24 Abril de 2015 06:32
Esta semana la erupción del volcán Calbuco generó una nueva preocupación por las consecuencias que genera la caída de cenizas. En un recorrido histórico, realizado por La Nación, es posible acercarse a las postales de momentos donde el miedo no frenó a ninguna ciudad para resurgir de las cenizas.
Postales de lo que dejó la ceniza en otras erupciones
En un viaje hacia el pasado, se puede citar la última situación similar a la reciente. El 4 de junio de 2011, el volcán Puyehue, de 2240 metros, que forma parte del Cordón del Caulle, en Chile, erupcionó con una gran explosión que cubrió de cenizas el cielo y las ciudades cercanas de San Carlos de Bariloche y Villa La Angostura. Durante varios meses, las cenizas siguieron cayendo. Se calcula que cayeron entre siete y ocho millones de metros cúbicos de arena; algo así como 40 centímetros de acumulación. El Puyehue había registrado varias erupciones en 1960 (tras el terremoto de Valdivia, en Chile), en 1934, 1929 y en 1921. En esas ocasiones, la actividad duró alrededor de un año.
Se calcula que cayeron entre siete y ocho millones de metros cúbicos de arena; algo así como 40 centímetros de acumulación. Ese año, en Villa La Angostura estuvieron semanas sin luz, sin agua (cuatro barrios completos padecieron 26 días la falta de ambos servicios) y con la certeza de que la temporada turística, la principal actividad de esta ciudad de 13.000 habitantes, estaba truncada. A pocos días de la erupción, también se informó que LAN, Austral y Aerolíneas Argentinas habían perdido 60 millones de dólares, mientras que se habían cancelado 2525 vuelos, con los continuos trastornos que había implicado para miles de pasajeros.
No fue la primera vez que el volcán rugió. En 1921 estuvo en actividad durante más de dos meses. En 1960, dos semanas, luego del violento terremoto de Valdivia, de 9,5 grados en la escala de Richter.
En 2008 la ceniza cubrió por completo la ciudad de Chile
En mayo de 2008, la población chilena de Chaitén se despertó por un rugido: el volcán del mismo nombre había entrado en erupción. Una columna de 12.000 metros de humo, cenizas y material sólido se elevó desde la boca del volcán. No hubo muchas opciones: el gobierno chileno debió evacuar a 5000 personas. Y lo que vino fue aún peor. Chaitén tenía dos escuelas primarias y un secundario que quedaron destruidos. El desborde del río tras la erupción del volcán había dañado un sector del colegio. En 2009 se podían ver las casas hundidas en cenizas, los vidrios destrozados, los muebles alborotados y aves carroñeras que sobrevolaban el pueblo. Allí, el río, al cambiar su curso natural, arrasó con unas 500 casas, postes de luz, pedazos de asfalto y autos, que fueron a parar mar adentro y comenzaron a aparecer en ciudades costeras más al Sur. Chaitén tenía dos escuelas primarias y un secundario que quedaron destruidos.
En 2008, cuando el volcán entró en erupción, una nube de cenizas llegó al sur argentino, y provocó cancelaciones de vuelos, suspensión de clases, perdidas económicas y en el ganado. Incluso los vientos hicieron que las cenizas llegaran hasta Buenos Aires.
Una postal histórica de Los Antiguos, que resucitó de las cenizas
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Asimismo, en Los Antiguos, ubicado a tres kilómetros de la frontera con Chile y 1029 kilómetros al norte de Río Gallegos, hace 24 años soportó un fuerte éxodo de la población y la angustia de un futuro marcado por las cenizas. El volcán Hudson no es visible desde Los Antiguos: queda a 100 km en línea recta de la localidad sobre la cordillera chilena. Según los registros de la época, el 5 de agosto de 1991 una poderosa erupción sacudió su interior, pero la gran nube de cenizas llegó recién días después por efecto del cambio de viento.
Los restos volcánicos alcanzaron los 18.000 metros de altura y sepultaron 10 millones de hectáreas patagónicas bajo una capa inconmovible.
Cerca de 600.000 ovejas de la región murieron por la falta de pasturas y agua, y un tendal de chacras y estancias quedaron arruinadas. Nada volvió a florecer durante años y pocos apostaban a la recuperación del lugar. Pero el trabajo del hombre y la naturaleza empujó en una misma dirección. Cerca de 600.000 ovejas de la región murieron por la falta de pasturas y agua. Por este motivo, se creó la Comisión de Emergencia para limpiar el pueblo a pala y carretilla. Durante seis meses, Los Antiguos se transformó en un "pueblo de hombres". La mayoría de las mujeres y niños habían sido evacuados a otras localidades y los varones se quedaron a sacar las cenizas. Poco a poco algunas familias retornaron, pero otras no volvieron nunca.
Estuvieron tres años sin cosechas, todo se perdió. Los canales de riego traían cenizas en vez de agua. Entre todos limpiaron las calles, los techos, las chacras y se sacaron del pueblo 20.000 toneladas de cenizas en camiones y máquinas que llegaron de todas partes del país. Las cenizas aún se encuentran en las afueras del pueblo. Si bien no fueron un aporte fertilizante a la tierra, como se creyó durante un tiempo, sí contribuyeron a mejorar las condiciones del suelo en cuanto a la permeabilidad al agua y la aireación, según explicaron en su momento los técnicos del INTA. Debieron pasar varios años hasta que los suelos se recuperaron para transformarse en un valle verde rodeado de álamos y acequias. Hoy, el enorme espejo turquesa del Buenos Aires y la tierra especialmente fértil irrumpen en el árido paisaje patagónico con cortinas de álamos y chacras con cosecha tardía de cerezas.