobierno porteño, Jorge Telerman, lo cediera a la Fundación Madres de Plaza de Mayo como parte del programa Sueños Compartidos, de construcción de viviendas populares, que luego derivó en una serie de investigaciones judiciales.
“Así lo recibimos nosotros en 2011”, dice la ministra. Al combo de contaminación, decadencia y olvido, se le suma un detalle para nada menor: en aquel entonces lo habitaban ochenta familias que vivían en la extrema pobreza. Todavía hoy quedan las marcas de los ladrillos con los que hicieron una suerte de “loteo” dentro del propio edificio. “Kuki y Aldy, te amo”, puede leerse en un corazón pintado en una pared.
Las paredes que hablan. Así quedó el Elefante Blanco.
EL RODAJE
Por una especie de balcón, Julián (Ricardo Darín), le explica a Nicolás (Jérémie Renier) cuál era la composición del edificio. Describe parte de la historia y los conflictos en los que están envueltos. “Elefante Blanco”, la película de Pablo Trapero estrenada en 2012 relata la historia de dos curas tercermundistas que conviven con los problemas de Ciudad Oculta, la villa ubicada en el límite entre Mataderos y Lugano, ubicada justo detrás del edificio abandonado. Gran parte del film se filmó allí adentro, y aunque es ficción, tiene un anclaje en una realidad concreta.
Cuando la semana pasada Darín se enteró que el Elefante Blanco sería derrumbado se emocionó. “Estuve muy movilizado por la noticia, me remueve todas las voces de mujeres, hombres y chicos con los que convivimos tres meses en el rodaje. Fue muy fuerte, me llevé un gran aprendizaje”, reflexiona el actor ante BigBang. La filmación se llevó a cabo en pleno verano, con temperaturas cercanas a los 40 grados. “El olor era tremendo, producto de la sensación térmica. Pero también se ve la convivencia de los chicos con los animales, hay muchas ratas, producto del hacinamiento”, describe.
En "Elefante Blanco", Darín interpreta a un cura villero que trabaja en Ciudad Oculta.
Darín espera que la decisión del Gobierno porteño “sea prudente” y que todas las familias sean relocalizadas. La promesa del Ejecutivo es que en todos los casos se brindaron soluciones habitacionales. Sin embargo, aún continúan las negociaciones con un grupo reducido de familias que construyeron sus casillas en los alrededores de la mole de cemento.
- ¿Cómo fueron esos meses de rodaje?
- Fue una experiencia muy fuerte, enriquecedora. Lidiamos con los problemas que tiene un rodaje, pero pasando por muchas instancias: la productora tuvo el tacto y la delicadeza de intentar un vínculo directo con los vecinos. Nos encontramos con mucha gente trabajadora, humilde y decente, que acarrea el estigma de vivir en ese lugar: cuando intentan conseguir trabajo o un crédito no pueden poner dónde viven porque eso los anula automáticamente.
La destrucción comenzará en agosto. Será "a pico y pala".
Cuando me enteré, me movilizó mucho. Fue muy fuerte el rodaje.
Incluso relata que, en pleno rodaje, se enteraron que debajo del Elefante Blanco hay subsuelos donde se colocaron calderas para abastecer a todo el complejo. “Me comentaron que hubo una expedición para intentar tener acceso a ese sector, para rescatar las calderas, que se hacían con bronce y parecía que había una fortuna”, relata el reconocido actor.
Darín recuerda que la intención de la productora no era “invadir” el lugar, sino “cohabitarlo”. “Entramos en contacto con gente fantástica, como las Madres del Paco, que veían a sus hijos tirados en la calle, consumiendo. La producción le dio trabajo a la gente. Me mandaron una carta que me emocionó, donde decían que habíamos hecho por ellas mucho más que los funcionarios”, dice el actor. Y remarca: “Hay salidas posibles, atacando los problemas de una forma más inteligente, investigando, hablando. Muchos pibes que están en el paco terminan pegados a esa situación por la falta de actividad”.
EL PROYECTO
Tagliaferri señala que el edificio se encuentra en el mismo estado en el que quedó abandonado a mediados de la década de 1950. No corre riesgo de derrumbe, pero su situación es crítica por dentro. Una cooperativa se encarga de “proteger” el lugar. Colocaron luces y fueron quienes se encargaron de ir derrumbando las escaleras a partir del segundo piso para evitar nuevas intrusiones. Antes, las personas que llegaban estaban distribuidas por todo el edificio. “Las familias se fueron relocalizando, otras están dentro de Ciudad Oculta”, dice la funcionaria porteña respecto a las tareas previas al anuncio de demolición.
Abandono. Así luce por dentro hoy el Elefante Blanco.
“En cada uno de los casos se va evaluando si reciben un subsidio, en otros casos es que a las familias les faltan la documentación y se les facilitan herramientas. En algunos casos pudieron aplicar a un crédito del Instituto de la Vivienda. En otros tienen un terreno en otro lugar y necesitaban que los ayudemos con un flete”, agrega. Cuando tiraron abajo las escaleras, las familias se ubicaron en los primeros pisos. Esa “obra” dentro del edificio se llevó a cabo luego de la muerte de un niño, Nahuel Toledo, que cayó por el hueco del ascensor desde el piso 12 el 18 de agosto de 2012. Por esa muerte, el fiscal José María Campagnoli intimó a la Ciudad a informar el estado concreto del edificio.
Para Darín, la destrucción de las escaleras tiene dos lecturas: por un lado, habla de “mezquindad y falta de sensibilidad social”. Por el otro lado, dice que hay un poco de “buena leche”: “Intentaron hacer eso para que no se convirtiera en una trampa mortal”. Y remarca, sin dudarlo, que allí adentro ocurrieron cosas tremendas durante mucho tiempo.
El subsuelo del edificio está envuelto en basura y animales muertos.
En 2014, un informe de la Defensoría del Pueblo porteña señalaba que el edificio era ocupado por 312 personas. Casi la mitad eran niños y adolescentes. En total, según los datos, había 75 casillas. Ahora, desocupado y con unas pocas luces frías, comenzará a ser demolido a pico y pala desde el mes que viene. Para eso, explican desde el Ministerio de Desarrollo Humano, se “recubrirá” el sector que da a Ciudad Oculta, para evitar que las tareas afecten a las viviendas cercanas, que están ubicadas, en algunos casos, apenas a cuatro metros. Esa es la razón por la que no se implosión, como ocurrió con el albergue Warnes.
Una vez que se derrumbe el edificio, comenzará la construcción de la nueva sede de la cartera de Desarrollo Humano y Hábitat, que sólo ocupará un sector de 17.700 metros cuadrados, a diferencia de los casi 63.000 mil que ocupa hoy el edificio. Será una obra de tres pisos, “inteligente y sustentable”, que contará con servicios del Gobierno porteño en la planta baja, que mirará hacia la avenida Piedra Buena, y que prometen que finalizará en marzo de 2019.
Proyecto. Así lucirán el parque público y el nuevo edificio que reemplazará al Elefante Blanco.
Detrás, habrá un gran parque público para los vecinos de Ciudad Oculta. La decisión de que sea una construcción de tres pisos fue definida en base al entorno: Ciudad Oculta - conocida como Villa 15 -, es un asentamiento de casillas bajas. Paradójicamente, el barrio, al igual que el Elefante Blanco, también comenzó su historia en los años '30, cuando el Mercado de Hacienda, ubicado en Mataderos, comenzó a crecer al igual que los frigoríficos cercanos y muchos trabajadores se ubicaron en la zona.
Abandono y olvido. El segundo piso del Elefante Blanco, el hospital que nunca fue.
La salida del Elefante Blanco tampoco es sencilla. Es viernes por la tarde, diluvia y el barro gana terreno, sobre todo en los sectores de la planta baja, la escalinata y las veredas. El viejo edificio queda detrás. Para todos los que a diario transitan o viven en la zona ya se volvió un paisaje habitual. Sin embargo, no deja de llamar la atención esa mole en medio de un barrio con necesidades urgentes e insatisfechas. El Elefante Blanco queda allí, en el horizonte, y hay que transitar varias cuadras hasta dejar de verlo a lo lejos. Quieto, estático, como un viejo monumento al abandono y el olvido.
AgustinGulman