Si bien en nuestro país la producción artesanal de cerveza es amplia y conocida, no sucede lo mismo con las bebidas espirituosas (como el whisky, el vodka, el ron o el gin), cuya fabricación sólo está reglamentada si se efectúa de manera industrial.
Eso es lo que intenta cambiar un proyecto de ley presentado por la diputada Silvina García Larraburu, del Frente para la Victoria, que busca definir y reglamentar la producción artesanal de bebidas espirituosas, y propiciar medidas de promoción de la actividad.
"La producción de dichas bebidas deberá ser realizada, de conformidad con el Código Alimentario Argentino, por cuenta propia del productor, en pequeña escala y estar ejecutada fundamentalmente de modo manual, sin o con ayuda de maquinaria cuyo empleo no implique prescindir de la mano de obra directa, incorporando un valor diferencial positivo respecto de sus homólogos industriales", señala el proyecto.
Además, se propone la creación de un registro de destiladores artesanales que permitirá no sólo conocer quiénes trabajan de manera lícita y regulada, sino también que brindará a los que se anoten a acceder a una serie de beneficios como la inclusión en una estructura de promoción creada por el Instituto Nacional de Vitivinicultura, líneas de crédito del Banco Nación y exenciones tributarias.
Menos burocracia, más impulso
La normativa es apoyada por la Asociación Argentina de Destiladores Artesanales, la cual le expresó a BigBang a través de un vocero que su dictamen es necesario porque "la legislación de destilados en Argentina no ha acompañado el desarrollo natural de su producción".
"Hoy nos encontramos en un contexto internacional y nacional muy favorable, con demanda creciente de espirituosas elaboradas a menor escala, más innovadoras, autóctonas, incluso exploratorias, y por supuesto, de alta calidad. Es una oportunidad única, cuyo aprovechamiento exige recuperar mucho tiempo perdido por obstáculos reglamentarios y prejuicios arraigados en parte de los consumidores", agregó.
En ese sentido, desde AADA creen fundamental el despeje de ciertos mitos alrededor de la producción artesanal de destilados, cuya reputación históricamente ha sido manchada por fabricantes que instrumentan adulteraciones o no respetan el proceso adecuado.
"Al igual que cualquier alimento o bebida, deben tomarse los recaudos necesarios para su elaboración, y deben tramitarse todos los permisos requeridos para su comercialización", señalaron. "Con capacitación adecuada, destilar no es más peligroso que producir otros alimentos o bebidas. Es importante remarcar que adulterar o envenenar alimentos o bebidas representan actos criminales; por ejemplo: agregarle metanol a un vino o un licor".
Paralelamente, en ese sentido aclararon que la normativa preexistente prepondera "controles burocráticos" y por ende "pone en riesgo la calidad y la seguridad", por lo cual la nueva le apunta a "evitar la proliferación de la producción ilícita, que pone en riesgo al consumidor y a la reputación del sector".