La revista "Viva" convocó en su última edición al médico especializado en nutrición Alberto Cormillot y a la periodista de investigación Soledad Barrutti para confrontar posiciones con respecto al modo en el que se alimentan los argentinos y a la responsabilidad de la industria alimentaria. El disparador de la nota fue la estadística: en el país, hay un diez por ciento de chicos de menos de cinco años que padecen sobrepeso; de acuerdo al último reporte de UNICEF.
La cifra se torna aún más alarmante si se contempla que el 61.6 por ciento de los argentinos está excedido de peso, mientras que de ese total, al menos un 25.4 por ciento sufre obesidad. Los datos, arrojados por la cuarta Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, abren el debate: ¿estamos comiendo bien? ¿Cuál es el rol de la industria alimentaria? ¿Debe el Estado regular lo que comemos? Estos fueron algunos de los ejes debatidos por Cormillot y Barrutti, quien denuncia en sus libros la responsabilidad de los empresarios.
Etiquetado frontal de los alimentos
AC: Creo que hay tres maneras de trabajar para regular a la industria. La autorregulación, que no funcionó en ningún país; el verticalismo del Estado: el “se hace como yo te digo”, que funciona en algunos países pero no sé si puede funcionar aquí; y después está el negociar, y ahí hay distintos estados de dureza de esa negociación. Pensar que si Chile lo pudo hacer y Uruguay también es ingenuo... Son países muy distintos.SB: No estoy de acuerdo. En materia de tabaco no somos un país que no haya podido aplicar políticas públicas. Pero, en esto, la industria alimentaria está sentada a la mesa al momento de discutir estos temas. La experiencia de otros países muestra que no hay una forma de hacerlo que no sea el verticalismo. Pero sin duda hay una diferencia en nuestro país: el poder del campo y de la agroindustria.
El acuerdo con la COPAL y el rol del Estado
Cormillot fue coordinador del área de Alimentación Saludable del Ministerio de Salud durante la gestión de Mauricio Macri. Renunció en abril de 2017 después de diez meses de trabajo. En la entrevista, se habló del acuerdo promovido con la COPAL, la cámara que agrupa a la industria alimentaria. Allí, el nutricionista y la periodista volvieron a enfrentarse.
AC: Yo propuse, cuando estuve en ese lugar, un Instituto Argentino de Nutrición que hiciera las políticas, en donde estuvieran sentados Salud, Acción Social, el poder legislativo, el Conicet, la Universidad. Después, uno puede decidir si lo hace sin la industria o con la industria. A mi modo de ver, no es fácil hacerlo sin la industria y por eso promoví el acuerdo de trabajo conjunto. Cuando estuve en el área, sorprendentemente para mí, no logré casi nada. El problema de fondo es que Macri decía: “Tenemos que dejar de ser el granero del mundo, para ser el supermercado del mundo”. Y Rubinstein decía: “No se puede llamar a la industria a negociar”. Además, en la Argentina, los Ministros de Salud duran muy poco y no suelen tener mucho poder.
SB: Bueno, pero el acuerdo con la COPAL sí se firmó en 2016, en tu gestión como coordinador del Programa Nacional de Alimentación Saludable y Prevención de la Obesidad. Ese acuerdo implica que siempre haya un representante de la industria en las reuniones sobre estos temas. Creo que hay una cuestión de base: vos sí creés que el trabajo se tiene que hacer con la industria. ¿No pensás que no es un invitado más en la mesa, sino justamente al que hay que regular? Lo que muestra la experiencia es que, cada vez que está sentada la industria, la cosa no funciona; se demoran las políticas de estado.
¿No pensás que no es un invitado más en la mesa, sino justamente al que hay que regular?"
AC: No, pará: te acabo de decir que creo que el trabajo se tiene que hacer desde un Instituto Argentino de Nutrición, en el que estén todos los actores de peso y también la industria. Cuando fui funcionario en 2016, le dije a la industria: “Ustedes van a tener que reformular sus recetas”. Ellos ya saben que esto no tiene remedio. El asunto es con qué velocidad se van a adaptar a los cambios necesarios. Y ahí es cuando, si uno tiene poder para hacerlo más verticalmente, lo va a hacer a la chilena. Y si uno no lo tiene, lo va a hacer... a la argentina.
SB: ¡Pero en Chile fue bastante trabajoso! Hubo tres instancias de aplicación con años en el medio. Pero fue obligarlos a que lo hicieran, no fue preguntarles si lo van a poder hacer y de qué manera. Hay que obligarlos u obligarlos.
El esquema productivo y qué sucederá si no se modifica
AC: Yo no sé lo que va a pasar en el futuro. Sé que en los últimos 200 años disminuyeron la mortalidad infantil y la mortalidad materna; aumentó la esperanza de vida en la mayoría de los países. La cantidad de desnutridos que había hace tres siglos es mucho más de la que hay hoy. No veo factible que la gente se dedique a cultivar lo que come, que el mundo vaya hacia eso, pero quizás me equivoque. Y no creo que el mundo pueda funcionar sin la industria alimentaria. Sí creo que tiene que ser otra industria alimentaria.
SB: Yo lo que creo es que este esquema productivo y de consumo es tremendo. Pero hay un dato que es interesante: hoy en día el 70% de la comida fresca de la humanidad lo provee el pequeño campesino de la agricultura familiar, no lo provee la gran industria. Lo que haría falta es incorporar a esas personas al marco de un trabajo digno, que no sea precarizado y marginalizado como hoy. Con el avance de la industria, entre 2008 y 2010, tuvimos un desplazamiento de 200 mil familias del campo hacia las periferias urbanas. Cada vez hay más trabajos que muestran cómo, por esta industria, nos vamos a quedar sin la utilidad de los antibióticos, porque el 80% de ellos son usados para animales. Esas cosas tienen que entrar dentro del esquema cuando se habla de cuál es el futuro posible. No es solamente el cereal que comprás en el supermercado, es todo lo que genera alrededor: el cambio climático, los usos de la tierra, la fertilidad, la erosión.
Información vs. opinión
AC: Hay datos que ella menciona que yo no conozco. Cuando yo comenté que iba a dar esta entrevista y consulté a un par de personas, me contestaron unánimemente: "No la hagas". Lo cual me resultó un estímulo para hacerla. Una de las cosas que me decían era que, cuando yo hago una afirmación, la hago con una limitación: no puedo decirte otra cosa que no responda a hechos basados en la ciencia. Pero cuando vos la hacés, Soledad, combinás la información científica con lo que piensa un montón de gente o lo que algunos organismos dicen sobre una política. Entonces no te puedo contestar, porque me manejo con evidencias disponibles.SB: Yo no emito opiniones personales cuando no estoy haciéndolo explícitamente. Cuando hablo de la experiencia con mi hijo, obviamente es mi historia. Pero cuando estoy hablando, por ejemplo, de que el estado mexicano utilizó la evidencia disponible para legislar su etiquetado frontal y de cómo las agencias internacionales felicitaron esa política pública, no estoy opinando. Después, hay cosas que están en debate: por ejemplo, quién nos va a dar de comer en el futuro. Pero en ese debate hay un montón de actores que van aportando su evidencia y uno puede sacar su conclusión y obviamente somos seres subjetivos que vamos encontrando simpatía por unos actores u otros. Pero después la evidencia disponible que hay o que no hay yo la leo de la misma manera que vos.
El veganismo, las "teorías conspiranoicas" y la posibilidad de conectar desde otro lugar con los alimentos
AC: Se fueron aflojando las instituciones y los partidos políticos; pocos van a los comités o las unidades básicas. La iglesia perdió poder. La gente descree de las instituciones y entonces muchos toman como causa el tema de la alimentación. Incluso a niveles de que en Francia, por ejemplo, algunas personas se pusieron a romper carnicerías... Para mí pasa porque se cayeron las otras posibilidades de tener una causa. El ser humano vive de creencias. Las teorías conspirativas y los relatos interesantes tienen mucho más atractivo que el dato científico.
SB: No estoy para nada de acuerdo con que sea una película conspiranoica. Creo que en los últimos años se empezó a descubrir que el sistema alimentario está montado sobre una serie de injusticias y crueldades. Desde cómo se explota a los animales hasta el trabajo infantil o la esclavitud. Hay gente atada a sus camas a la que no dejan salir en campos argentinos. A mí me encantaría decir que el mundo está siempre mejorando, pero ni bien te asomás a una granja de pollos o de huevos, son todos unos espacios estrechos que son el horror mismo. Después, hay mejores estrategias que otras para difundirlo. Y no, no creo que romper carnicerías sea necesariamente bueno.
AC: El relato de Soledad es impecable: gente encadenada, el sufrimiento de los pollos, el dolor de las vacas. ¡Hay tanto sufrimiento que te da ganas de matar a medio mundo! ¡Me emocionás! Realmente no apruebo ninguna de las aberraciones que decís, pero no sé si eso justifica que una persona lo tome como causa y le diga a otra: “Vos vas a comer lo que yo te digo”. Eso me parece muy fascista.
La importancia de la información para modificar los hábitos alimenticios de quienes tienen la posibilidad de elegir qué comer
AC: Es importante informar y empoderar a los ciudadanos respecto de sus decisiones a la hora de alimentarse. Ahora bien, la información sola no cambia la conducta de la gente. Lo que la cambia es una motivación. Si no, no habría alcohólicos, la gente no engordaría y habría dejado de fumar para siempre...SB: Pero muchos dejamos de fumar cuando supimos lo mal que hacía el cigarrillo. Sin información, le compraba a mi hijo el quesito azucarado del dinosaurio. Con información, no se lo compré más. La industria quiere que no se publicite lo que contienen sus productos, porque saben que si hay data, las personas cambian. Y yo creo que la gente, con buena información, llega a lugares mejores