30 Mayo de 2019 10:55
David George Haskell es un observador paciente. Durante un año estuvo examinando un único metro cuadrado de un bosque de Sewanee, en Tennessee, al sur de Estados Unidos, donde enseña Biología y Estudios Ambientales. Cada una de sus observaciones las documentó en una especie de diario íntimo que combinaba con una bitácora de divulgación científica. Con esa información armó su primer libro, 'En un metro de bosque', que fue finalista del premio Pulitzer de 2013.
Luego Haskell sumó su análisis para describir en su segundo libro 'Las canciones de los árboles', en donde no sólo se refiere a los árboles como individuos, sino que también confirma que existen conexiones con las redes biológicas que los rodean y los sonidos que surgen de estas interacciones.
Como ejemplo de esos intercambios, el biólogo remarca que desde un escarabajo masticando el interior de un árbol muerto hasta las olas que bañan las raíces de una palmera, son las formas en las que la naturaleza habla constantemente, por encima o bajo tierra, utilizando sonidos, olores, señales y vibraciones. Son redes conectadas con todo ser viviente, incluido el ser humano.
La propuesta de este investigador no es alocada y pese al escepticismo si expandemos nuestra mente, si analizamos su afirmación podremos encontrar señales de su teoría. Haskell propone que podamos percibir y entender las interacciones de la naturaleza.
Imaginá un paseo por el parque, y el viento moviendo las hojas de los árboles. Imaginá que esos movimientos también sean parte de su comunicación con otras plantas. No obstante, cada vez son más los científicos (y estudios como el de la Universidad de Columbia Británica) que, como Haskell, insisten en la importancia de saber escuchar a la naturaleza. “No existe el individuo dentro de la biología. La unidad fundamental de la vida es la interconexión y la relación. Sin ellas, la vida termina”, sostuvo el experto en una entrevista de 'The Atlantic'.
Como si fuera poco, este biólogo enseñó ornitología (estudia las aves) durante años a sus alumnos. Les desafiaba a identificar a más de 100 aves según sus sonidos vocales. Pronto, llevó su particular prueba al mundo vegetal: “¿Sos capaz de distinguir un roble de un arce solo por su sonido?”. En cada clase les hace salir al campo para cosechar sonidos. “Es una experiencia casi meditativa. A partir de eso, te das cuenta de que los árboles suenan de manera diferente. Nuestros oídos pueden escuchar e identificar sin ayuda cómo las hojas verdes de un arce entran en el otoño”, señaló.
Es importante remarcar que el lenguaje de las plantas no un concepto de Haskell, sino que es una referencia a los estudios de la profesora de Ecología Forestal, Suzanne Simard, quien saltó a la fama gracias a una charla TED de 2016 titulada 'Cómo los árboles se comunican entre sí'. Su investigación demuestra que debajo de la tierra hay redes de raíces y hongos que mueven el agua, el carbono y los nutrientes entre los árboles de todas las especies, como si fuese un solo organismo. Estas redes simbióticas imitan las neuronales y sociales del ser humano. Y, al contrario de lo que uno podría pensar, hay mucha cooperación entre especies y no tanta competencia.
La voz más obvia es cuando el viento sopla a través de un árbol, vibrando y sacudiendo el aire a medida que pasa a través de sus ramas y las hojas"
Esto mismo, Haskell lo compartió en sus clases y de la misma forma que los ornitólogos reconocen a las aves según su sonido, el biólogo enseñó a sus alumnos a identificar a los árboles. “La voz más obvia es cuando el viento sopla a través de un árbol, vibrando y sacudiendo el aire a medida que pasa a través de sus ramas y las hojas. Cada uno tiene su propia arquitectura. Cada hoja su propio grado de rigidez, flexibilidad y forma”, dijo y añadió que pueden adentrarse en un mundo en el que las plantas tienen amigos, vecinos y familiares, se sienten solas, gritan de dolor y se comunican a través de una red global.
En su libro dedica cada uno de los 12 capítulos a un árbol, cada uno con sus propios sonidos e historias que contar.
Como si fuera poco, las investigaciones de Haskell sustentan el trabajo anterior del alemán Peter Wohlleben, quien publicó 'La vida secreta de los árboles' sobre las relaciones de cooperación y convivencia de los organismos vegetales. "Lo que más me ha sorprendido es su sociabilidad. Un día encontré un tronco viejo de 400 o 500 años que, aunque sin hojas verdes, seguía vivo. La única explicación era que estaba siendo apoyado por los árboles vecinos. Como ingeniero forestal, aprendí que son competidores y que luchan entre sí por la luz y el espacio. Allí vi todo lo contrario: están muy interesados en mantener vivos a los miembros de la comunidad", confesó en una entrevista a 'The Guardian'.
Un día encontré un tronco viejo de 400 o 500 años que, aunque sin hojas verdes, seguía vivo. La única explicación era que estaba siendo apoyado por los árboles vecinos"
Probemos lo que afirma este biólogo, salgamos a la calle. Conectemos con lo natural. “Sal fuera. No vayas a un lugar especial, vale con que salgas tu barrio. Abre tus oídos y percibe los sonidos de tu alrededor. Los árboles son santuarios. Cuando hayamos aprendido a escuchar a los árboles, nos sentiremos en casa. Eso es la felicidad", finalizó.