por Rodolfo Palacios
17 Mayo de 2016 13:08Domingo 8 de mayo, 3 PM. El taxista que me lleva de Constitución a La Paternal dice que nadie lo toma por gil. Ni siquiera el camionero que ahora, por una maniobra imprudente, le impide doblar por avenida Independencia.
-Aunque sea un gigante al tipo este tengo ganas de bajarme y romperle los huesos. No estoy chamuyando. ¿Sabés por qué? Por que soy un Hell's Angels.
Eso dice el taxista. Y en ese momento, lo admito, su mensaje me llega como un cross a la mandíbula. Esa especie de declaración de principios cobra mucho más sentido ahora.
La batalla de las 150 balas
Aquel encuentro con el motoquero que manejaba el taxi se dio seis días antes del choque en Luján entre las pandillas de Hells Angels y los Tehuelches, la batalla callejera de los 150 tiros que dejó en grave estado al custodio de estrellas Dani "La Muerte" Díaz León.
Dani "La Muerte", rodeado por Hells Angels.
"Vos me ves acá arriba del taxi y no te imaginás que soy un legendario. ¿Sabés lo que significa eso? Me costó sangre, sudor y lágrimas llegar a este rango", dice el hombre que ese día vestía jeans, botas tejanas y una camisa negra. Usaba bigotes al estilo Dennis Hopper en "Easy Reader", la mítica road movie contracultural de los años 60 que cuenta la historia de dos rebeldes que cruzan los Estados Unidos en moto.
Dennis Hopper y Jack Nicholson, dos en busca de su destino.
Relatos salvajes
El taxista siguió con su especie de monólogo. Contaba anécdotas, y relataba historias; muchas de ellas las terminaba con la misma frase:
-Y terminé rompiéndole los huesos. Soy un rompehuesos.
El sábado hubo once motoqueros detenidos.
Aquí se reproducen tres de los relatos orales del motoquero:
Una familia muy normal
"No somos ninguna secta ni nada raro. No usamos armas, no nos drogamos ni metemos ideas raras. Somos chabones simples, que creemos que hay que respetar al que más sabe. Hay que saber escuchar y aprender. Somos como un club de amigos. Una familia. Nos juntamos a comer, a tomar cerveza, a escuchar música y a viajar en moto. Yo crecí en ese club, todo lo que sé de la vida lo aprendí en esas paredes. Siempre hay que manejarse con respeto. Si uno de nosotros le pega a una mujer o traiciona a un compañero, recibe una fuerte sanción. Una noche un degenerado le faltó el respeto a la hermana de un compañero. ¿Sabés lo que hicimos? Le arrancamos los huesos. Pero no lo agarramos todos contra uno. Le pegamos de a uno, en fila. Ese no jode más".
El aprendiz de la bolsa
"Estoy más caliente que una pipa. Anoche festejé mi cumpleaños en el club de Hells Angels, ahí en Lugano. Me llevé a mi piba con la idea de pasar un lindo momento. Uno de los legendarios, un tipo que es un mastodonte y tiene tatuajes en todo el cuerpo, me quería hacer una manteada. Al final zafé. Pero en un momento fui al baño y encontré a un pibito que estaba tomando merca de una bolsa. Llevaba dos meses en el grupo y se había ganado una remera con el símbolo de los Hells. Lo agarré del cogote, lo tiré contra la pare. Le di un par de sopapos. Y le dije: 'Si querés reventarte, andá a la calle. Pero acá no. Hay códigos que se respetan. Dame la remera que te dimos. Si te llego agarrar otra vez, te rompo los huesos'. Agarré y le tiré la bolsa por el inodoro. Al pibe lo suspendimos por dos meses. Si hace buena letra, le vamos a dar una segunda oportunidad. La falopa acá no entra. Ya tuvimos nuestra etapa de reventados y la pasamos fulero".
Armas y balas, en medio de una mañana sangrienta.
El amigo traicionero
"En el club tenemos un patio a pizarra con las actividades del día. Ahí escrachamos a los que se mandan cagadas. En 25 años me sancionaron una sola vez. La cosa es así: estábamos con el grupo en un bar. Mi mejor amigo estaba con su novia y yo con otra piba. Mi amigo se puso en pedo y empezó a chamuyar a la mina mía. No lo podía creer. Me puse como loco. En otra mesa estaba el presidente de la agrupación, que enseguida captó todo. Lo miré, como buscando una aprobación. Y él asintió con la cabeza. Siempre era así. El hacía ese gesto y activábamos. Entonces me saqué la campera, el chaleco y lo saqué a la calle. ¡Le rompí los huesos! Lo peor es que se armó una gresca en el bar que ni te cuento. Además mi mejor amigo era de otro grupo. Nos terminamos dando todos contra todos. Al final, terminamos tomando birra a lo loco. Fue un final feliz".