El zar Nikolai II reinaba sobre Rusia desde la muerte de su padre en 1894, y junto a su esposa, Alexandra Fiódorovna, tenía cinco hijos: Olga, Tatiana, María, Anastasia y Alexei.
Sin embargo, su poder finalizó abruptamente en febrero de 1917, cuando la naciente ola revolucionaria en Rusia obligó al monarca a abdicar al mes siguiente. La familia Romanov fue evacuada a Siberia y después a Ekaterimburgo donde eran estrictamente vigilados.
El odio y el rencor escaló a unos níveles tan elevados, que eventualmente, los líderes de la revolución bolchevique decidieron la ejecución del zar, su esposa e hijos, considerados símbolo de la antigua Rusia.
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Así, en algún momento entre la noche del 16 julio y la madrugada del 17, la familia fue despertada. Los soldados les pidieron vestirse asegurando que había riesgo de un ataque y les ordenaron descender en un cuarto en el subsuelo junto a su médico, Yevgeni Botkin, y los miembros de su servidumbre.Una vez allí, el comisario bolchevique Yakov Yurovski leyó en voz alta la orden que recibía del Comité Ejecutivo de los Urales. "Nikolai Alexandrovich, en vista del hecho de que tus parientes continúan atacando a la Rusia Soviética, el Comité Ejecutivo de los Urales ha decidido ejecutarte", señalaba el texto.
La ejecución no fue un trámite expeditivo: la gran cantidad de joyas que la familia llevaba cosidas a sus ropas determinó que no todos murieran con la primera salva de disparos, y fueron rematados con bayonetas y culatazos.
Los cuerpos luego fueron transportados en un sitio cerca de Ekaterimburgo y dejados en un pozo. A la mañana siguiente fueron recuperados, rociados con ácido, parcialmente quemados y enterrados en fosas.
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En 1991 los restos del zar, la zarina y tres de sus hijas fueron descubiertos, y también sus respectivas identidades confirmadas mediante pruebas de ADN. Todos recibieron sepultura en un funeral con honores en 1998, encabezado por el presidente Boris Yeltsin.
Increíblemente los cuerpos de los otros dos hijos de la pareja imperial fueron recién hallados en 2007 a través del descubrimiento de una segunda fosa que nunca antes había sido encontrada.
El hecho de que los cadáveres hayan tardado tanto tiempo en ser encontrados desató, en su momento, varias teorías sobre la supervivencia de alguno de los miembros de la familia. Incluso aparecieron varios impostores que aseguraban ser alguno de los Romanov. La más famosa fue Anna Anderson, quien durante muchos años dijo ser la princesa Anastasia.