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Paseo de Barreda y de su ex novia por Belgrano.
“Durante un tiempo tuve cuatro novias. Me venían a visitar y a veces se cruzaban entre ellas”. El que habla es un viejo ladrón de bancos y blindados que pasó 10 años preso en Devoto y Caseros. “A muchas chicas les encanta estar con chorros, nos ven como una aventura de riesgo y eso las excita”, dice otro ladrón. El fenómeno no es nuevo pero se repite: ¿por qué hay mujeres que quieren ponerse de novias con un preso? Muchas de ellas vivirán el 14 un día de San Valentín especial.
El caso de la escandalosa fuga de Martín y Cristian Lanatta y Víctor Schillaci reactivó la polémica. “Desde que están en Ezeiza recibieron varias cartas de mujeres que quieren conocerlos”, dijo un allegado a los asesinos del triple crimen que escaparon el 27 de diciembre de la cárcel de Alvear.
Despiertan suspiros en muchas mujeres. El siniestro efecto “prófugo hot”.
Enamorarse de un asesino
Ricardo Barreda hizo méritos para ser la contracara siniestra y simbólica del #Ni una menos. En 1992 mató a su esposa, a sus dos hijas y a su suegra, pero a la Policía le dijo que tres ladrones habían entrado en su casa de La Plata y habían dejado “cuatro bultos”. En 2008 salió en libertad y consiguió novia: Berta, una docente jubilada que lo llevó a vivir a su departamento de Belgrano. En diciembre de 2014, el odontólogo volvió a ponerse de novio con una mujer 30 años más joven. Hasta que decidió separarse porque ella apareció en los medios. El caso Barreda refleja una atracción siniestra que ni la psiquiatría pudo explicar: las mujeres que se enamoran de los femicidas.
Barreda, en 2013, de paseo por las calles de Belgrano. Foto: Rodolfo Palacios.
Atracción inexplicable
No lideran una banda de rock, no son futbolistas ni galanes de novela. Pero algunos tienen club de fans y reciben cartas de amor. Se hicieron famosos por matar mujeres. Aunque generan rechazo y odio en gran parte de la sociedad, hay asesinos que generaran una inexplicable atracción en las mujeres.
La enclitofilia no figura en el diccionario de la Real Academia Española pero es el término que el francés Edmond Loccard, pionero de la criminalistica, usó a principios del siglo XX para definir la atracción sentimental y sexual que algunas mujeres sienten por los asesinos.
En los Estados Unidas se las llama las Serial Killer Groupies. Los casos más famosos del mundo son los de Charles Manson, Ted Bundy y Jeffrey Dahmer. Los tres asesinos seriales tienen club de fans y son la cara de un merchandising que incluye fotos autografiadas, remeras, tazas y afiches. En la Argentina, puede mencionarse el caso del mayor asesino serial de la historia criminal: en 1980, cuando lo juzgaban por haber matado a balazos a once personas, Carlos Eduardo Robledo Puch respondía las cartas que le enviaban sus admiradoras.
Manson y su joven novia. ¿Realidad perversa o truco publicitario?
Para el psiquiatra forense Miguel Maldonado, que fue perito en el caso Barred,a la enclitofilia es una parafilia extraña. “Esas mujeres reemplazan a otras que fueron asesinadas pero no tienen el temor de que la historia se repita. No es descabellado pensar que hay asesinos que tienen un costado luminoso y sensible. Los asesinos las usan y las manejan a su antojo”.
“Los asesinos las usan y las manejan a su antojo
Osvaldo Raffo, que ahora es perito de la jueza Sandra Arroyo Salgado, la ex de Alberto Nisman, fue el primero en la Argentina en emplear el término enclitofilia. “Es como una desviación del instinto maternal y estas mujeres son atraídas por el peligro y quieran reivindicar a estos hombres salvándolos de su destino trágico”, opinó Raffo.
Cartas de amor al asesino
“Tablado hubiese necesitado uan carretilla para llevar las cartas que le mandaron”, dijo una vez Robledo Puch sobre Fabián Tablado, que en 1996 mató de 113 puñaladas a su novia Carolina Aló. Diez años después se casó y fue padre de mellizas. Esa mujer había pedido conocerlo cuando lo vio en los medios. Pero la historia terminó mal: se separaron y ella lo denunció por violencia de género.
“Estoy pagando mi pena y no me pueden privar de enamorarme”, dijo el femicida.
El femicida Fabián Tablado se casó y tuvo mellizos. Su mejor lo denunció por violencia de género.
El chacal de Núñez
El 3 de diciembre de 2005, Claudio Álvarez violó y asesino a Elsa Escobar en una casa del barrio de Núñez. Esa noche también violó a la hija de la víctima, de 13 años. Estaba casado con una joven que lo había conocido cuando él estaba preso en Devoto, donde concibieron un hijo durante una visita íntima. Álvarez fue condenado el 3 de noviembre de 2006 por ese hecho y por otras cuatro violaciones. En la cárcel conoció a una chica por chat telefónico y se puso de novio. Más allá de que las pruebas contra el temible violador serial eran contundentes, ella dijo que creía en su inocencia. “Es tierno y me protege”, llegó a decir. Al final se separaron pero no por las atrocidades que cometió el asesino, sino porque descubrió que la engañaba con otras mujeres.
El femicida y violador Claudio Álvarez con una de sus mujeres.
“Me acerqué a él cuando lo vi tan solo y triste”, dice Sonia, la mujer que quiso llevarse a vivir a Barreda a su casa. Pero la Justicia se lo negó en enero. “Quería llevarle la palabra de Dios”, trató de justificarse. Pero al final él la echó de la visita de la cárcel de La Plata, donde sigue detenido, porque ella apareció en los canales de noticias. “Me tenés harto con Dios”, le dijo el femicida. No volvieron a verse.