Melisa de Oro sabe, mejor que nadie, que la vida no es fácil. A pesar de eso, nunca bajó los brazos, y tampoco nunca dejó de luchar por sus derechos e ideales. Como a muchas, todo le costó el doble, y recién hace unos años las cosas en su vida cambiaron para bien.
En 2012 se convirtió en la primera maestra trans de la Ciudad de Buenos Aires, poco después de la sanción de la Ley de Identidad de Género, y con ese aval, volvió a la escuela para retomar las clases que daba de ajedrez. Además, en un momento de revolución y de plena discusión, se animó también a hablar en público de su trabajo: no el de docente, sino el de trabajadora sexual.
Para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, y a sabiendas de que aún hay una lista larga de derechos por conquistar, BigBang visitó a la secretaria de Diversidad de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina, el Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores Sexuales de Argentina, y entre los pasillos de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), de Oro habló de la realidad de la prostitución.
“Este es el antro, esta es la oficina de las putas”, dijo sarcásticamente a modo de presentación, y ya instalada en una mesa donde el mate se compartía con cada uno de los que entraba a la habitación, aseguró que hace 15 años que se dedica a ser trabajadora sexual.
¿Hay mujeres que están metidas en la prostitución en contra de su voluntad?
Nosotras a ello lo llamamos, a diferencia de lo que piensa el sector abolicionista, prostitución coactiva o forzada. Eso está penado por la ley hace milenios. La pena por la retención de una persona en contra de su voluntad, es altísima, entonces para el empresariado sexual no se justifica, sobre todo porque hay una sobreoferta de trabajadoras autónomas dispuestas a trabajar. Una mujer encadenada o drogada, es parte de una ficción que hace al abolicionismo para construir un monstruo del trabajo sexual.
¿Alguna vez te encontraste con una chica en situación de esclavitud sexual?
No. Si hubiese conocido un caso de una mujer secuestrada, lo hubiera denunciado. Lo que pasa que en el imaginario que ha construido el abolicionismo, trata es sinónimo de secuestro, y no es así. La trata implica la captación, el traslado, darle lugar de residencia, y eso es toda una construcción distinta que no tiene nada que ver con el secuestro. En la práctica casi no hay condenas por trata, la mayoría de las condenas son por proxenetismo, porque no se dan los supuestos de la trata.
¿En la asociación pelean por una posición regulacionista frente a la prostitución?Ese es un falso debate. Ese es el discurso abolicionista, que es perverso en el sentido de que tergiversa la realidad. No hay trabajadora sexual en el mundo que sea reglamentarista o regulacionista. Las abolicionistas crean un falso debate entre sectores que no existen. Crean imaginarios que no tienen nada que ver con la realidad de las trabajadoras sexuales. La mayor parte de las trabajadoras estamos por la legalización, con sus discusiones, o por la descriminalización.
El Estado ya regula la prostitución, lo hace con el código penal, con los códigos contravencionales, con la policía en la calle y la ley de trata. Lo único que no está regulado son los derechos de las trabajadoras sexuales, pero eso no implica el regulacionismo.
El reglamentarismo surgió con la mirada sanitarista y el fuerte control del Estado de las trabajadoras sexuales, vistas como sujetos peligrosos socialmente. Entonces el reglamentarismo persiguió a las trabajadoras autónomas y defendió al empresariado del sexo, como eran los burdeles y las casas de tolerancia. Estamos hablando del sigo XIX. El regulacionismo es diferente, habilita la prostitución autónoma, pero con el control del Estado. Permite la prostitución callejera, los prostíbulos y no persigue la prostitución autónoma con los controles correspondientes.
En Argentina la prostitución no es legal...
En Argentina la prostitución es alegal, el abolicionismo planteó eso, porque lucha contra la aceptación de la prostitución como un trabajo, entonces bloquea toda la posibilidad de las trabajadoras de organizarse y de tener derechos. Por eso desde nuestro punto de vista, es una ideología antiderechos. Es como el aborto, nos fuerzan a la clandestinidad y le da muchísimo poder a la policía para hostigarnos.
El aparato represivo se siente avalado, porque de alguna manera, el discurso abolicionista valida la persecución al colocarnos como sujetos perversos y como víctimas. La policía así siente que persiguiéndonos, nos desalienta a seguir con esa profesión que no debe existir.
¿Qué es lo que ustedes proponen, cuáles son los ejes centrales que deberían cambiar en la Argentina?
Nosotras luchamos para que la prostitución se descriminalice, necesitamos urgente la derogación de todos los códigos penales que la penalizan y le dan poder a la policía para perseguirnos. En algunas provincias incluso a veces llevan detenidas a las compañeras y ese es un problema muy serio. O las multan o las detienen, y eso hay que eliminarlo, porque no estamos hablando de tener sexo en la vía pública, sino de trabajadoras sexuales. Es solo la captación del cliente en la vía pública.
¿La trabajadora sexual se enfrenta a muchos riesgos?
En el trabajo en sí, no. Encontramos riesgos en las condiciones en las que se realiza. Nosotras recomendamos siempre el uso de preservativo y hemos sido de las primeras que hicimos las campañas contra el VIH, la que no se cuida es porque no quiere. Siempre decimos que la salud no se negocia.
Lo primero que aprende la puta es a poner límites. No podés ser puta si no tenés carácter. No es para cualquier mujer. Si no te gusta el sexo, dedícate a otra cosa porque la vas a pasar muy mal. Si no tenés calle, no podés trabajar afuera. Tenés que entender los códigos de los clientes de la zona donde vas a trabajar. Hay muchas formas para hacerlo, están las chicas de webcamers, las stripers, la que hacen pole dance y negocian aparte el sexo, las coperas. Las que están en la calle es solo el 10% de la prostitución y exagero. La mayor parte pasa puertas adentro, se trabaja mucho en privados, hay chicas que trabajan en su departamento, otras negocian sexo por Internet.
Si no legalizás la prostitución, forzás a las chicas a trabajar para otro. La obligas a tener un fiolo que arregle con la policía. Muchas compañeras tienen, por acuerdo, alguien que las están mirando, pero ese es un negocio que tienen. El tema pasa por el consentimiento. Nadie te obliga a ser puta.
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¿Qué pasa en la calle con el trabajo diario?Lo que pone en riesgo nuestra vida, no son los clientes, sino la situación de clandestinidad en la que nos obligan a trabajar. En lugar de estar protegidas, nosotras tenemos que escaparnos de la policía. Entonces tenemos que estar en lugares riesgosos, donde cualquier delincuente nos puede encontrar y sabe que tenemos un celular encima o que tenemos plata porque ya hicimos algún servicio. La clandestinidad mata a las putas. Cuando te parás en la esquina, enseguida tenés el patrullero y ya te pone precio, te hacen multa o te llevan detenida.
Además hay un permanente hostigamiento policial, porque donde fuiste detectada, sabés que va a pasar el patrullero. Ahí pueden pasar dos cosas: o te amenazan o te piden coima. La policía es el mayor proxeneta de las putas. No podés trabajar si no arreglás con ellos. Y más allá de eso, otra cosa que hacen es el peaje sexual, donde no podés trabajar si no le hacés servicios gratuitos.
Por eso el abolicionismo nos plantea el peor de los mundos. No tenemos ningún derecho y estamos totalmente vulneradas. Para el Estado en este momento, la mujer no puede consentirse puta, por eso cuando hacen los allanamientos, y esto lo dicen las mismas fiscalías, solo el 2% de los casos se reconoce como víctima.
El abolicionismo puede decir que las chicas tienen miedo, que por eso no se reconocen como víctimas...
Eso es una ficción que se han creado del secuestro. Eso no existe, porque lo que tiene la puta es que se va a trabajar donde quiere. No digo que no pueda haber alguna situación donde exista una relación vincular complicada o coactiva, donde se la presione a la mujer. Pueden haber situaciones aisladas, pero el 98% de los casos se reconoce como trabajadora sexual.
¿Hay algún punto en común con el abolicionismo?
En lo único que podemos estar de acuerdo, es que se generen alternativas laborales para quienes quieran abandonar la prostitución. Esa es una bandera que nosotras levantamos siempre. Porque generalmente, las trabajadoras sexuales ya hicieron otras cosas, y se escaparon de eso para ir al trabajo sexual. Eso fue históricamente así. El abolicionismo tiene una mirada de clase. Vos tenés que comparar las ofertas que hay en el mercado laboral para las clases bajas, que son mínimas y son bastante insalubres, con las que hay para chicas de clase media.
Cuando alguien te dice que no se puede ser puta por elección, ¿qué le respondés?
Que es ridículo eso. El abolicionismo le ha pegado a un sujeto que no podía defenderse, como son las mujeres, porque la vergüenza las obligaba a callarse la boca. En ese contexto, dar la batalla cultural era muy difícil. Primero porque las chicas de las clases medias y altas no se iban a quemar, y segundo porque las trabajadoras sexuales de clase baja no tenían capacidad discursiva para contrarrestar con lo que las atacaban. Pero eso ahora está desapareciendo, porque con la liberación de la mujer, se pudo decir “mi cuerpo es mío y es mi derecho”.
Las putas hemos sido de las primeras feministas, la mujer no podía manejar sus finanzas, y las primeras que manejamos dinero propio, fuimos las putas. No existe nada más ridículo que el concepto de vender el cuerpo. Lo que nosotras queremos es tener derechos y reconocimientos.
¿Qué pasa con el colectivo traventis- trans en la prostitución?
Al colectivo travesti- trans se lo ha buscado eliminar socialmente por vestirse con ropas que, se suponía, no se ajustaba al sexo con el que te tocó nacer. Fue totalmente marginado, expulsado de las familias y escuelas, y la única alternativa laboral que encontró fue el trabajo sexual. Algunas compañeras lo han sentido como algo opresivo, entonces hay un sector que con justo derecho reclama salidas laborales diferentes. Por eso se pide cupo laboral trans y travesti, y por eso se pide una reparación histórica integral para ese colectivo, teniendo en cuenta la persecución que siempre sufrió.
Algunas compañeras, ligadas a la mirada abolicionista, ven que ese salvavidas de la prostitución no debería existir, lo cual nos causa gracia porque han logrado sobrevivir gracias a eso. Lo que ocurre es que siempre la prostitución debe ser una opción laboral, jamás un destino. Ninguna mujer debe nacer ni para puta, ni para maestra, ni médica. Cada persona debe poder elegir.
Las chicas que se dedican al trabajo sexual, lo digan o no, lo están eligiendo. Hoy hay otras opciones laborales, con menores ingresos, pero de todos modos son pocas y sigue haciendo falta otro tipo de alternativas. Por eso entendemos entonces la situación del colectivo travesti- trans y debido a eso reclamamos siempre que haya derechos laborales y sociales para las trabajadoras y alternativas laborales para quienes quieran otra forma de ganarse la vida.
¿Qué cosas han cambiado y mejorado para las trabajadoras sexuales en el último tiempo? ¿Qué falta todavía?
Una de las cosas que más han cambiado es que estamos más visibles, y hay un debate muy profundo sobre este tema. En segundo lugar, hemos logrado un apoyo importante para las reivindicaciones y cada vez hay menores minorías que están en contra de nuestros derechos sociales.
Lo que falta, en primer lugar, es la derogación de todos los códigos contravencionales que penalizan la prostitución. Eso es fundamental, porque hay compañeras ocultadas o incluso arrestadas por el solo hecho de ofrecer servicios sexuales, y de alguna forma eso tiene que terminar. El trabajo sexual implica la autonomía de los cuerpos, es el derecho de cada persona de tener sexo bajo sus propios términos. Responde a lo que es la soberanía sobre tu propia identidad.