Mateo Bartolini es el actual titular del Fondo Nacional de Capital Social (FONCAP), y llegó a ese puesto al principios del 2020, después de haber estudiado economía y, entre otras cosas más, de haber estado como pasante internacional en el Banco Grameen, en Bangladesh, junto al primer economista que ganó el Premio Nobel de la Paz.
Esa experiencia, además de resultar mágica, fue importante porque le permitió al joven de 26 años traer ideas a la Argentina, para poder llevar adelante muchas de las cosas que hoy hace desde FONCAP.
Cuando BigBang le consultó qué es y qué tareas realizan desde este fondo, que quizás a muchos aún le resulte desconocido, Bartolini explicó que se trata de un organismo que se creó en el año 1997, en el cual invierten en microcréditos en todo el país. "Es como si fuéramos un mercado mayorista de microcréditos", aclaró, y sumó que trabajan en distintas parte del país con instituciones, a través de las cuales se les brinda a las personas el dinero que precisan para mejorar sus emprendimientos.
Este organismo hoy en día tiene presencia en 163 ciudades de la Argentina y cuenta con más de 10 mil inscriptos: todas son personas que tienen un emprendimiento productivo, los cuales van desde vender ropa o hasta producir en el campo.
Mateo asumió como titular del Fondo Nacional de Capital Social hace ya un año y medio, y lo que menos se imaginó es que a pocos meses de su llegada, iba a tener que enfrentarse con una situación verdaderamente extraordinaria: la pandemia del coronavirus.
"Imaginate que agarramos un FONCAP donde no había cámaras web, y en marzo teníamos que estar trabajando de manera virtual para todo el país. Pero con los buenos equipos de trabajo logramos recuperarnos, porque, además, había mucha gente que tenía puesta la orden de volver a la cancha. Fue muy difícil, pero arrancamos con un gran equipo, personas muy preparadas, mucho acompañamiento de las instituciones, y además, hubo personas que se mostraron muy entusiasmadas por los microcréditos", explicó.
A sus 25 años, Bartolini llegó al Fondo, y solo durante la pandemia, triplicó la cantidad de microcréditos que se pidieron. "La realidad es que le puse el cuerpo sin preocuparme por contagiarme, porque en la primera parte de la pandemia recorrimos 263 comedores comunitarios que por primera vez recibieron educación financiera. Íbamos a los comedores, y además de enseñar las medidas de cuidado e higiene por el virus, les enseñábamos a la gente cómo cobrar el IFE, cómo usar la billetera digital, entre otras cosas", comentó.
Entre los cursos que brindan, se encuentran aquellos que les muestran a la gente cómo sacar buenas fotos para ofrecer su producto, cómo hacerse el monotributo o hasta cómo vender. También ponen especial atención en lo relacionado a la perspectiva y la violencia de género y, por eso, las instituciones con las que trabajan reciben capacitaciones para saber qué hacer si llega a pedir un microcrédito una mujer que, por ejemplo, es golpeada. "De hecho, las instituciones que trabajan con perspectiva, reciben una reducción de la taza de interés que reciben del FONCAP y hacemos mucho hincapié en que el dinero que esa mujer recibe, no es ni para familia ni para su marido, sino para su emprendimiento", manifestó.
Sobre los resultados que tienen los microcréditos, comentó que en toda la pandemia no hubo un solo problema de mora, lo que quiere decir que una vez que las personas reciben el dinero, lo usan para crecer profesionalmente y se comprometen a devolver lo pautado.
"Hay mucha gente que quiere trabajar, pero los bancos le dicen que no, entonces hay un problema al que le estamos dando soluciones. Mi mayor aprendizaje, en este tiempo, es la gran exclusión financiera que hay en el país, porque a los bancos no les interesa prestarle dinero a la gente pobre. Yo vivo en San Isidro, y de todos los cajeros, no hay uno solo que esté en los barrios populares", sostuvo.
Para Bartolini, el principal problema no es solo la falta de educación financiera, sino el hecho de que no se le brinde oportunidades a los que menos tienen, aún a pesar de que esas personas tengan toda la intención de querer progresar y salir adelante.
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"Siempre se dice el dicho de que 'un tropezón no es caída', pero cuando estás en la cornisa de la pobreza, el tropezón sí es caída, porque no tenés sustento, o un familiar que te banque, entonces ahí es importante que los microcréditos den esta segunda oportunidad", aseguró.Según Mateo, hoy en la Argentina resulta mucho más fácil comprar un pasaje en 12 cuotas para viajar a Miami, que poder acceder a un microcrédito desde un banco. "Hoy la necesidad está en ganar escala. Necesitamos dar un millón de microcréditos por año para que la cosa se mueva. Hay que hacer un trabajo largo en el tiempo", comentó.
Sobre su experiencia en Bangladesh, el joven dijo que cundo estaba en la mitad de la carrera de economía, aplicó para una pasantía en el banco Grameen, la cual finalmente obtuvo. Este banco fue fundado por Muhammad Yunus, en primer economista en ganar el Premio Nobel de la Paz.
Cuando estudiaba, Yunus comenzó a trabajar en un proyecto de investigación para diseñar un sistema de crédito que pudiera otorgar servicios bancarios a la población rural pobre, y con el tiempo, esa idea se hizo realidad.
"Gracias a Yunus, 9 millones de personas que recibían microcréditos para trabajar, lograron salir de la pobreza. Cuando estaba allá, un día llegué a una aldea rural donde había microcréditos, y una mujer de ahí, me dijo que antes vivía en una casa de chapa y que ahora ahí vivía su vaca, y que ella se había podido construir algo al lado. Me dijo que la vaca la pudo comprar con el microcrédito, y que ahora podía vender leche, y que sabía que estaba tranquila de que más adelante iba a poder tener un ingreso", contó.