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Henry Anglas, maestro del realismo: de tatuar en la Villa 31 a romperla en New York y Europa

BigBang dialogó con uno de los tatuadores más importantes de la actualidad: su estadía en Argentina, su recorrido por los barrios carenciados regalando su arte y los famosos a los que le gustaría tatuar. 

por Alejo Paredes

01 Mayo de 2022 08:00
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Henry Anglas nació el 28 de septiembre de 1982 en Junín, una ciudad ubicada a 4100 metros de altura, en el centro de Perú, y desde muy chico desarrolló una afición por el retrato. Le gustaba, con lápiz en mano, dibujar expresiones y figuras humanas. Fue su amor por el arte la que lo llevó a estudiar la carrera de diseño gráfico hasta que un día decidió dejar todo de lado al descubrir que su pasión por el dibujo la podía trasladar a la piel.

 

Hoy, con 39 años, Henry es uno de los más reconocidos tatuadores en todo el mundo, maestro del realismo y el surrealismo, y multipremiado en América y Europa. "Creo que realmente fue el amor al retrato. Siempre me gustó hacer expresiones y figuras humanas con lápiz. Siempre lo que me gustó fue dibujar retratos, esa complejidad, y cuando me entero que se podía hacer esta técnica en la piel dije "guau, ¡es  impresionante!", le contó a BigBang.

Si bien nació en Perú,  su trabajo lo llevó a recorrer diferentes países del mundo: por casi toda Latinoamérica y gran parte de Europa, logrando prestigiosos premios y fama internacional. De hecho, hasta se dio el gusto de sacar su propio libro (Anyone Can Tattoo)  donde cuenta los secretos y las técnicas para elaborar sus obras, confiesa la clave de su éxito y  la razón por la que cientos de personas viajan miles de kilómetros solamente para tatuarse  con él. 

 

Desde su infancia, Henry  estuvo en contacto con el mundo del tatuaje y los dibujos. De su hermano Frank -tres años mayor- heredó el entusiasmo por el arte de plasmar una imagen en la piel y el legado se convirtió en un estilo de vida. De hecho, se trata de una profesión familiar, ya que su mellizo Jimy es tatuador y su hermana Uma (38) también tatuaba. "Vine a Argentina hace casi 20 años, me siento más argentino que peruano porque acá viví mi carrera", sostiene.

Fue su hermano Frank -sostiene- el que lo inspiró y le dio las herramientas para empezar. “Los primeros años son siempre de prueba y error. Ahí es cuando agarrás cualquier trabajo para aprender. Y son tantas las dudas que tenés que si lo haces mal es como hacer una mala praxis: la piel sufre. El tatuador tiene que pasar esos miedos. Es normal sentir esa presión porque el margen de error es nulo", contó.

Fue a los 23 años que Henry decidió que iba a ser tatuador y optó por un estilo muy particular: el realismo. El tatuaje realista, como su propio nombre indica, plasma una imagen real, ya sea sobre una foto de referencia o directamente sobre algo al natural. El artista que lo realiza, tiene que tener la capacidad de poder capturar lo que está en la foto de manera que se vea igual en la piel, logrando efectos impresionantes.

Según sostiene, es un estilo súper exigente que lo llena de satisfacción. “Para lograr el sentimiento que está transmitiendo la fotografía se requiere mucha práctica. En la ilustración no hay algo más difícil o más fácil, sino que es muy técnico. Lo difícil es mantenerse inspirado, fresco, con esa pasión que le vamos a dedicar a ese trabajo. La exigencia personal, la pasión que le dedicás tienen mucho que ver. Me retroalimento de mis propios colegas y artistas”, sostiene.

El artista contó que sus comienzos como tatuador fueron en barrios carenciados: recorría la Villa 31, del barrio porteño de Retiro; o la 1-11-14, en Flores, donde ofrecía su trabajo. "Hay mucho tatuaje tribal, lettering, oriental....pero lo que me gustó y me siento atraído realmente fue por el realismo. Es más, me han hecho la pregunta y te digo que que si no existiera el realismo en el tatuaje no sería tatuador", remarcó.

Y sobre sus inicios ofreciendo su trabajo, explicó:  "Siempre me preguntan cómo arranqué en los seminarios. Como no existía la piel sintética, agarré y regalé esto a la gente que aceptaba un tatuaje con una aguja sola. En la villa no tienen tanto prejuicio de que si les va a quedar bien, solamente que los tatues y se van a sentir bien. ¡Y más si viene de arriba! Entonces se me dio por regalarles tatuajes durante tres meses".

En ese sentido, resaltó que también le ofrecía su arte a amigos y conocidos. También me calzaba la mochila y recorría los barrios carenciados para regalar mi arte. Incluso a homeless. "La materia prima de los tatuadores es la piel y no hay nada que se le parezca. Hay gente que practica en piel de cerdo o melón, pero no es lo mismo. Pero la piel es tan frágil que cada vez que trabajas tenés que tenerle un respeto porque la podés lastimar", destacó.

Y aclaró: "Hay una dificultad, con la experiencia, prueba y error, vas ganando confianza". Actualmente, Henry tiene una importante cartera de clientes de diferentes partes del mundo que viajan miles de kilómetros para tatuarse con él. "El miedo a la piel, a lastimar, te hace dudar mucho. Al principio, también está el temor a pasarte del tono son errores que se van cometiendo al principio. Es preferible que quede claro y no oscuro, porque después no se puede volver para atrás", detalló. 

El maestro tatuador resaltó que no solo fue ganando confianza a partir de la practica, sino que sostuvo que la materia prima es igual de importante que su mano. Yo gané seguridad con las tintas, con mejor calidad de tintas podés lograr un mejor trabajo. Por eso dijo que el 20% del trabajo es lo mejor que puedas conseguir en materiales, agujas pigmentos, y el otro 80% lo ponés vos con tu experiencia", contó. 

Tatuar para Henry es un estilo de vida.  Desde que despierta hasta que se acuesta, piensa en tatuajes. Y sostiene que el hecho de marcar la piel a una persona por el resto de su vida es una responsabilidad, ya que el tatuador queda vinculado de por vida con esa persona. “Hay un vínculo que se construye con esa persona y la energía también es importante. No solo la persona elige tatuarse con vos, sino que vos también lo tenés que elegir", destaca.

A cada cliente le dedica su tiempo, lo escucha y averigua qué sabe de lo que quiere, hacia dónde va y allí donde él lo puede guiar. El hecho de comprometerse con esa idea que el cliente tiene y de superar su expectativa lo hace una  exigencia personal. Su trabajo consiste en interpretar todo eso y lograr que al otro le guste. “El arte de tatuar también consiste en eso, en interpretar lo que el cliente quiere”, cuenta.

Henry reconoce la influencia de Robert Hernández, un tatuador polaco que trabaja en Madrid, que admira, al que conoció hace ocho años y le tatuó la espalda: “Él es uno de los pioneros en el ambiente. Dio un estilo al tatuaje. Vi sus trabajos en una revista y me fascinó. Y hasta el día de hoy me sigue sorprendiendo su trabajo. Es admirable”. Además, reveló las razones por las que le suele decir que "no" a los famosos o celebridades que lo buscan para tatuarse.

Según explicó, le ofrecen un canje por publicidad, alguna mención en redes sociales o una suerte de trueque a cambio de su trabajo. “No me gusta el canje ni que haya privilegios. No miro tele, no leo revistas y me mantengo en mi burbuja. Para mi son todos iguales, los trato a todos por iguales y les doy lo mejor de mí", sostiene, aunque aclara que le gustaría tatuar a Enrique Bunbury, vocalista de Héroes del Silencio: "Es un ídolo que me acompañó siempre y su música me encanta".

Otra de las figuras que elegiría para tatuar fue a Marc Anthony." Me gusta las cosas con volumen y a él le gustan las cosas planas o lineales. Yo quisiera tatuarle algo con realismo para darle esa cosa con detalles y ese valor agregado. De todas formas, no desvalorizó lo que él tiene tatuado porque cada cosa que tiene tatuada debe significar mucho para él", remarcó.

Por último, le gustaría tatuar a Angelina Jolie, a quien considera un ícono de la belleza y la llevó durante un tiempo tatuada en el antebrazo. "Tiene esa característica femenina, con rasgos lindos. Para mi representa el símbolo de la belleza de la mujer, la tenía tatuada en el antebrazo, pero no me gustó el resultado y la terminé tapando con una calavera. Yo la tenía como símbolo de la mujer”, reveló.

Luego de aclarar que no tatuaría las axilas, los párpados ni los genitales de una persona, Henry sostiene que en Latinoamérica todavía existe una especie de tabú con la gente “tatuada” y enumera las claves para ser un buen tatuador. "La clave para ser un buen tatuador es la paciencia. No hay que ser ansioso. A mi no me importa si el trabajo lo hacés en dos o cinco horas, sino el resultado del trabajo. Otra clave es tener buenos materiales. En Argentina cuesta mucho conseguir, por eso yo trato de traer de afuera y tener la mejor aguja del mundo, de primera línea. Un trabajo queda muy diferente al otro dependiendo de las agujas. Y por último dibujar. Practicar retratos con lapicera, que no te permite fallar tanto", concluyó. 

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