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La historia de las "niñas de Alcásser", el siniestro caso que sacudió a España a principios de los '90

Miriam, Desirée y Toñi desaparecieron el 13 de noviembre de 1992. 

11 Noviembre de 2019 17:15
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La noche del viernes 13 de noviembre de 1992 iba a ser de diversión para Miriam García Iborra, de 14 años, Desirée Hernández Folch, de la misma edad, y Antonia Gómez Rodríguez (más conocida como "Toñi"), de 15 años. Las tres amigas, oriundas de la ciudad española de Alcásser, en Valencia, tenían planeado ir a bailar a la discoteca Coolor, en el vecino municipio de Picassent.

Como era habitual en los adolescentes de la zona, las jóvenes hicieron dedo intentando encontrar un auto que las llevara a su destino. Jamás pensarían sus padres y amigos que esa sería la última vez que las tres serían vistas con vida. 

El auto blanco

Luego de un fin de semana de zozobra, las familias de Miriam, Desirée y Toñi entraron de cabeza en la desesperación. Descartada la idea de una fuga voluntaria -las tres se fueron con lo puesto y poco dinero- la policía comenzó a recolectar testimonios apuntando a un rapto. 

Así, una pareja declaró haberlas llevado desde la salida de Alcásser hasta una estación de servicio en la entrada de Picassent. Allí, una vecina aseguró haberlas visto subirse a un auto blanco con cuatro personas a bordo.

Pasaron las semanas y luego los meses, la búsqueda se amplió a España e incluso a otros países a través de Interpol. Sin embargo, los investigadores parecían atrapados en un callejón sin salida y ninguna pista cierta había salido a la luz.

Fue recién el miércoles 27 de enero de 1993 cuando la noticia más triste hizo avanzar de repente el caso: un apicultor y su consuegro se toparon con un brazo que sobresalía de la tierra en una zona montañosa cercana al pueblo de Tous.

Pistas firmes

Las excavaciones forenses posteriores arrojaron el hallazgo de tres cuerpos femeninos en avanzado estado de descomposición, envueltos en una alfombra, maniatados y colocados uno encima del otro. Objetos hallados alrededor de la fosa arrojaron al fin pistas promisorias, concretamente un documento de Seguridad Social perteneciente al Hospital La Fe de Valencia a nombre de Enrique Anglés Martins, ?certificando que había sido tratado allí por sífilis. 

La misma tarde en la que se hallaron los cuerpos de Miriam, Desirée y Toñi, la policía llegó a la casa de Anglés, en la ciudad de Catarroja y lo detuvo. Mientras se hallaban allí, llegaron al lugar dos de sus hermanos acompañados por un amigo, Miguel Ricart, quien terminó siendo llevado al cuartel en calidad de testigo. 

Anglés eventualmente fue liberado luego de probar que el verdadero dueño del volante hallado en la escena del crimen era su hermano Antonio, quien se había hecho pasar por él. Sin embargo, la búsqueda resultó infructuosa: el paradero de Antonio Anglés se convirtió en un misterio jamás resulto y aún hoy figura en la web de Interpol como uno de los prófugos más buscados. 

Paralelamente, comenzó a fortalecerse el vínculo de Ricart con el crimen: se contradecía numerosas veces en sus declaraciones y poseía un auto blanco que coincidía con las descripciones de los testigos que vieron a las adolescentes desaparecidas en Picassent. En la noche del 27, terminó detenido y confesó los crímenes al día siguiente, confirmando sus dichos en dos declaraciones subsiguientes. 

Según su relato de los hechos, él y Antonio Anglés violaron y torturaron a Miriam, Desirée y Toñi en una casa abandonada cerca del lugar donde se hallaron los cuerpos, para luego asesinarlas a balazos. 

A pesar de su detallado relato y de admitir el delito, Ricart se desdijo dos meses después asegurando que la Guardia Civil lo había sometido a apremios ilegales para que confesara, aunque luego de su detención había sido examinado por un forense que no detectó ningún tipo de lesión en su cuerpo. 

El único acusado mantuvo la postura durante el juicio, que se inició el lunes 12 de mayo de 1997 y se extendió hasta el 30 de julio. Hallado culpable, fue condenado a 170 años de prisión aunque fue liberado luego de cumplir sólo 21 años de su pena. 

Amarillismo y teorías conspirativas

El rol sensacionalista de los medios en el caso llegó a cotas que rozaron el ridículo, especialmente de la mano de Fernando García, padre de Miriam, quien asociado con el periodista Juan Ignacio Blanco comenzó a cuestionar el trabajo de la Guardia Civil, los forenses y el aparato judicial, lanzando a cambio descabelladas teorías en diversos programas televisivos. 

Así, con poca o ninguna base, señalaron que Ricart y Anglés sólo constituían el brazo ejecutor de un grupo criminal integrado por poderosos políticos y empresarios dedicados a la producción de videos snuff retratando crímenes reales. Varios de ellos fueron señalados con nombre y apellido, a causa de lo cual García y Blanco terminaron condenados por el delito de calumnias. 

Blanco llegó incluso a asegurar que uno de los videos filmados durante el crimen de las adolescentes llegó a su poder pero, hasta su muerte en 2019, se negó consistentemente a mostrarlo en público o entregarlo a la Justicia. 

Más allá aquellas fantasiosas teorías, la investigación del caso efectivamente estuvo punteada de errores y dudas jamás resueltas que empujaron a que el público español muchas veces -incluso hasta el día de hoy- creyera a García y Blanco por encima de la versión oficial. 

El volante hospitalario perteneciente a Anglés, por ejemplo, fue objeto de discordia ya que se cuestionó que pudiera permanecer en el lugar cercano a la fosa durante dos meses y medio, a pesar de los fuertes vientos de la zona y las inclemencias del tiempo. 

Paralelamente, ningún rastro de sangre o fluidos de las víctimas se encontraron en la casa abandonada donde las habrían vejado y torturado. Además, a pesar de que claramente se describió que el brazo de una de las víctimas sobresalía claramente de la tierra, los forenses luego describieron que los tres cadáveres estaban abandonados. 

Además, siempre se dudó sobre la posible implicación de más personas en el triple femicidio: los cabellos y vellos hallados en los cuerpos y en los textiles que los envolvían apuntaron hacia al menos cinco sujetos, uno de los cuales sería Mauricio Anglés, hermano menor del prófugo Antonio Anglés

Recientemente, el caso Alcásser se convirtió en objeto de una serie documental que puede verse en Netflix, donde algunos de los investigadores, el polémico García, la hermana de Anglés, y la hija y los abogados de Ricart, entre otros, ofrecen sus testimonios sobre el caso. 

 

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