La vacunación masiva y los cuidados sanitarios fueron determinantes para la baja de contagios de coronavirus. Por eso, el Gobierno Nacional dio inicio a una nueva etapa de flexibilización de restricción y aperturas de diversos de distintos tipos. De a poco, Argentina comienza a dejar atrás la pandemia e ingresa en la nueva normalidad.
En ese escenario, la educación en la mayoría de los niveles regresó a la presencialidad. Es decir, los alumnos dejaron en el olvido las clases virtuales y las “burbujas” para ocupar las aulas como sucedía hasta marzo de 2020. Pero una queja comenzó a rondar entre los sectores políticos y periodísticos de la oposición: “las universidades siguen cerradas”.
En primer lugar, eso es falso. Desde el comienzo de la pandemia, la mayoría de las universidades públicas se adaptaron y brindaron clases virtuales. En segundo lugar, como tales, las universidades tienen autonomía propia. Eso quiere decir que se autogobiernan y no responden al poder político.
Lo cierto es que en medio de la polémica entre la presencialidad y la virtualidad, las autoridades y docentes de una institución modelo de Argentina y América Latina ya piensan en el futuro de la educación. Es que en medio de la pandemia de COVID-19, la Universidad de Buenos Aires creó e instauró una serie de cambios que llegaron para quedarse.
Para explicar cómo será la nueva realidad en las universidades, cuáles fueron las novedades que dejó la experiencia de la virtualidad y cuáles los beneficios después de dos años de clases virtuales, BigBang charló con María Catalina Nosiglia, secretaria de Asuntos Académicos de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
-Desde ciertos sectores políticos y periodísticos hay muchas críticas por la tardanza en la vuelta a la presencialidad en las universidades, ¿cómo recibe esas opiniones?
-A mí me parecen que son críticas que no son justas porque, en realidad, durante casi dos años académicos, la mayoría de las universidades, yo puedo hablar por la Universidad de Buenos Aires, hemos hecho numerosas tareas e inversiones para capacitar a nuestros docentes y para mejorar la infraestructura. En el caso de la UBA, abrimos campus virtuales, más de 5.000 aulas virtuales, capacitamos a más de 20.000 docentes en estos dos años, invertimos recursos para garantizar la conectividad y un tráfico más robusto de todas nuestras prácticas que se hicieron en los campus virtuales. Por lo tanto, se hizo muchísimo durante estos dos años.
-¿Entonces hubo muchos cambios en favor de la educación?
-Se han hecho un montón de avances en lo que es la incorporación de las tecnologías de la información y la comunicación a la enseñanza como nunca antes se había hecho en los últimos años. Antes de la pandemia, sólo el 3,6% de la enseñanza de grado era virtual en Argentina. Por lo tanto, había una muy poca vinculación de la virtualidad en la enseñanza. A pesar de que hacía muchos años estaba disponible todas las nuevas herramientas, tecnologías y dispositivos que se podían aplicar a la innovación en la enseñanza. Pero sólo la pandemia hizo que esto se hiciera de manera tan masiva y tan rápida. Para mí, esto es un valor enorme.
-¿Hay una dicotomía entre la presencialidad y la virtualidad, o son dos nuevos factores que llegaron para convivir en la educación?
-Se plantea esta situación de la presencialidad o la virtualidad como dos polos opuestos o dicotómicos. Y no es así. Lo que vamos a hacer es incorporar las mejores herramientas de la presencialidad y las mejores experiencias de la virtualidad. Lo que uno debería pensar es que el año que viene, el modelo de todas nuestras universidades recojan las innovaciones producidas durante estos dos años. Porque si no queda que la presencialidad es buena de por sí y la virtualidad es mala. Y en todo eso también hay una contradicción.
-¿Por qué?
-Porque antes nos decían que las universidades estaban retrasadas porque no habían incorporado a la enseñanza todas las herramientas que nos brindaban las tecnologías de la información y la comunicación. Nosotros ya veníamos con muchísima experiencia en estas materias porque teníamos, primero, el programa UBA XXI, que fue el primer programa de educación a distancia de la Argentina y fue creado hace 35 años. Nosotros ya enseñábamos el Ciclo Básico Cómun (CBC) hace 35 años. Por lo tanto, lo veníamos mejorando desde hacía mucho tiempo. Antes lo enseñábamos a través de material impreso, radio y televisión porque no existían Internet en aquel entonces. Ese es un programa modelo y en este momento tenemos 100 mil inscripciones navegando por nuestra aula virtual.
-¿Y el otro caso?
-Por otro lado, hace 10 años, creamos el Centro de Innovación en Tecnología y Pedagogía, el CITEP, que fue creado para ir formando y capacitando a nuestros docentes para enriquecer la enseñanza, incorporando esos recursos. El CITEP trabajó más que nunca durante estos dos años, en los que hemos capacitado a más de 20.000 docentes. Además, en la pandemia, creamos un micrositio que se llama CITEP Covid, para ayudar a nuestros docentes a poder transformar la enseñanza presencial en enseñanza virtual, tratando de que tuviera la mayor calidad posible en el contexto de tanta urgencia. En ese micrositio, se ven un conjunto de documentos que escribimos para acompañar a nuestros docentes, un conjunto de herramientas para mejorar sus aulas, es decir, un trabajo enorme. Pareciera ser que durante estos dos años no se hizo absolutamente.
-¿Cómo describiría esos cambios que se hicieron durante la pandemia?
-En la pandemia, la UBA ha hecho la mayor revolución de la enseñanza. Lo que pasó en la UBA fue revolucionario. Porque sólo en los momentos de crisis se hacen las grandes revoluciones. O si no, la universidad tiende a ser una institución bastante tradicional. Hemos hecho un montón de innovaciones. Por supuesto que no es parejo entre todas las unidades académicas. Nosotros ya veníamos trabajando en la incorporación de la tecnología a la enseñanza, hace más de 35 años, lo que pasa es que nunca hubiéramos imaginado esta generalización en tan poco tiempo. Y pienso que estuvimos a la altura de la circunstancias.
-¿Cómo se imagina la universidad para el año 2022?
-El desafío para el año que viene es pensar la universidad en contextos que van a ser híbridos. A mí lo que me gustaría es que en 2022 la universidad no sea la misma de hace dos años. La universidad tiene que incorporar estas innovaciones porque no quiere decir que volver a la presencialidad va a ser bueno por sí mismo. Entonces nosotros que estamos pensando alternativas en donde se van a combinar, probablemente, presencialidad con enseñanza a distancia y con actividades híbridas.
-Queda en claro que salvo para las materias prácticas, el resto puede cursarse sin problemas con la combinación de ambos modelos.
-Obviamente hay materias por las cuales son necesariamente presenciales que implican el trabajo con seres humanos, con seres vivos o la manipulación de objetos, pero va a haber algunos tipos de materias y algunos tipos de carreras que van a hacerse a través de la enseñanza virtual y otra parte a través de la enseñanza presencial. Lo que hay que esperar es que la universidad, el año que viene, sea bastante diferente de la que teníamos hace dos años. Hay que romper que la virtualidad o la presencialidad son una pareja dicotómica porque eso entró en la grieta de la política y empobreció el discurso pedagógico.
-¿También hubo cambios dentro de la gestión de la enseñanza y en la administración de la UBA por la incorporación de las nuevas tecnologías?
-Eso fue como un efecto secundario. En la UBA, por supuesto que tenemos que hacer ajustes en algunas facultades, pero en este momento, si un alumno quiere obtener su título, se hace completamente digital. Empieza digital, se recibe un PDF con la validación correspondiente, y el alumno ya tiene su título. También se puede retirar en papel, pero porque es una cuestión de tradición y no de necesidad. El PDF que recibe el alumno cuando se termina el trámite, tiene la misma validez que el título en papel. Y eso se hizo en los últimos dos años. Para obtener el título, el alumno no tiene que ir a la universidad. También se mejoró la cuestión administrativa en todo sentido. En la UBA no hay más expedientes en papel. Son todos expedientes electrónicos. Cualquier trámite se hace de manera digital
-¿Cómo definiría todos estos cambios?
-Como una revolución. Es una revolución que no se está teniendo en cuenta. Esto es una cuestión muy positiva. No vamos a volver atrás. Tenemos que terminar de capacitar al personal no docente. Por todo eso, no se le da el mérito suficiente a la gran transformación que hubo en la UBA y que se dio por efecto de la pandemia porque si no no hubiera ocurrido.
-¿Hubo sorpresas en el medio de esos recorridos? Le pregunto a en relación a las materias como arquitectura o diseño que, a priori, uno piensa que no podían trabajar a distancia.
-Sí, que las hubo. En el campus de FADU, la Facultad de Arquitectura y Diseño, se ve todo. Ahí se pensaba que no se podía enseñar a distancia de manera digital. Ahora uno entra a su campus y es impresionante la belleza y el diseño de lo que han hecho.
-¿Y cuáles son los próximos pasos en la UBA?
-Estamos manteniendo charlas con los docentes para repensar nuestros nuevos contextos, donde cambiaron las temporalidades y los hábitats, donde la experiencias se ha multiplicado y distribuido. Porque uno puede seguir estudiando a través de un video, a través de un podcast. Se han hecho unos cambios enormes porque ahora los estudiantes tienen disponibilidad permanente de materiales y recursos multimodales interactivos en el campus. Antes el profesor dejaba de hablar o uno había faltado, y no se podía recuperar eso. Por otro lado, los docentes podemos seguir nosotros cada uno de los trabajos que los alumnos hicieron en el campus. Por otro lado, la creación de contenidos y materiales digitales utilizando lenguajes multimodales ha promovido la posibilidad de construir una diversidad cognitiva en el acceso y en la difusión de materiales.
-La universidad se adaptó a la generación de los jóvenes que llegan a la universidad y les brindó nuevas herramientas.
-Efectivamente. Se ha fomentado la construcción de recorrido más personales en la enseñanza con diversificación y personalización de la temporalidades. Por si vos no tuviste tiempo, lo ves después. Además hay cada vez más posibilidades de hacer autogestión de tu propio aprendizaje. Me parece que no se está evaluando la oportunidad que esto significó. No sé qué hicieron otras universidades. Pero sé lo que hizo la UBA y es impresionante lo que se ha hecho. La universidad que viene no va a ser presencial, ni virtual. Además no va a haber sólo un aula híbrida. Hay varios modelos de contextos híbridos.
-¿Cómo cuáles?
-Nosotros decimos que hay tres modelos de hibridez posible. Los denominamos Simultaneidad, Integración y Paralelismo. Es decir, el primero, un profesor está dando la clase en un aula y un alumno lo puede ver desde su casa. Paralelismo es que un profesor pueda tener a un grupo presencial y a otro que elige hacer la materia de forma virtual. Y la Integración es que una parte de la cursada va a ser presencial y otra parte va a ser virtual. Entonces hay muchos modelos. Y eso dependerá una buena selección pedagógica. La UBA tiene más de 6.000 materias. Vamos a estudiar una por una, vamos a ver la experiencia que tuvo cada docente y haremos una combinación más virtuosa posible para ayudar a nuestros estudiantes y garantizar la calidad.
-¿El nivel de deserción bajó?
-Hay algo más interesante aún. Se ha producido un fenómeno de la cantidad de personas que habían abandonado sus carreras porque tenían edades avanzadas, responsabilidades laborales o responsabilidades familiares, y que ahora han vuelto a la universidad. Se han animado a volver. La matrícula creció entre 2020 y 2021 a más de 20.000 alumnos en la UBA. Es impresionante el crecimiento de la matrícula. Seguramente, en la educación inicial, primaria y media la tragedia de la pandemia fue enorme. Pero en la universidad, y al menos en la Universidad de Buenos Aires, que contamos con recursos, experiencia, innovación, un equipo de pedagogos y docentes, fue una experiencia muy positiva. En medio de todo esto, viendo la avidez que tenían nuestros docentes por capacitarse, creamos una especialización de posgrado que se llama especialización en la enseñanza superior con nuevas tecnologías, y se anotaron más de 400 docentes. El efecto positivo que ha causado la pandemia es increíble. Nos ha hecho repensar la enseñanza y diseñar nuevas estrategias.