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Siete años sin Gabo: la argentina que viajó 90 días para que García Márquez le enseñara a escribir

Ingrid Briggiler recuerda una década después su encuentro con el colombiano.

17 Abril de 2021 13:11
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Ingrid Briggiler tenía 23 años cuando se propuso un objetivo: quería ser escritora y que fuera Gabriel García Márquez su mentor. Corría el año 2010 y le faltaba sólo una materia para recibirse de médica en la Universidad del Litoral. "Lo voy a lograr", se dijo a sí misma y lo consiguió. Hoy, una década después del encuentro con "Gabo", la ahora ginecóloga y empresaria regresó a México y recuerda el minuto a minuto del viaje de noventa días por el Caribe que culminó con ella sentada en el sillón del escritor y recibiendo la respuesta por la que tanto había apostado: "¿Querés que te enseñe a escribir? Es como bailar, se aprende bailando".

"Cuando estaba por rendir la última materia para recibirme de médica decidí que quería ser escritora y que necesitaba un maestro. Decidí también elegir al mejor maestro: Gabriel García Márquez", reconstruye diez años después y desde méxico, en diálogo con BigBang.

"Me acuerdo que escribí en mi blog: 'Quiero conocer a García Márquez y lo voy a lograr'. Empecé a planear todo un viaje y un proyecto para conocerlo y que él sea mi maestro de la escritura. Que fuera él quien me enseñara el truquito, la clave para aprender a escribir".

Por ese entonces, Ingrid trabajaba también en Hipertextual, una red de blogs internacional que la puso en contacto con un montón de escritores y periodistas de la región y de Europa que seguían cada una de sus publicaciones. Así, el día que se propuso conocerlo a "Gabo" y lo reveló en su blog, llegó el primer centro inesperado.

"Fernando Jaramillo, un colombiano al que no conozco en persona pero que es un gran amigo, me escribe porque tenía un alerta de 'García Márquez' en Google. Así que me escribió y me dijo: 'Yo te voy a ayudar', al tiempo que me pasó la dirección de la casa", reconstruye.

Ingrid, con 23 años, armó la mochila y partió rumbo al Caribe. El objetivo era hacer el recorrido por tierra y estimaba demorar unos 90 días. Cada paso que dio fue documentado en su blog, al que todavía se puede acceder (y cuya lectura, desde BigBang, recomendamos, así como también su cuenta de Instagram).

"En diciembre de ese año emprendo el viaje a Cartagena, porque algunos años García Márquez pasaba las Fiestas allá. Ese año no fue, pero no me decepcioné; aproveché esa oportunidad para leer, por ejemplo, Del amor y otros demonios sentada en las escalinatas del Convento de Santa Clara. También tuve la oportunidad de visitar la Fundación Nuevo Periodismo y Fernando me puso en contacto con Jaime García Márquez, el hermano menor de Gabito".

Ingrid cenó con el hermano del escritor y le contó que su padre había pintado un cuadro que pensaba entregarle cuando lo conociera. "Él hizo como un gesto de que se lo iba a quedar y entregar a Gabito, pero le dije: 'No, se lo voy a entregar yo personalmente en unos meses'".

La médica continuó su viaje y visitó lugares emblemáticos de la vida del escritor en los que, sin quitarle mérito a su realismo mágico, se respira cada una de las líneas de su obra. "Fui a Aracataca donde nació y se inspiró para escribir Cien años de soledad. Cuando llegué me emocioné hasta las lágrimas porque vi al río, vi a las abuelas bañando a sus nietos en el río; las vi lavando la ropa en el río, pasó el tren y sentí que estaba adentro de Cien años de soledad. Todo lo que Gabo contaba o cuenta en el libro, se podía vivir; se podía tocar y fue muy emocionante".

El secuestro en Nicaragua y el llamado de la mujer de Gabo

"Seguí mi viaje, porque tenía que seguir subiendo. Fui a Panamá, después a Costa Rica. Llegué a Nicaragua y sufrí un robo, que en realidad fue un secuestro. Es el día de hoy que mi papá no sabe esto. Me subieron arriba de un auto y los que yo pensé que eran mis amigos me dicen: 'No te vamos a llevar al hotel, te vamos a sacar las cosas que traés'. Fue muy traumático. Me robaron todo: la compu en la que escribía para el blog, hasta las zapatillas".

Después de pasar por distintos bancos en donde le robaron el dinero que tenía, Ingrid fue liberada en un barrio muy humilde: sin su mochila y con muy pocas de sus pertenencias. "Me acuerdo que era una calle de tierra de la capital de Nicaragua y que me dijeron: 'Caminá derecho, no te des vuelta y contá hasta 30'. Fue muy duro. Me encontré en una zona muy humilde, no sabía para dónde salir. Me acerqué a una avenida y paré a un auto manejado por mujeres para que me asistieran".

"Dos chicas jovencitas me subieron. Yo no paraba de llorar. Las chicas no entendían nada y me llevaron al hotel. En ese momento, la llamé a mi mamá para decirle que me habían robado y que me quería volver. Me acuerdo a mi mamá y a mi papá diciéndome: 'No te vuelvas, seguí tu sueño. Si dijiste que ibas a estar noventa días por el Caribe, vas por el 67. Seguí adelante, lo material no es importante'. Así son mis papás: me estimularon siempre para seguir mis objetivos y cumplir mis sueños".

Pero la situación fue más grave que un asalto. "Le tuve que contar a mi mamá que me habían secuestrado. Fue muy duro para ella porque estaba lejos. Yo tenía 24 años, cumplí durante el viaje. No era tan habitual como ahora el uso del celular y la comunicación. No estaba todo el día conectada. Entonces mi mamá entendió que me quería volver y me sacó el pasaje".

"Tenía toda una comunidad de lectores y amigos que tenía en mi blog y seguían la aventura. Me fueron recibiendo en sus casas a lo largo del viaje. Cuando le dije a Fernando que me volvía a la Argentina, me llama y me dice: 'No te vuelvas, mañana a la mañana llamá a este número. Era un número de México. No me dijo de qué era, pero algo me imaginaba".

Al día siguiente, todavía con el pasaje de regreso en sus manos, Ingrid marcó el número. "Me atendió una mujer. Me acuerdo que le dije: '¿Mercedes?'. Y me contestó: 'Sí, ¿quién habla?'. Ahí me largué a llorar, porque era la mujer de García Márquez. Era el teléfono de la casa de García Márquez y Mercedes nunca lo atiende, pero esa vez lo hizo. Me escuchó. Le conté toda mi historia y le dije: 'Si hay alguna posibilidad de conocerlo, me voy a México. Sino, me vuelvo a Argentina'. Y me dijo: 'Llamame cuando llegues a México'".

"Lo triste del robo se convirtió en la expectativa de conocerlo. Ahí intervino en la historia mi amigo Víctor, que me ayudó a sacar el pasaje. En realidad, me sacó el pasaje porque yo tenía todas las tarjetas bloqueadas. Habíamos hecho todos los trámites, era un lío. Digo que fue mi primer inversor, porque me prestó mil dólares sólo con la promesa de conocer a García Márquez". 

La llegada a México y el encuentro con Gabriel García Márquez

Dos días después, Ingrid llegó a México. Llegó un lunes, llamó a la residencia del escritor, pero nadie la atendió. "Dije: 'Bueno, se terminó acá la aventura'. Pero insistí, porque nunca me iba a dar por vencida. Me atendieron y me dijeron: 'Te esperamos el jueves a las doce del mediodía'. Fue un jueves de febrero".

Llegó a la casa con el cuadro de su padre (uno de los pocos objetos que no le robaron), un collar de macramé que le había armado a Mercedes y dos libros para que le firmara el escritor. La llevaron "Doña Jose" y su marido. La dejaron en la puerta y le dijeron: "Bueno, ahora a disfrutar".

"Entré a la casa de García Márquez y desde que puse un pie me di cuenta de que era una casa habitada, cálida; flores por todos lados, fotos, papeles. Era muy cálida y muy familiar. Me atendió Mónica, la asistente personal y secretaria de García Márquez, y me hizo pasar al living. Lo único en lo que podía pensar era que estaba en esa casa. Habían pasado más de dos meses, venía viajando sola, el robo y ahora estaba sentada esperando que llegara Gabo".

El escritor tardó sólo tres minutos en recibirla. "Estaba súper elegante de punta en blanco. Con dos audífonos, uno en cada oído. No aguanté la emoción y me puse a llorar. Mónica le dijo: 'Don Gabriel, está llorando por usted'. Me acuerdo que él respondió: 'No me digan eso que me la creo'. Ahí empezó y demostró su personalidad jocosa y chistosa".

"Nos sentamos y compartimos dos horas. Lo que más me sorprendió es que él me hacía más preguntas a mí. Después se acercó Mercedes y le pude dar el regalito también. Estaban muy indignados por la situación de inseguridad que había vivido. Hablamos de sus libros. Le dije: 'En la Argentina todos leímos algo suyo porque nos lo enseñan en la escuela'. Me dijo: 'Bueno, sacarán fotocopias porque acá no llegan las regalías'. Todos nos reímos".

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Entre risas, el escritor le preguntó si quería conocer su estudio. Ingrid no ocultó su emoción. "Bueno, ayudame a levantarme", le indicó y atravesaron juntos del brazo todo el jardín que separaba la casa principal, de su escritorio. 

"Era un rectángulo blanco al fondo del jardín, no era demasiado grande. Cuando entramos, vi que estaba dividido en dos. La primera parte llena de libros, fotos y discos. Me acuerdo la foto con Bill Clinton y otra con Fidel Castro. En la segunda parte había un living, estaba su escritorio, su computadora y su máquina de escribir".

Después de dos largos meses de viaje, Ingrid se animó y le preguntó: "¿Me puedo sentar en su sillón?". El escritor la autorizó. "Cuando me di vuelta, había un metro de libros todos encuadernados de la misma manera. Eran todos los suyos, más de un metro de obras. Estaban encuadernados en un rojo oscuro, bordó, muy lindo. Estaban ordenados cronológicamente por publicación".

Después de firmarle los ejemplares que había llevado y de regalarle muchos más para sus familiares y amigos, "Gabo" la miró y le preguntó: "¿Cuál es tu libro favorito?". Ingrid no lo dudó: El amor en los tiempos del cólera. "Mónica, andá a buscar un ejemplar", le ordenó el escritor a su asistente.

"Llegó Mónica con un libro de tapa blanda. Don Gabriel le dijo: 'No, la señorita se merece un ejemplar tapa dura'. Mónica volvió a buscar, pero no encontró ninguno. Le dije: 'Quiero que me firme ese'. Editó el libro, tachó "cólera" y escribió "Ingrid". Después escribió: 'Con todo cariño de quien inventó este libro para siempre'. Fue muy emocionante".

Diez años después, la cara de Ingrid se sigue transformando cada vez que recuerda la tarde con el escritor. "Fue una experiencia que no me voy a olvidar nunca en la vida. Habla muy bien de él y de su mujer, Mercedes. De la generosidad que tenían, de cómo les interesaban las historias. La empatía que tenían con aquellos aventureros y viajeros con ideas locas, porque ellos también se consideraban así. Me dijeron que fue por eso que se emocionaron con mi historia y me recibieron".

Ingrid regresó a México siete años después de la muerte de su mentor y volvió a contactarla a Mónica. "La llamé y le pregunté si se acordaba de mí. Me dijo: 'Sí, ¿cómo estás? Me acuerdo perfecto'. Hablamos un rato. Ella sigue trabajando en la casa de García Márquez, pero ya nadie vive ahí. El estudio me contó que estaba cerrado".

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"Le pregunté si todavía tenía el cuadro que yo le había regalado hace diez años. Me dijo: 'Seguro que sí, porque guardamos todo con mucho amor y cariño. Dejame buscarlo y cuando lo encuentre, si querés, te lo devuelvo y vas a tener algo que fue de García Márquez, aunque originalmente era tuyo'. Creo que va a ser muy lindo ese reencuentro, así que esta historia continuará".