Uno de los clubes más afectados por el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania fue sin dudas el Chelsea, campeón vigente de la Champions League y del Mundial de Clubes. Y es que pocos días después de que las fuerzas de Vladimir Putin invadiera la nación liderada por Volodímir Zelenski, el club inglés recibió una dura sanción económica y disciplinaria de parte del Gobierno de Reino Unido por tener al ruso Roman Abramovich como dueño.
Actualmente, el Chelsea no es controlado por Abramovich, que ya tampoco tiene injerencia en su venta (tarea que está en manos del Gobierno británico) y solamente puede recibir el cobro del préstamo realizado a lo largo de los años, que se estima en una cifra de 2.000 millones de euros. A principios de mes, el magnate ruso había tasado al club londinense en 7.000 millones de euros.
Las consecuencias deportivas también son catastróficas para el conjunto londinense: por ejemplo, los gastos del viaje del equipo tienen una limitación de 24.000 euros en total, según estableció el primer ministro Boris Johnson, y de 600.000 euros los de la seguridad y los servicios de cada partido. Tampoco se le permitió vender entradas y solamente asistieron al estadio Stamford Bridge -44.000 localidades- los que cuentan con el abono para toda la temporada.
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En medio de este panorama, Abramovich mantuvo una reunión en Kiev, Rusia, a principios de mes y denunció -junto a dos altos funcionarios ucranianos- que luego del encuentro tuvo síntomas que corresponden con un posible envenenamiento. Según The Times, el ataque habría sido perpetuado por miembros del ala más radical del Kremlin, que tendrían la intención de sabotear las negociaciones para la paz en Ucrania.
Abramovich se habría reunido con Putin en Moscú, a quien le habría entregado una nota escrita a mano por el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. En el escrito se hablaba, de acuerdo con el reconocido sitio estadounidense, de los términos de Ucrania para ponerle fin a la guerra, a lo que Putin habría respondido: "Dile que los aplastaré". La salud de Abramovich, como de los dos funcionarios ucranianos, mejoró en los últimos días y sus vidas ya no corren peligro.
Desde el Wall Street Journal indicaron que Abramovich desarrolló “síntomas que incluían ojos rojos, lagrimeo constante y doloroso, y descamación de la piel en sus caras y manos”. "Sintieron los primeros síntomas -inflamación de los ojos y la piel y dolor punzante en los ojos- esa misma noche.Los síntomas son muy probablemente el resultado de un envenenamiento internacional con un arma química no definida”, señalaron en el sitio de investigación Bellingcat.
Con respecto a las sanciones del Chelsea, el argumento dado por el Gobierno de Boris Johnson pasó por la vinculación y cercanía de Abramovich con Putin, y como consecuencia "no podrá disponer de sus activos, no podrá hacer transferencias con individuos o empresas del Reino Unido y tampoco podrá visitar el país". "Las sanciones anunciadas son un paso más en el apoyo inquebrantable del Reino Unido al pueblo ucraniano", subrayó Johnson.
El congelamiento de activos para Abramovich es una demostración más por parte del bloque de la OTAN hacia la persecución de los rusos y además se puso en sintonía con, por ejemplo, la determinación de la Premier League inglesa a romper el contrato de TV con Rusia, por lo que sus partidos no se emiten más en ese territorio y el logo llevó los colores de la bandera de Ucrania en los últimos encuentros, al igual que una cinta en el brazo derecho de cada futbolista.
El imperio de Abramovich -a quien ya se le fue retirado su permiso como dirigente por parte de las autoridades de la Premier League- comenzó en el 2003 cuando lo compró por unos 100 millones de euros y desde ese momento, se convirtió en uno de los conjuntos más poderosos de la liga inglesa y de Europa (ganó dos Champions). Desde su inversión, el club inglés ganó 18 títulos y fue protagonista de varios momentos controvertidos por los millones desembolsados año a año. En casi 20 temporadas se gastaron más de 2.000 millones de euros en contrataciones, los más sobresalientes: el marfileño Didier Drogba, el español Fernando Torres, y los belgas Eden Hazard y Romelu Lukaku.
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Los otros envenenamientos
Alexander Litvinenko, un antiguo miembro de los servicios de inteligencia rusos, fue envenenado en el año 2006 un hotel en el centro de Londres con polonio radiactivo 210. Si bien al principio no se supo la causa de su muerte, luego una investigación pública británica rconcluyó que el asesinato fue "probablemente aprobado" por el presidente ruso Vladimir Putin, a pesar de que lo niegue.
La investigación de Reino Unido sostiene que el ex guardaespaldas de la KGB (la agencia de inteligencia de la Unión Soviética) Andrei Lugovoi y el empresario ruso Dmitry Kovtun, envenenaron a Litvinenko, probablemente administrándole la sustancia radiactiva en su taza de té.
Por otro lado, en septiembre de 2018, el blanco de un ataque fue Pyotr Verzilov, artista, editor de un blog y miembro del grupo activista Pussy Riot, quien acabó en una unidad de cuidados intensivos y tuvo que ser trasladado a Berlín para recibir tratamiento.
Según el portal Meduza, “un poderoso bloqueador de neurotransmisores es lo que aparentemente dejó a Pyotr Verzilov en condición crítica” y su familia dijo estaba “1.000% segura” de que él no había tomado medicaciones anticolinérgicas por su voluntad.
De igual modo, el activista Vladimir Kara-Murza, periodista y opositor al Kremlin, sufrió dos presuntos ataques. Luego de realizar múltiples denuncias contra figuras del oficialismo en la Fundación Open Russia, Kara-Murza quedó en coma en 2015 con un fallo múltiple de órganos vitales. En aquel entonces necesitó asistencia respiratoria y diálisis, pero sobrevivió. Dos años después, afirmó que sufrió un segundo envenenamiento que lo dejó varios meses hospitalizado, primero en Rusia y después en Estados Unidos, donde recibió transfusiones de sangre.
Por su parte, la periodista de investigación Anna Politkovskaya , crítica de los abusos en Chechenia, en 2004, tras recibir varias amenazadas de muerte, se enfermó gravemente después de beber té. Dijo que fue envenenada para que no reportara sobre la toma de una escuela en el sur de Rusia en 2004 por parte de separatistas islámicos, y dos años después fue asesinada a tiros afuera de su casa en Moscú.