El pueblo de San Miguel del Monte late distinto desde aquel sábado 20 de mayo de 2019. La plaza central de la ciudad, las paredes de los pocos colegios, las casas, los negocios, todos están empapelados con las fotos de Danilo Sansone, Camila López, Gonzalo Dominguez y Anibal Suarez, y por supuesto de Rocío Quagliarello, la única sobreviviente.
“La plaza es de los pibes”, pintaron en el semicírculo de cemento del anfiteatro de la plaza central. Allí una serie de carteles, a modo de historieta, cuenta lo que sucedió en la “Masacre de Monte”, donde cinco jóvenes arriba de un Fiat 147 fueron perseguidos por la Policía y colisionaron contra el acoplado de un camión estacionado.
“La Masacre de Monte no es un hecho aislado. La violencia policial es una práctica sistemática del funcionamiento de las fuerzas de seguridad. El Estado es responsable y debe erradicar las condiciones que la hacen posible”, reza uno de los carteles.
Hace cuatro años, la tragedia enlutó el corazón de cada vecino y vecina de San Miguel del Monte. Basta con preguntar sobre lo que ocurrió y la cara de cada uno cambia radicalmente. “Injusto” e “indignante”, son las palabras que repiten.
“Me enteré de lo que ocurrió porque trabajo a poquitos metros de donde fue la Masacre. Se empezó a correr el rumor y ahí nos enteramos todos lo que pasó con los cuatro chicos”, resaltó María Marta, una vecina “nacida y criada en Monte”.
Si tuviera que describir sus sentimientos “rabia” y “tristeza” es lo primero que pasa por su cuerpo. “Eran cuatro chicos inocentes, estábamos en un lugar donde nosotros estábamos muy confiados. Ahí nos empezamos a dar cuenta de que no nos teníamos que confiar tanto de las personas que realmente nos tenían que cuidar”, manifestó a BigBang, mientras apretaba el manubrio de su bicicleta.
Según Marta, el accionar delictivo de la Policía “era un rumor de pueblo”. “Siempre se decía que cuando llevaban a algún detenido a la comisaría ellos tomaban represalias, los maltrataban y ahora terminaron de confirmar el rumor del pueblo. No tuvieron piedad con estos pobres pibes”, explicó.
Monte es un pueblo chico, todo está cerca, la cercanía es tal que todos se conocen entre todos. “Uno o dos eran compañeros de mi hija en la escuela secundaria y habían hecho la primaria”, relató la mujer al terminar.
“Eran pibitos buenos que venían todos los santos días acá (señala el anfiteatro) a rapear. Nunca tuvo que pasar eso. Esto va a quedar para la historia”, dijo Darío Torres que vive hace 58 años en la ciudad bonaerense.
El hombre se hizo las mismas preguntas que desde el 20 de mayo de 2019 intentan responderse los familiares de las víctimas y los vecinos: ¿cómo van a matar a nenitos?¿Cómo van a ir a los tiros?
A pocos días de conmemorarse el cuarto aniversario, un jurado popular, integrado por 12 personas, declaró culpables a los acusados por la Masacre de Monte, en la que murieron cuatro chicos que fallecieron tras la persecución policial a tiros y posterior choque. La audiencia del veredicto comenzó cerca de las 10 de la mañana y finalizó a las 22.30 del miércoles 17 de mayo. La espera se hizo eterna para las familias, que finalmente consiguieron algo de la justicia que buscaron estos cuatro años.
Los policías Ruben García y Leonardo Ecilapé fueron condenados por unanimidad por el delito de “homicidio agravado por el abuso de la función policial y por ser cometido mediante el empleo de arma de fuego” en perjuicio de Danilo, Camila, Gonzalo y Anibal, por lo que recibirán como pena prisión perpetua.
Luego, por mayoría de 10 de los miembros del jurado, los policías Manuel Monreal y Mariano Ibáñez fueron declarados culpables del delito de “tentativa de homicidio agravado por el abuso de la función policial y por ser cometido mediante el empleo de arma de fuego". Este delito prevé una pena de entre 18 y 25 años de prisión. Los cuatro policías de la provincia de Buenos Aires fueron considerados culpables de la tentativa de homicidio agravado por su condición de miembros de una fuerza de seguridad de Rocío, la única sobreviviente de la masacre que tenía 13 años al momento del hecho.
Otros 20 agentes, incluso el jefe de Bomberos, están involucrados en otra causa por encubrimiento. Y otra sigue el espionaje a las familias. La búsqueda de justicia aún continúa.
Todo Monte estaba enojado con los policías. Si vamos a lo que es, todos ocultaban algo, esto era tierra de nadie”
“Me parece una cosa injusta lo que hicieron y por eso tienen que pagar las penas, porque eso no se hace. Me parece bien la condena, tienen que pagar todos. Me dio mucha pena lo que pasó. Todo Monte estaba enojado con los policías. Si vamos a lo que es, todos ocultaban algo, esto era tierra de nadie”, remarcó el vecino.
Juan Alagarañas, es oriundo de Quilmes, se mudó hace 12 años a Monte "por su tranquilidad y aires de pueblo". "Me enteré al otro día por la radio, no lo podíamos creer. Eso fue una equivocación tremenda, una camioneta de esas no puede perseguir a ese autito, es imposible que no lo alcance, me pareció muy adrede", remarcó.
"No creí que esto podía pasar en Monte porque era un pueblo muy tranquilo, nunca imaginamos esta tragedia. Va a quedar para la historia. Una injusticia tremenda", agregó al terminar.
La persecución
Todo comenzó alrededor de las 22 horas del domingo 19 de mayo de 2019. Los paseos nocturnos de los adolescentes eran algo común en Monte y una de las actividades preferidas: juntarse en la plaza municipal a rapear y escuchar música. El primero en salir fue Danilo, saludó a sus papás, agarró su skate y fue a buscar a Gonzalo hasta su casa, que quedaba a pocas cuadras.
“Gonzalo estaba acostado en su habitación y me pidió permiso para ir a la plaza porque vino Danilo a buscarlo. Dejó su patineta, Danilo también la suya. Le dije: 'Sí andá, pero no vengas tarde'”, recordó en diálogo con BigBang Susana Rios, mamá de Gonzalo, al tiempo que miraba sus manos con angustia.
En paralelo, Camila había recibido a Rocío en su casa. Cenaron, charlaron y rieron. La adolescente no le había dicho a su mamá que iba a salir, sin embargo, un rato después se juntaron en la plaza con otros amigos. Lo cierto es que, a la medianoche del 20 de mayo, los cuatro jóvenes estaban juntos en el anfiteatro ubicado en Alem e Yrigoyen, que hoy lleva pintado en sus paredes de cemento.
Minutos más tarde, arribó Aníbal, el único mayor de edad y con licencia de conducir. Llegó en su auto, un Fiat 147 gris. Ni bien estacionó, vio a los chicos y les preguntó si querían ir a la laguna. Era algo habitual y quedaba a escasos metros de la plaza.
El vehículo tenía sus años y le costaba arrancar. Por eso, les pidió a los adolescentes que lo ayudaran a empujarlo. Tras varios intentos, lo lograron. Danilo se subió en el asiento del acompañante; mientras que Camila y Rocío se sentaron atrás junto con Gonzalo.
El plan que prometía ser una salida amena y divertida, le faltaban unos pocos minutos para que se convirtiera en una verdadera masacre. En el auto se dirigieron hacia la zona de la laguna y al iniciar el regreso, una patrulla que iba por la zona, comenzó a perseguirlos.
Mientras pasaban las horas, Susana daba vueltas en su cama, preocupada porque Gonzalo no recibía los mensajes. “Tenía una sola tilde, pensé que se había quedado sin crédito”, relató a BigBang.
Mientras los jóvenes conducían por la ruta 3, se dieron cuenta de que dos móviles policiales los estaban siguiendo de cerca. Eran los oficiales Rubén García, Leonardo Ecilape, Manuel Monreal y Mariano Ibáñez, quienes se acercaban cada vez más. Los jóvenes, nerviosos e intimidados, no entendían bien lo que estaba pasando, ni porqué estaban siendo perseguidos.
“Solamente los jodieron porque tenían una visera y porque no los saludaron. Esa fue la única justificación que nos dieron”, explicó Gladys Ruiz Diaz, mamá de Danilo, a BigBang.
En una imagen de monitoreo de la municipalidad se ve cómo un policía saca su cuerpo por fuera de la ventanilla y comienza a disparar. Uno de los disparos alcanza a Gonzalo.
Al poco tiempo, Aníbal pierde el control y el auto termina chocando contra un camión que estaba estacionado. Según la declaración del chofer, Héctor Monsi, la Policía efectuó al menos cuatro disparos antes del choque y dos más después. Gonzalo, Danilo, Aníbal y Camila murieron, mientras que Rocío fue la única sobreviviente.
“Yo siempre digo que a una madre se le despierta un sexto sentido, sabía que pasaba algo. A su vez ya empezaba a escuchar las ambulancias y después eran las cuatro de la madrugada y dije acá pasó algo. Jamás tardaba así, entonces me fui caminando al hospital, pero no me animé a entrar”, manifestó Susana con la voz entrecortada, recordando que de regreso a su casa se encontraría con la noticia que nunca esperó tener.
Los efectivos quisieron señalar que fue todo "un accidente", luego fue que los jóvenes "querían robar". Los testimonios y la voz del pueblo fueron clave para que se conozca la verdad.
Sobre la colectora de la Ruta 3 hay dos cruces blancas por Gonzalo y por Aníbal y al costado un mural con la cara de cada uno de los jóvenes: “Vuelen alto, mis guerreros”.
“Mi dolor va a estar hasta el último suspiro de mi vida, no siento alivio por la condena, pero sí tranquilidad de que va a haber cuatro menos en la calle que no van a seguir matando pibes”, dijo al terminar la mamá de Danilo.