En una verdulería de Villa Crespo, situada sobre la calle Gurruchaga, no muy lejos de la avenida Corrientes, una zona de clase media, un kilo de bananas importadas de Ecuador cuesta 25 pesos el kilo. En el mismo comercio, un kilo de manzanas producidas en el valle de Río Negro tiene un precio de $ 25.
Para llegar hasta ese comercio, las bananas tuvieron que hacer un largo viaje en barco y en camión. Unos 3.600 kilómetros desde Ecuador hasta Chile en barco y desde allá unos 1400 kilómetros en camión hasta terminar en los galpones del Mercado Central. Unos 5000 kilómetros en total.
Las manzanas producidas en la zona de Cipoletti tuvieron que recorrer menos de 1.200 kilómetros para terminar en el mismo lugar, donde concurren todos los verduleros del Gran Buenos Aires a comprar los cajones de frutas y verduras para abastecer cada mañana a sus negocios.
Los por qué de la diferencia
Entonces, la pregunta es ¿por qué las bananas ecuatorianas cuestan más baratas para los porteños que las manzanas rionegrinas? Hay una gran cantidad de elementos que explican la diferencia de precios y porque los productores rionegrinos regalaron esta semana 10 kilos de manzanas en la Plaza de Mayo para llamar la atención sobre la gravedad de la situación que están pasando.
El consultor frutihortícola Miguel Angel Giacinti explicó a BigBang las diferencias entre las dos frutas. Las bananas cuestan 6 pesos el kilo en el Mercado Central, mientras que las manzanas cuestan en los mismos galpones $ 17,50. “El proceso de cosecha y empaque de la banana es mucho más simple. Se utiliza menos mano de obra y se cotiza durante varios meses en el año. La manzana o la pera, en cambio, tienen un uso de mano de obra intensiva”, indicó Giacinti.
Las banana sólo tienen un par de variedades, mientras que las manzanas no bajan de cuatro y tienen que ver con su aspecto, color, tamaño, etc. En promedio un productor del alto valle recibió tres pesos por kilo de manzana en el momento de la cosecha.
La cadena
A esos tres pesos que se le pagan al productor, en el valle se le agregan $ 14,50 de valor agregado, que se explican por el empaque de la fruta, el guardado en los frigoríficos, los materiales e insumos usados en la conservación y el costo del flete hasta Buenos Aires. Por eso en el Mercado Central el kilo de manzana cuesta $ 17,50.
“Pero cuando sale del mercado se duplica su valor. Se vende en las góndolas de los supermercados o en las verdulerías a 35 pesos. Te dicen que es porque hay que pagar sueldos, alquileres, impuestos, margen de ganancia, etc. Pero lo cierto es que sale del Mercado al doble de lo que llegó”, dice Giacinti.
La Asociación de Supermercados Unidos sostiene en un trabajo que “la venta minorista de frutas y verduras presenta una altísima tasa de informalidad y que sobre el mercado formal relevado, la participación de los supermercados oscila alrededor de un 15%. Si se toman en cuenta las estimaciones sobre total mercado (incluyendo mercado informal), estamos hablando de un total de un 5%”.
Y el informe agrega que “el costo operativo del sector frutas y verduras se ve incrementado en supermercados por las acciones por inocuidad alimentaria (certificación de proveedores, canastos plásticos periódicamente lavados), frente a los cajones de madera de las verdulerías. Además, frutas y verduras tienen una muy importante merma; es decir, es un producto que pierde sus condiciones de venta. A diferencia de las verdulerías tradicionales, en los supermercados el cliente sí “toca la mercadería”, la lleve o no. Esto se estima en un 10% del volumen”.
De todos modos, Giacinti explica que el 39% de lo que paga el consumidor en las góndolas del supermercad son impuestos. De los $ 35 en promedio del kilo de manzanas, $ 13,65 son de impuestos. “Hay un gran problema. Se generaron distorsiones, el nivel impositivo es muy alto en la cadena En el año 2000 pagábamos de impuesto 10 centavos de dólar por kilo empacado, el año pasado 35 centavos, son 25 centavos de aumento. Es por aumento de impuestos de municipios, provincias y Nación”, dice el experto.
Cuando llegó el nuevo gobierno devaluó la moneda y quitó las retenciones, algo que significó un alivio para los productores, pero la mejora se diluyó luego por los mayores costos: de salarios y de producción. “Al productor lo inquieta porque no se una una solución de fondo. Es muy difícil pagar menos impuestos, es una cuestión a largo plazo. Tampoco sirve volver a devaluar”, se sincera.