por Agustin Gulman
29 Junio de 2020 14:02“Me sentía muy debilitado, no tenía ánimo para nada. Pensaba mucho en mi familia, en mi viejo, ¿si nos moríamos qué iba a pasar con mi vieja o con mis hermanos?”.
Carlos Arapa tiene 40 años y junto a su papá, Julio Fabián, fueron los primeros pacientes con coronavirus de la provincia de Buenos Aires en recibir una transfusión de plasma, a mediados de mayo. En su caso, el efecto de mejora fue casi inmediato: a las ocho horas, si bien todavía recibía oxígeno, comenzó a tener más fuerza en el cuerpo, más ánimo y se sintió más calmo. Su padre, en cambio, continuó en terapia intensiva otros seis días hasta que le pudieron sacar el respirador artificial. “Fue un milagro de Dios”, resume en una entrevista con BigBang.
La historia comenzó en los primeros días de mayo. Arapa compartió una comida con su padre, que desde hacía algunos días tenía síntomas gripales, sin ningún tipo de gravedad. A las pocas horas comenzó a pensar en la posibilidad de que estuviera infectado y que en aquel episodio se podría haber contagiado. Con el correr de las horas Carlos comenzó a expresar algunos síntomas: fiebre y un poco de malestar físico, por lo que se fue directo al hospital de Trauma Federico Abete, de Malvinas Argentinas, donde le hicieron una serie de estudios y el hisopado, que a los pocos días arrojó resultado positivo. Como la sala de espera estaba prácticamente vacía, llamó a su padre, que continuaba enfermo desde hacía una semana, para que fuera y lo pudieran atender.
“Ni bien lo atendieron me dijeron que estaba muy complicado, con los pulmones muy afectados, el 80 por ciento tapado. Los médicos ya se imaginaba que tenía COVID”, dice Carlos a BigBang. “Yo firmé para irme a mi casa a quedarme aislado. Antes de irme, le agarré la mano a mi papá y le dije que iba a salir todo bien, que en unos días volvía a casa”, cuenta. A las pocas horas comenzó a sentirse mal, con picos de fiebre de 40 grados de temperatura y un malestar físico que se agudizó al punto tal que no podía respirar. “Me faltaba el aire, tenía que sentarme en la cama para poder respirar, me costaba ir al baño, no podía comer porque no tenía aire”, describe.
Por esos días, mediados de mayo, la provincia de Buenos Aires comenzaba a desarrollar el protocolo de ensayo clínico de plasma, la parte líquida de la sangre, que contiene los anticuerpos de los pacientes recuperados de coronavirus, un elemento que habitualmente se utiliza para el tratamiento de algunas enfermedades.
El procedimiento es sencillo: los recuperados de COVID-19 donan plasma (puede hacerse hasta 24 veces al año) y aplicado a tiempo en pacientes que comienzan a tener bajos niveles de oxígeno en sangre puede agilizar la recuperación. Se trata de una terapia que aún no tiene evidencia científica, aunque sólo en territorio bonaerense ya hubo casi 200 personas que recibieron la transfusión y tuvieron buenos resultados. Uno de ellos fue el intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde. Julio fue el primer paciente de un hospital bonaerense público al que le aplican plasma. Carlos, su hijo, lo recibió pocas horas después.
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Cuando me empecé a sentir mejor empecé a rezar, a agradecer a Dios, a pedir que todo se termine".Mientras su papá continuaba internado y en grave estado, Carlos fue trasladado en ambulancia al hospital Abete, donde quedó internado en una sala común. Le hicieron una tomografía, placas y descubrieron que tenía una neumonía y los pulmones complicados. Desde el 11 hasta el 22 de mayo permaneció en el hospital. “Antes de que me entubaran apareció la posibilidad de la transfusión, gracias a Dios. Mis niveles de oxígeno eran muy bajos y la infección había avanzado mucho en los pulmones”, cuenta.
- ¿Y qué sentías en el cuerpo?
Muy debilitado, no tenía ánimo para nada, ni para pensar. Miraba al médico y no podía pensar en nada. Pensaba en mi familia, en mi viejo. Si mi viejo se muere, si me muero yo, si nos pasa algo, ¿qué va a pasar con mi vieja, con mis hermanos? Era una preocupación constante. Veía camillas que pasaban y me imaginaba... Nadie me iba a decir cómo estaba mi papá.
¿Te transfundieron plasma y a las ocho horas comenzaste a sentir las mejoras?
Sí. Una madrugada me informaron que me iban a aplicar plasma, yo acepté, firmé por mí y por mi papá, pedí que si se podía se la apliquen a él primero, porque estaba mucho más complicado que yo. Al ratito me dormí, a la mañana me sacaron sangre, ese día no desayuné porque seguía dormido y a las nueve y media, diez de la mañana, era otra persona. Tenía otro ánimo, otras ganas.
¿Qué sentías físicamente?
Cuando me levanté tenía ganas de moverme, no me dolía nada, era otro ánimo. Antes tenía un malestar muy grande, no tenía ganas de nada, ni de caminar.
¿Y qué pensaste? No debe ser habitual pasar de estar con oxígeno y miedo a morir a sentirse mucho mejor en tan pocas horas.
En ese momento no me sacaron el oxígeno, pero yo ya tenía otro ánimo, tenía más despejada la mente. Empecé a rezar, agradecía a Dios, pedía por mi papá, que todo se termine.
Todos los que nos recuperamos tenemos que tener conciencia de que podemos donar".
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¿Y con tu papá cómo funcionó?Demoró un poco más porque estaba intubado, más grave. Estuvo seis días internado con oxígeno hasta que finalmente se recuperó.
¿Alguno de los dos era población de riesgo?
Nosotros no sabemos lo que es ir al doctor. Nunca tuvimos ningún problema. La atención que hubo en el hospital Federico Abete fue de primer nivel.
¿Sabías lo que era el plasma?
Para nosotros el plasma fue un milagro de Dios, estábamos muy mal. Todos los que nos recuperamos tenemos que tener conciencia de que podemos donar, ponernos las manos en el corazón y ver que hay mucha gente que lo necesita, infectados que la están pasando muy mal y puede colaborar. Esta semana voy a donar.