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“La guerra es el infierno”: la historia de Omar Tabarez, el trompetista que despedía a los caídos

Era cabo primero de música, debió enfrentarse a los bombardeos de los ingleses y tuvo a su cargo una de las tareas más difíciles: despedir a sus compañeros con el sonido de su trompeta.

por Agustina Acciardi

01 Abril de 2019 14:22
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Omar Tabarez nació en el año 1962 en Concepción del Uruguay, en Entre Ríos, y quizás por el talento que su papá tenía como cantante de tangos, cuando cumplió los 15 quiso estudiar música y entró feliz al Batallón de Ingenieros de Combate 121 de su ciudad. Lo que no sabía era que cuatro años después, con solo 19 años, iba a tener que dejar todo y usar esa misma pasión para viajar a las islas Malvinas y ponerse al servicio de su país.

El 2 de abril de 1982 Tabarez llegó a las islas en uno de los primeros barcos argentinos. Como muchos otros, viajó engañado, porque sus superiores le dijeron que iban a hacer “un ejercicio”, pero jamás le hablaron de una posible guerra ni de lo que eso significaba.

Con el correr de los días, poco a poco Tabarez se dio cuenta de lo que iba a suceder, y aunque estuvo algunas semanas en la ciudad de Puerto Argentino, finalmente él y sus compañeros del Regimiento 25 regresaron a Malvinas y se quedaron allí hasta que la guerra llegó a su fin con la rendición argentina el 14 de junio de 1982.

Durante los meses que duró el combate, el ahora profesor de historia tuvo que vivir situaciones extremas. Como trompetista, las principales tareas eran tocar al comienzo del día y al final de la jornada y cuidar la bandera Argentina como lo más importante del mundo.

Sin embargo, eso no era todo. El cabo primero de música Omar Tabarez tenía una de las misiones más conmovedoras de todas: ante la muerte de cada compañero, debía tocar la trompeta para despedir al héroe que había dejado su vida en pleno combate.

"Yo pertenecí al Regimiento de Infantería 25 en Chubut, y desembarcamos el mismo 2 de abril, íbamos de apoyo de un grupo que había salido el 28 de marzo, por si tenían mucha resistencia en los objetivos que tenían que tomar en defensa de los británicos. Ni bien pisamos suelo del archipiélago, ahí empezó mi función como trompeta de orden. Ese 2 de abril lo primero que hice fue tocar una diana de gloria, que expresaba un momento de júbilo y alegría”, contó a BigBang sentado en el sillón del living de su casa de Moreno.

Según sus palabras, el primer día que pisó el suelo de Malvinas, sus superiores le dijeron que debía instalarse en el pueblo, en Puerto Argentino, donde él debía cada mañana hacer el toque reglamentario para izar la bandera en la casa del Gobernador, y lo mismo a la tarde. " 'Cuando retira la bandera del mástil, usted duerme con ella' me dijeron. No fue poca cosa esa misión que me dieron. Tuve ese honor y ese orgullo", sostuvo.

Mientras rememoraba los episodios más crueles que la guerra le hizo vivir, relató un momento que fue una mezcla total de emociones. "Con cuatro compañeros estábamos dormidos adentro de un galpón, a 50 metros de la pista del aeropuerto de Malvinas. Cuando escuchamos la primera bomba, salimos rápidamente del lugar porque estábamos muy expuestos al blanco del enemigo. Había una topadora y nos tiramos ahí abajo y nos entró un miedo tremendo. Decidimos salir corriendo, y por ahí mirabas para arriba porque escuchabas que tiraban, era un infierno, y encima a la mitad de camino me di cuenta que nos habíamos olvidado la bandera de guerra. Para nosotros la bandera significa mucho, no tenía que caer en manos del enemigo ni la podía destruir una bomba, así que le dije a mis compañeros que siguieran porque yo iba a buscarla. Antes de entrar al galpón me encomendé a Dios, y cuando vi que no pasaba nada, agarré la bandera y salí corriendo. Cuando llegó al lugar, estaba nuestro jefe de regimiento, entrego la bandera y ahí me dice 'haga el toque a la carga', que significa que hay que defenderse del enemigo. Los sones de mi trompeta se entremezclaban con los rugidos de las bombas”, dijo conmovido.

Aunque todo pasó en cuestión de minutos, después de haber estado al borde de la muerte, Tabarez debió enfrentarse a algo todavía mucho más fuerte: tras el ataque tuvo que despedir con su trompeta a sus compañeros fallecidos en el campamento. "Estaban las bolsas blancas, que significaban que habían muerto, se veía un hilito de sangre que chorreaba y yo tocaba al lado", recordó.

Cuando terminó la guerra, Tabarez debió subir a un barco inglés para volver a sus tierras. Antes de emprender viaje, un soldado lo revisó y se encontró con que el cabo primero llevaba consigo una pertenencia que parecía inofensiva pero que en realidad era muy valiosa: su trompeta.

El soldado del ejército inglés le preguntó a su superior qué debía hacer con el instrumento, y rápidamente le ordenaron que Tabarez subiera a la embarcación sólo con lo que tenía puesto, y así fue como la trompeta quedó en manos del escocés Tony Banks.

Banks había quedado muy afectado después del combate, y como no sabía qué hacer con el instrumento, lo donó a un museo de Escocia, donde estuvo exhibido durante años. Cuando el lugar cerró, los dueños le devolvieron la trompeta y en ese instante algo hizo click dentro suyo y descubrió que quería saber que había sido de la vida del soldado argentino al que revisó antes de subir al barco. Como no sabía de qué forma buscarlo, contrató al periodista escocés Jeff Farrell y le pidió que se dedicara a encontrar al verdadero dueño del instrumento. Los meses pasaron, y finalmente Farrell logró dar con Tabarez en mayo de 2010.

“Un día yo recibo en el contestador un mensaje de Tony Banks que me decía que quería devolverme mi trompeta. Yo enseguida le dije que sí, así que nos pasamos el contacto y quedamos en encontrarnos, él me dijo que quería un encuentro privado y yo le dije que necesitaba que mi familia y amigos estuvieran, porque fueron los que me contuvieron. Y así fue, él vino con cámaras y grabó para un programa todo, me dijo que no podía morirse tranquilo si no me devolvía la trompeta. Acá lo que que queda es que prevaleció lo espiritual sobre lo material, porque él es multimillonario, pero si tenés enfermo el corazón, de nada te sirve el dinero”, contó aún sorprendido.

 

“La guerra es el infierno”, aseguró el ex cabo primero a BigBang, y con total seguridad, explicó que ni los soldados experimentados están preparados para afrontar lo que se vive en una situación tan extrema.

“Te quedan secuelas, hay un estrés post traumático muy grande. Y la procesión siempre va por dentro, aunque yo hablo del tema y se me ve bien, tomo una pila de medicamentos y voy a la psiquiatra porque es todo muy fuerte”, dijo, y reveló que en las fechas donde se conmemora la guerra, los sentimientos se multiplican y las sensaciones están a flor de piel.

Por eso, se tuvo que preparar mucho para viajar el 13 de marzo pasado al cementerio de Darwin junto a familiares de los caídos y en compañía de otros ex combatientes. Allí hizo sonar su trompeta para rendirle homenaje a los fallecidos, y después de 37 años, volvió a pisar el suelo de Malvinas con miles de sentimientos encontrados.

“Fue una mezcla de emociones. Volver con mi trompeta después de que me la trajera el escocés en 2010 y ser invitado por los familiares de nuestros caídos de Malvinas, es un honor. Cuando me llamaron me entró una emoción y no podía ni responder. Yo no conocía Darwin, que fue un lugar donde murieron nuestros 12 apóstoles del Regimiento de Infantería 25. Ahí yo vi a los padres tirados sobre las tumbas de sus hijos, llorando y hablando con ellos como si estuvieran ahí”, aseguró conmovido, al mismo tiempo que también reveló que una vez que confirmó que iba a viajar, le agarró un miedo terrible de no poder tocar frente a todos el minuto de silencio.

Hacia el final de la entrevista, Tabarez relató que años después de la guerra de Malvinas decidió dejar la música, y se propuso estudiar profesorado de Historia para poder entender un poco más todo lo que vivió. Hoy en día continúa con su trabajo, ya hace casi 20 años que se dedica a enseñar, y lo que más le importa de su oficio es hacerle a entender a los jóvenes la importancia de lo que pasó en la guerra, el valor que tiene la bandera Argentina, y el sentimiento de orgullo que deben sentir cada vez que cantan el himno nacional:

"Con mi trompeta seguimos rindiéndole honores a mis compañeros. Sé que esto es un continuo recuerdo de Malvinas que no me lo puedo sacar de adentro, pero yo les prometí a nuestros caídos que voy a hacer sonar la trompeta hasta el último momento, hasta que Dios diga basta. El arma más letal para el veterano de guerra es el olvido".

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