09 Abril de 2025 12:41

En el cambiante escenario económico de la Ciudad de Buenos Aires, marzo volvió a recordarle a sus habitantes que el alivio es un lujo efímero. Luego de un febrero más calmo, con una suba de precios del 2,1%, la inflación en la capital se reactivó con crudeza y trepó al 3,2% mensual, impulsada por aumentos feroces en educación, indumentaria y, una vez más, alimentos. Así lo reveló el Instituto de Estadística porteño (Idecba), que también marcó un dato inquietante: en los últimos doce meses, los precios acumularon un alza del 63,5%. Y en lo que va del año, el primer trimestre cerró con un 8,6% de inflación.
Marzo fue el mes de los padres y madres que, con mochila en mano y útiles escolares a cuestas, se encontraron con un mazazo en forma de cuotas escolares: el rubro educación registró un implacable salto del 14,3%. Cada marzo ocurre lo mismo -dirán algunos-, pero este año el golpe se sintió con más fuerza, en un contexto de ingresos que corren detrás de los precios y con una economía que se empecina en no dar tregua. A la estampida educativa se sumó la moda. El inicio de la temporada otoño-invierno trajo consigo el ya clásico aumento de indumentaria y calzado, que escaló 4,5%. Camisas de franela, buzos, zapatillas y camperas llegaron con nuevas etiquetas, y no precisamente de diseño: las nuevas colecciones se exhiben también como termómetros de la inflación.
Pero si hubo un rubro que dejó huella, fue el de alimentos y bebidas no alcohólicas. Con un alza del 4,7%, el impacto en los hogares fue palpable. Especialmente, el salto fue liderado por un protagonista inesperado pero contundente: las verduras, tubérculos y legumbres, que se dispararon un 25,8%. Ni siquiera las carnes se salvaron: subieron 5,7%, con lo cual preparar un asado volvió a convertirse en un lujo reservado para pocos. Leche, huevos, pan, cereales... todos aumentaron, aunque con menor intensidad. Sin embargo, la señal es clara: la comida se encarece, y comer bien se vuelve cada vez más difícil.
La tendencia ya había sido anticipada por consultoras privadas y por el monitoreo diario de precios que realiza el Gobierno nacional. Según esos datos, los alimentos subieron 2,6% en supermercados durante marzo, marcando una aceleración respecto del 1,9% de febrero. Verduras (6,4%), carnes (3,3%) y harinas y derivados (3,2%) fueron los grandes responsables. Todo esto, a pesar de una política cambiaria que se mantiene relativamente estable, con un "crawling peg" del 1% mensual que no logra contener la presión inflacionaria.
En paralelo, otros servicios también se ajustaron. El rubro de vivienda, agua, electricidad y gas subió 2,7%, impulsado por los alquileres y los gastos comunes, en tanto que el transporte aumentó 2,1%, motorizado por la suba del subte, combustibles y estacionamientos. Tampoco la salud quedó afuera del remezón: las prepagas subieron sus cuotas y el sector registró un alza del 2,3%. Detrás de cada porcentaje, hay un entramado de decisiones económicas, de políticas que no alcanzan, de acuerdos internacionales pendientes y de un ciudadano cada vez más acorralado.
Las consultoras estiman que la inflación nacional de marzo, que se conocerá este viernes, rondará entre el 2,6% y el 2,9%, lo que refuerza la idea de una desaceleración si se mira a simple vista. Pero la realidad en las góndolas, en las escuelas y en las boletas de servicios dice otra cosa. El informe también arrojó otro dato revelador: los servicios subieron más que los bienes.
En marzo, los bienes aumentaron 3%, mientras que los servicios lo hicieron en un 3,3%. En lo que va del año, los bienes subieron 6,4%, pero los servicios ya acumulan un 10%. Y en la comparación interanual, la brecha es todavía más alarmante: 38,6% para bienes y 83,9% para servicios. Comer y vestirse cuesta, pero vivir, estudiar, salir o atenderse en una clínica cuesta aún más. Así, marzo se despide dejando un mensaje contundente: la inflación no se fue a dormir, solo estaba tomando impulso.