por Rocío Bordignón
01 Septiembre de 2016 20:47Ambos grupos procuran el bienestar físico de las personas y la alimentación saludable. Uno, profesionales de la salud, el otro, se centra en ejercicios y estilo de vida propios, actuando desde un nivel emocional-motivacional.
Miradas diferentes sobre gimnasia y dietas.
Es común que en el gimnasio que una persona se acerque a otra para consultarle como hace para mantener su físico, qué alimentos consume y qué tratamientos realiza. Las fit-influencers captan el interés de personas estacionarias y familiarizadas a la comida chatarra que se entusiasman con la posibilidad de cambiar su estilo de alimentación a través de sus consejos.
Las gurús de la vida vida fit arrasan con miles de seguidores en las redes sociales, precursoras de una existencia más sana de lo normal. Este grupo se caracteriza por publicar sus propias rutinas de ejercicios, pautas de alimentación saludables, ejemplos de su propia comida y sirve para alentar a otras, como modo de inspiración.
Las otras
Este fenómeno es viral en Instagram, lo cual preocupa a las nutricionistas y médicos, y no es para menos. Las chicas fit explican a través de sus redes de qué manera entrenar, cómo comer. Pero, en su mayoría, las que brindan y publican dichos consejos no se encuentran capacitadas profesionalmente. A la hora de emprender una dieta, se recomienda consultar a un especialista en la materia y acompañarlo de una adecuada actividad física.
Cada grupo tiene su fórmula.
La nutricionistas y dietistas buscan la salud del paciente, controlan su colesterol, glucemia y triglicéridos. Las fitness influencers basan la salud de su cuerpo en hacer desaparecer la grasa y que sea notable el desarrollo muscular. No todos los individuos tienen una fibra muscular parecida que les permita con un entrenamiento alcanzar un prototipo de cuerpo fitness.
La salud es más importante que la figura.
El tratamiento para combatir la obesidad requiere 3 grandes áreas de intervención: el control de emociones (apoyo psicológico), los aspectos dietéticos y nutricionales (guía profesional), y un aumento del gasto energético (actividad física).
Sascha Fitness es Personal Fitness Trainer certificada por la ISSA (International Sports Sciences Association). En su página web explica que “comer sano y limpio es un estilo de vida, no una dieta, comer los alimentos en su estado natural lo más posible, enfocarse en contar más nutrientes que calorías, aprender a comer lo que tu cuerpo necesita”.
El dilema entre ambos grupos se genera a raíz de conseguir esa imagen “soñada” mediante una dieta rigurosa, excluyendo grupos de alimentos y el continuo entrenamiento muscular. El furor en las redes es encabezado por sospechadas expertas, que basan sus propias experiencias como guía para sus seguidores. De esta manera promueven cierta obsesión constante por el físico, el ejercicio y la alimentación.
Dime qué comes
La alimentación fitness es mucho más baja en carbohidratos de lo que se está socialmente acostumbrados. En todas las comidas se trata de incluir una cuota de proteína (atún, huevo, queso, pescado, leche, pollo), se reduce el consumo de sal, se erradica la azúcar, harinas blancas y alcohol.
El auge de la comida healthy en las redes sociales no está libre de críticas. Además de las anti-chicas fit, que rechazan totalmente el culto a la delgadez, las fit-influencers son el blanco perfecto para los especialistas en nutrición que desaprueban sus recomendaciones vía redes sociales por carecer de rigor científico.
La médica Mónica Katz semanas atrás expresó que las chicas fit logran captar a muchas jóvenes que poseen desordenes en la conducta alimenticia o en su autoestima, por lo que se refugian en el cuidado obsesivo de su cuerpo. Lo que es peligroso en estos casos son los modelos identificatorios que se establecen en las adolescentes, porque al padecer un trastorno psicológico de base se encuentran más influenciables a bajar de peso.
Reprochable o no, un estudio realizado en Estados Unidos por Health and Technology (Tecnología de la salud)reveló que adolescentes entre 12 a 18 años recurren a internet en búsqueda de información sobre su salud, un 83% lo hace de manera activa, y uno de cada tres se siente influenciado a la hora de modificar sus hábitos alimentarios.