“Fue un infierno”. Natalia tiene 27 años, había viajado especialmente a Arroyo Seco para disfrutar de la trágica rave en la que murieron Giuliana Maldovan (20) y Lucas Liveratore (34). Fanática de la música electrónica y dispuesta a revelar lo que sufrió en el boliche Punta Stage, la joven pidió cambiar su identidad para no recibir críticas del “ambiente tecno”. “No podíamos ni respirar, podría haber sido una nueva Time Warp”, denunció.
La fiesta, por dentro. "No teníamos espacio ni para movernos".
Las irregularidades estuvieron presentes desde el principio. Natalia, acompañada por su pareja, retiró ese mismo día las entradas en el local ForLovers de Rosario, a 37 kilómetros de la ciudad en la que iba a tener lugar la fiesta. “Preguntamos a qué hora iban a abrir las puertas, porque habíamos viajado especialmente desde Buenos Aires y queríamos entrar temprano. Nos dijeron que iba a ser a la una, pero lo terminaron haciendo a las dos y media de la mañana”.
La gente se empezó a amontonar. Acababan de brindar por el Año Nuevo y querían festejar. El malestar por la demora no tardó en alterar a la multitud. “Se armó un lío tremendo, porque la gente empezó a amucharse en la puerta. Hubo avalanchas y los de seguridad los tiraban para afuera. Fue un caos. No nos informaban qué era lo que pasaba”.
Así quedó el boliche.
Después de una hora y media de espera, la joven y su pareja fueron separados en la puerta para los controles de ingreso. “A mí me revisaron todo. Desde los bolsillos, hasta el pelo. Pero, a medida que fue pasando la noche, la gente que entraba contaba que ni siquiera les habían cortado el troquel de la entrada. Era terrible, no paraba de entrar gente. Nos empezamos a asfixiar porque no podíamos ni movernos, nunca viví algo así”.
“Nunca vi algo igual, había muchísimos dealers. Andan por la pista y te preguntan si querés. Nadie te regala nada, te ofrecen siempre con motivo de venta. Pero en esa fiesta había una cantidad tremenda. Este fin de semana hubo gente que llegó a tomar de la mano del que vendía”
Natalia fue una de las primeras en ingresar al boliche y un detallé la animó. “Vimos que había un puesto sanitario y otro de hidratación. Nos pareció bueno, de hecho lo comentamos con mi pareja”, destacó. Pero con el correr de la noche, las fallas de la organización quedaron expuestas: sobreventa de entradas, falta de control, agua cortada o caliente, cero ventilación y exceso de dealers.
Lucas, una de las víctimas fatales, tenía 34 año. Investigan si murió por consumo de éxtasis.
“Aunque no estaba ahí, quedé muy marcada por Cromañón, por eso no consumo. No me gusta la idea de pensar que puede pasar algo así y no tener reacción”, advirtió, aunque reconoció: “El tema de las drogas en las rave no es de hoy, ni de ayer. No todas las personas consumen, pero es una postal más que habitual”.
Pese a estar acostumbrada a que le ofrezcan drogas, Natalia notó algo llamativo aquella noche. “Nunca vi algo igual, había muchísimos dealers. Andan por la pista y te preguntan si querés. Nadie te regala nada, te ofrecen siempre con motivo de venta. Pero en esa fiesta había una cantidad tremenda. Este fin de semana hubo gente que llegó a tomar de la mano del que vendía”. ¿Qué ofrecían? “No escuché ninguna pastilla, pero sé que había cocaína, popper y éxtasis”.
Arrancando el año de la mejor forma !! #sasha ??????
Un vídeo publicado por Bruno Gutiérrez ??? (@brunologa) el 2 de Ene de 2017 a la(s) 1:50 PST
Aunque en la fiesta iba a presentarse Sasha, uno de los DJ del momento, la mitad de los asistentes no sabían que se trataba de un evento electrónico. “Empezó mal desde el principio. Los organizadores la promocionaron como una fiesta de fin de año, por lo que había dos públicos. Estábamos los que habíamos ido a escuchar a nuestro DJ preferido y los que se quejaban porque querían otro tipo de música. Había malestar, no era el público de una rave”, recordó.
La rave, según Sasha, el DJ de la noche.
El plato fuerte de la fiesta llegaría recién a las tres de la mañana. “Antes tocó otro, pero no era muy conocido”, reconoció la joven, que estuvo toda la noche en el ambiente techado del local. “Hacía muchísimo calor y estábamos todos hacinados. Nos estábamos asfixiando. En un momento le pedí a mi novio de salir afuera para poder tomar un poco de aire, pero no hubo forma. No nos podíamos ni mover”.
Happy new year from Rosario #argentina !!
Un vídeo publicado por Sasha (@djsashaofficial) el 1 de Ene de 2017 a la(s) 10:39 PST
Palear el calor con agua fue una misión imposible. Las botellitas se vendían a $ 50, lo habitual en este tipo de eventos, pero desaparecieron pasadas las cuatro de la mañana. “Habían tres barras, pero funcionaba sólo una. Los empleados de las otras dos decían que no podían vender porque tenían problemas con el sistema. Tenías a cinco mil personas en una sola barra, era una locura. Cuando se terminaron las botellitas, nos empezamos a dar cuenta de que habían cortado el agua fría de los baños. Salía tan caliente que muchos chicos hacían bromas y decían que estaba ideal para hacerse un mate”.
La precaria instalación de los baños fue otra de las fallas de la organización. “No tenían techo y toda la instalación eléctrica estaba mal armada, con los cables sueltos. Esa noche llovió muchísimo, fue un milagro que no se haya prendido fuego todo. De hecho, la tormenta quemó el sistema de audio que estaba afuera y no hubo más música”.
"Tenías a cinco mil personas en una sola barra, era una locura. Cuando se terminaron las botellitas, nos empezamos a dar cuenta de que habían cortado el agua fría de los baños. Salía tan caliente que muchos chicos hacían bromas y decían que estaba ideal para hacerse un mate"
La ventilación tampoco ayudaba. Había sólo dos ventiladores y uno dejó de funcionar en medio de la fiesta. “Estaban ni bien entrabas. Era obvio que no iban a servir para el lugar, más con la cantidad de gente que había. Encima, un chico del VIP empezó a tironear uno para que el aire apuntara hacia su sector y lo terminó rompiendo”.
Las entradas se conseguían a partir de los $ 500.
“El lugar no estaba preparado para una fiesta electrónica”, denunció la joven, habitué de este tipo de eventos. “Nunca me pasó de no tener espacio ni para moverme. He ido a fiestas grandes y también a otras en boliches más chicos. Hace por lo menos ocho años que voy y nunca me pasó esto. Los organizadores son nuevos, pero me dijeron que ya habían tenido problemas en el evento anterior”.
Giuliana tenía 20 años. Murió horas después de la fiesta. Investigan si consumió éxtasis.
Pasadas las cuatro de la mañana, el clima empeoró. “Empezó a largarse una tormenta fuerte y me acuerdo que le dije a mi novio de irnos, porque sabía que podía terminar todo mal. Había demasiada gente, los cables estaban a la intemperie. Podría haber sido una desgracia. La gente empezó a saltar el vayado VIP para entrar y no había más espacio”.