24 Noviembre de 2016 20:37
La violencia de género está lamentablemente tan instalada en nuestro país de un tiempo a esta parte que las historias de cientos de mujeres víctimas de femicidio o intento del mismo ya casi no sorprenden por su triste cotidianeidad. A tal punto que mañana el presidente Mauricio Macri recibirá a víctimas de este flagelo que, más allá de las marchas de "Ni Una Menos", amenaza con no detenerse nunca.
Pero un caso límite es el de Romina Olivera, quien no sólo sobrevivió a un intento de femicidio con fuego, sino a todo el calvario que debió soportar después, y que incluyó 300 intervenciones y un juicio penal contra el violento, quien actualmente purga una condena de ocho años por “tentativa de homicidio”.
En marzo de 2012, la ex pareja de Romina Olivera la prendió fuego.
Sin embargo, más que las heridas del cuerpo que aún necesitan de operaciones le duelen las heridas del alma. Es que al año de recibir el alta médica un equipo del Servicio de Niñez y Género de la Municipalidad de San Martín decidió que no podía hacerse cargo de sus hijos Maia, de 11 años; Naila, de 4, y Sebastián, de casi 2.
Marcos Cortez recibió una condena de 8 años de prisión por "tentativa de homicidio".
Mientras la mayor, hija de la primera pareja de Romina, vive con su papá, los más pequeños fueron derivados a un hogar convivencial de La Plata.
La mujer lucha por recuperar a sus hijos, luego que decidieran que no se podía hacer cargo de ellos.
“A partir de ahí hicimos una serie de presentaciones judiciales para que comience la revinculación de los chicos con su madre, pero pasó más de un año y ella no los puede ver. No se hizo Cámara Gesell, nunca una asistente social vino a su casa, y hace un mes nos enteramos que los más pequeños están en condición de adoptabilidad”, alertó su abogado, Sergio Benatallada.
“Hago todo para que volvamos a estar los cuatro juntos. Esas personas que hacen informes socioambientales y nunca vinieron a mi casa, no conocen a la nueva Romina, yo fui a cada entrevista a la que me citaron”, afirma la víctima, quien en su desesperado intento por recuperar a sus hijos decidió pedir ayuda a la Agencia Territorial de Acceso a la Justicia (Atajo) de José León Suárez.
Gracias a la intervención del organismo, que depende del Ministerio Público Fiscal, sumada a la de su abogado, generaron un encuentro de la mujer con la jueza María Silvina D'Amico, titular del Juzgado de Familia Nº 4 de San Martín, quien lleva adelante su causa.
“La jueza me hizo sentir muy cómoda. Se asustó cuando me vio, me pidió disculpas y me dijo que no sabía lo que me había pasado. Me explicó que los tiempos de la justicia son distintos a los nuestros y me pidió que la ayude, que sola no podía”, le explicó a Télam.
“Lo que me desconcierta es que se tarde tanto para que me permitan ver a las nenas y a Seba. Yo le estoy muy agradecida a la jueza y confío en que para Navidad ya vamos a estar en familia”, se ilusionó.
Finalmente, la mujer pudo ver a Naila y Sebastián dos veces en La Plata. “La nena se me tiró encima, me abrazó, pero el nene era un bebé cuando me lo sacaron, no me reconoció, lloró, entonces el informe que hicieron las profesionales dice que él me tiene terror”, recordó.
“Todo eso puede esperar, primero están mis hijos”, afirma la mujer, quien tardó seis mees en volver a mirarse a un espejo y aún debe someterse a más intervenciones porque hay zonas de su cuerpo que no tienen flexibilidad.
Recién seis meses después de sufrir el intento de homicio, pudo volver a mirarse al espejo.
Una reconstrucción para la cual se apoya en Maximiliano, ese hombre que le demostró que más allá de todo podía volver a enamorarse.
“¿Sabés lo que me costó volver a relacionarme con un hombre? Y llegó él, que me ama. Porque ya aprendí que quien te ama, jamás te maltrata, ni siquiera de palabra”, afirma Romina, mientras muestra fotos de sus hijos guardadas como tesoros en el teléfono, y que su actual pareja convirtió en cuadros que adornan la casa que ella espera compartir pronto con lo más preciado en su vida.
Así era Romina antes de sufrir el horror en carne propia.
“El motor para vivir es reencontrarme con mis dos hijas y mi bebé”, repite a quien quiera escucharla Romina, quien como si supiera de esa leyenda maya que reza que una mujer triste debe trenzarse el pelo para que el dolor quede atrapado allí, y deshacer las trenzas cuando la angustia cese, aún camina por la vida, por su nueva vida, con el pelo trenzado.