Con el derrumbe de un 30 por ciento de la ocupación hotelera respecto del último año, la Costa Atlántica argentina vive su peor temporada en una década.
La incertidumbre económica, sumada a la oferta tentadora que representaba viajar a Brasil con precios muy accesibles, generaron un duro efecto para el habitual paisaje de las playas argentinas.
Pese a que mucha gente eligió pasar las fiestas junto al mar, finalizado el primer fin de semana largo del año la mayoría regresó a sus hogares y fueron muy pocos los que extendieron su estadía en la Costa.
Y, si bien los entes oficiales marplatenses reportaron una ocupación hotelera del 70 por ciento, basta una simple recorrida para darse cuenta de que esa cifra es exagerada.
El propio presidente del Colegio de Martilleros de “La Feliz”, Miguel Ángel Donsini, confirmó que en realidad “en la ciudad hay un 50 por ciento de ocupación, lo que representa un 20 por ciento menos que en la misma franja del año pasado”, para luego agregar que “los turistas son muy fluctuantes” y que “la gran mayoría viene por cinco o siete días”.
Miguel Ángel Donsini, presidente del Colegio de Martilleros de Mar del Plata.
Sin embargo, no hace falta escuchar la confirmación de boca de las autoridades pertinentes, ya que las playas a medio poblar, las calles sin embotellamientos y la posibilidad de ingresar a cenar sin hacer cola en los habitualmente colmados restaurantes del Puerto hablan a las claras de la situación.
A la hora de hacer foco en los posibles motivos de esta caída en las reservas turísticas, Augusto Di Giovanni, gerente comercial del Balneario 12 de Punta Mogotes, afirmó que “no hay que poner como excusa la inestabilidad del clima”.
Augusto Di Giovanni, gerente comercial del Balneario 12 de Punta Mogotes.
“Por un lado, existe desde hace un tiempo un abuso de parte de los comerciantes y propietarios, que en un principio quisieron fijar precios muy elevados, con aumentos injustificados en relación a lo que fue la temporada anterior”, analizó Di Giovanni, para luego agregar que “la gente rechaza todas esas cosas”.
Hubo un fuerte aumento de los precios de alquileres y cayeron las reservas.
En ese sentido, “Manolo”, la casa de comidas famosa por sus exclusivos churros, se vio en la obligación de salir a fijar el precio de sus productos ante los excesivos costos reflejados en otros comercios de la ciudad.
La tradicional casa de comidas “Manolo” fijó sus precios ante los aumentos.
Algo parecido ocurrió con los alquileres, ya que durante octubre y diciembre, más precisamente después de conocerse el resultado de las elecciones, los propietarios solicitaron valores desmedidos por las viviendas, lo que redujo considerablemente el número de reservas.