Viajes al exterior, choferes las 24 horas y salmón en los almuerzos. Y mucho más. Eso es lo que el nuevo ministro de Defensa, Julio Martínez, aseguró haber descubierto en Fabricaciones Militares antes de rescindir los contratos de 140 trabajadores que hasta el jueves estaban en la sede central, ubicada en la Avenida Cabildo 65 del barrio porteño de Palermo.
El desembarco de La Cámpora
La "revolución" llegó a Fabricaciones Militares en el verano de 2011, cuando se nombró como interventor a Santiago Rodríguez, un joven de La Cámpora, de 34 años, que llegaba desde el Ministerio de Producción que conducía Débora Giorgi
Santiago Rodriguez armó una sede camporista K en la institución.
Un dato, que aporta Infobae, sirve para graficar los cambios son los sueldos. El más alto dentro de Fabricaciones Militares ronda los 60 mil pesos, para la categoría A19. La A implica que se trata de un profesional y el número tiene que ver con la carrera.
Antes de que asumiera Rodríguez sólo había cuatro empleados A19 y hasta el ayer, cuando el Ministerio de Defensa echó a 140 empleados, había más de veinte, muchos de ellos de jóvenes sin título que le daban órdenes a ingenieros recibidos que tenían un sueldo bajo y la categoría B.
Las nuevas autoridades de Fabricaciones Militares despidieron a 140 trabajadores de su sede central.
El organismo estaba intervenido desde 2011 cuando el kirchnerismo designó al camporista Santiago Rodríguez. El por entonces ministro de Defensa, Agustín Rossi, ascendió en 2013 al joven de 34 años a secretario de Investigación, Tecnología y Producción. Bajo la intervención, que este verano cumplió cinco años, se contrataron 1.000 trabajadores para todas las sedes. En la principal, la plantilla pasó de 100 a 500 empleados.
La mayoría de los contratados entre 2011 y 2015 habrían sido militantes sub 30 de La Cámpora sin títulos universitarios, pero con sueldos de entre $ 30.000 y 60.000, según Infobae. Así, los camporistas habrían disfrutado de salmón en los almuerzos, choferes a toda hora y viajes al exterior que, con la excusa de visitar ferias internacionales de armas en Brasil, Francia, Israel o China, se hacían eternos.
Pero habría más: las nuevas autoridades habrían encontrado una oficina copada por 30 militantes tuiteros que monitoreaban las redes sociales. Además, en el organismo habría existido una redacción en la que se editaba un diario y tres revistas y un estudio de televisión para grabar spots de campaña. Una escenografía muy distinta a lo que debería ser una clásica fábrica de armas.