por Natalia Torres
29 Junio de 2017 06:30Las confesiones muchas veces no se deciden de manera del todo racional, sino que son impulsadas por hechos fortuitos imposibles de predecir.
El Cardenal Newman, escenario de una oscura trama.
Así, la llegada de Mauricio Macri a la presidencia determinó que el colegio al que asistió durante su niñez y juventud, el Cardenal Newman (ubicado en Boulogne), quisiera homenajearlo agregando una corona sobre la cabeza del león que domina su escudo.
Mauricio Macri durante sus años en el Newman.
Y fue esa noticia, casi perdida en el fárrago diario, la que empujó al ex alumno Rufino Varela a escribirle a Alberto Olivero, director del colegio, para detallarle una confesión explosiva.
"En lugar de una corona, me reconfortaría más ver en el escudo un látigo o una corona de espinas, recuerdo de las aberraciones vividas en el Newman por mí y seguramente por muchos otros que, por temor y vergüenza, siguen callando ese dolor profundo que el abuso causa para siempre", podía leerse en un párrafo del mensaje que Varela le envió a Olivero.
Inocencia perdida
Es que en 1977 Rufino, a los 12 años, fue azotado y manoseado por el padre Alfredo, capellán del colegio. De origen irlandés, su nombre real era Finnlugh Mac Conastair y se aprovechó del niño en un momento de extrema vulnerabilidad: cuando fue a confiarle los abusos previos a los que lo había sometido un albañil y casero que trabajaba en su hogar.
A fines del 2016, Varela se animó a contar su calvario en una entrevista con el diario La Nación. Y, así, se dio cuenta de que no era el único: hasta ahora, lleva reunidos 22 testimonios de ex alumnos del Cardenal Newman abusados dentro del colegio.
"Sólo uno fue abusado por un hermano de la congregación de los Christian Brothers (fundadora del colegio), es un ex alumno 10 años menor que yo", le explica a BigBang. "El resto son contemporáneos míos y todos fueron abusados por el padre Alfredo, que era de la orden Pasionista".
Reconocimiento y alivio
Con Mac Conastair ya fallecido, lo único que buscaba Rufino eran disculpas públicas del colegio Cardenal Newman y de la orden de los Christian Brothers. Nunca pensó en judicializar su denuncia y eso le trajo algunos choques con otros ex alumnos abusados.
"Un par se enojaron conmigo porque piensan que me conformo con una carta de perdón", revela. "Yo no le prometí a nadie hacer una denuncia. No creo en la justicia argentina, es demasiado lenta. Para mi, una condena social es más importante".
Y lo cierto es que Varela obtuvo lo que buscaba: el 10 de abril el colegio publicó una carta de reconocimiento y perdón por los hechos ocurridos bajo su techo y, un mes después, llegó un comunicado similar firmado por el hermano Hugo Cáceres, superior regional de América Latina de la Orden de los Christian Brothers.
Rufino el día de su Primera Comunión.
"Lo que logré con estas cartas es que me creyeran. Si antes estaba tranquilo, ahora lo estoy mucho más", afirma Rufino. "Siento alivio, paz interior".
Y semanas atrás, un sorpresivo capítulo adicional se agregó a este camino: la Policía de Irlanda intercambió una serie de emails con Varela para interesarse en el caso. Más concretamente, en la figura del hermano John Burke, quien era el director del colegio en la época en que él era alumno y actualmente vive en aquel país, donde nació la orden de los Christian Brothers.
Maquinaria interior
"A veces me preguntan por qué esperé tanto tiempo. Pero es como un volcán que está millones de años calmo y de repente tiene una erupción", ilustra Varela.
"Toda esta maquinaria sentimental y emocional se puso en marcha bastante tiempo antes, pensando consecuencias y afectos", rememora. "Sabía que quizás habría gente que me iba a dejar de hablar, que se me iba a acercar gente que no conocía. Mi hija se estaba por casar y temía arruinar eso porque, básicamente, me iba a pelear con la Iglesia".
Y si bien Rufino sigue siendo un hombre de fe, lo cierto es que la institución eclesiástica y sus avatares se alejaron de su vida para siempre.
Rufino hoy busca llevar una vida tranquila junto a su esposa e hijos.
"En el casamiento de mi hija comulgué después de mucho tiempo. La última vez que me confesé fue en el Newman en 1977", explica. "El papa Francisco me llamó cuando surgió el abuso y eso me hizo bien, pero ni él me va a imponer que tenga que confesarme, Si me dicen que no puedo ser católico porque no cumplo con los sacramentos, entonces firmo ya la renuncia. Dios está en otro lado".