En plena pandemia, mientras el mundo entero parecía haberse detenido, a Carolina Brom se le aceleraba el pulso por dentro. Estaba de licencia por embarazo, encerrada entre cuatro paredes, pero con la mente abierta como nunca antes. Su hija por nacer, el silencio de las calles, el futuro incierto, todo la empujaba a una sola idea: "Es ahora o nunca". No solo era el deseo de emprender algo propio, sino la necesidad de hacerlo lejos. Muy lejos. Así fue como ella y su marido -ambos con una larga carrera en multinacionales argentinas- decidieron saltar al vacío: dejar todo atrás y mudarse a Estados Unidos con sus hijos pequeños para comprar un negocio en un mercado que no conocían. Podría parecer una locura, y quizás lo era. Pero también era el comienzo de algo extraordinario.
Sentí vértigo, pero también claridad. Sabíamos que queríamos construir algo nuevo como familia, aunque no tuviéramos todas las respuestas"
Instalados en Florida, los primeros meses fueron cualquier cosa menos idílicos. Había que reaprenderlo todo: desde las reglas del juego empresarial hasta los códigos de una cultura distinta, pasando por las tareas más básicas del día a día. La red de contención que tenían en Argentina -familia, amigos, conocidos- había quedado a miles de kilómetros. "Emprender en otro país con niños pequeños fue el mayor desafío de mi vida", confiesa Carolina en diálogo con BigBang.
Aunque aclara: "Pero también el que más me fortaleció". Sin el respaldo de un equipo corporativo ni presupuestos abultados, Carolina se encontró improvisando soluciones a la velocidad de la necesidad. Fue allí, en ese torbellino, donde surgió su mayor hallazgo: una metodología simple, potente y accionable para hacer planificación estratégica realista en contextos donde los recursos no abundan. La bautizó "Las Cinco O's del Planeamiento Estratégico", y ese fue su trampolín.
Las Cinco O's (por sus siglas en inglés) suenan sofisticadas, pero fueron pensadas para el mundo real:
- Opportunity Mapping (Mapeo de oportunidades)
- Orchesting Strategy (Orquestar la estrategia)
- Ordering Priorities (Ordenar prioridades)
- Operational Planning (Plan operativo)
- Ongoing Oversight (Monitoreo continuo)
Fue su propia manera de poner orden en el caos. Y funcionó. No solo revirtió los números de su negocio en tiempo récord (con un crecimiento del 140% entre 2022 y 2023, y 3x en 2024), sino que le devolvió algo mucho más valioso: claridad de propósito. "Cuando todo tambaleaba, ahí fue cuando más entendí por qué hacía lo que hacía", dice. "El propósito te ordena incluso en los días más difíciles", remarcó.
Así nació Pampa Consulting, su consultora boutique especializada en marketing y estrategia para PyMEs, con foco tanto en América Latina como en EE.UU. Lo que había empezado como una necesidad personal se convirtió en un servicio que hoy transforma negocios -y también personas-: "Descubrí mi verdadera pasión acompañando a otros emprendedores. Me emociona ver cómo algo que nació de mi experiencia hoy puede evitarle a otro noches de insomnio".
Su metodología -sostiene- ya salvó empresas que estaban al borde del cierre, y ayudó a muchas otras a crecer de manera ordenada y sostenible. Pero más allá de los números, Carolina insiste en que el mayor valor está en el vínculo humano. Para ella, una PyME no es solo una unidad económica: es un sueño, una familia, una historia de resiliencia. "Las PyMEs tienen garra, alma, una conexión directa con el propósito. Me enamoré de ese universo porque es profundamente humano", afirmó.
A pesar de estar lejos, hay rituales que Carolina no negocia: el mate por las mañanas, el asado de los domingos, la música nacional sonando de fondo y las clases de truco que les da a sus hijos cada fin de semana. "Lo importante no es el lugar, sino cómo estamos juntos", manifestó. En esa frase se resume mucho más que una filosofía familiar: es una forma de vivir el desarraigo con identidad y ternura.
Al ser consultada sobre qué le enseñaron sus hijos sobre la adaptación, su respuesta fue inmediata: "Me mostraron que los chicos no necesitan certezas, necesitan contención. Que se puede estar bien incluso en medio del cambio, si estamos juntos y presentes". Si hoy pudiera hablar con la Carolina de hace cinco años, la que usaba tacos y presentaba reportes trimestrales a comités internacionales, ella sostuvo que le diría algo simple: "Confiá en tu intuición. No esperes tener todo bajo control para dar el primer paso." Hoy, trabaja con PyMEs de toda América, se ilusiona con llevar su método a más países y sueña con generar contenido educativo para democratizar el acceso a herramientas simples y efectivas. También se permite mirar atrás y decir, sin dudar: valió la pena.
Por este motivo, cuando se le pidió una palabra para definir su presente, no duda: resiliencia. No como consigna de moda, sino como vivencia encarnada. Como esa fibra interna que se activa cuando todo se desarma. Como esa capacidad de construir -otra vez-, pero mejor. "Cada caída me enseñó algo. Cada miedo fue una pista. Cada noche en vela me acercó más a mi propósito. Hoy sé que el éxito se mide en bienestar, vínculos sanos y sentido. Y eso, acá y allá, es lo único que realmente importa", cerró.
Nota completa a Carolina Brom
¿Recordás el momento exacto en el que dijiste: "nos vamos a Estados Unidos"? ¿Qué sentiste en ese instante?
- ¡Sí claro! Fue una mezcla de adrenalina, miedo y nostalgia. Recuerdo estar con mi marido, mirando a nuestros hijos chiquitos, y decir: "es ahora o nunca". Sentí vértigo, pero también claridad: sabíamos que queríamos construir algo nuevo como familia, aunque no tuviéramos todas las respuestas.
¿Qué fue más difícil: emprender por primera vez o hacerlo en otro país con niños pequeños?
- Definitivamente, emprender en otro país con niños pequeños. No solo estás lidiando con la incertidumbre de un nuevo negocio, sino también con todo lo que implica reconstruir tu vida desde cero: adaptarte a otra cultura, entender las reglas del juego, aprender nuevas formas de comunicarte, y hacerlo sin la red de apoyo que antes te sostenía. En Argentina tenía mi estructura, mi gente, mis referencias claras. Acá, al principio, todo era nuevo y muchas veces abrumador.
Pero al mismo tiempo, esa experiencia fue la que más me fortaleció. Me obligó a ser más creativa, más flexible y, sobre todo, más compasiva conmigo misma.
Emprender con niños en un nuevo país te enfrenta con tus miedos más profundos, pero también te conecta con tu propósito de una manera mucho más poderosa.
¿Hubo alguna noche en la que te preguntaste si habían tomado la decisión correcta?
- Sí, muchas. Sobre todo en los primeros meses, cuando todo era incertidumbre y nada salía como lo habíamos imaginado. Había noches en las que el miedo me ganaba, en las que me preguntaba si habíamos hecho bien en dejar todo atrás. Pero cada una de esas dudas también fue un motor. Me empujaron a repensar, a buscar respuestas, a encontrar nuevas formas de avanzar. En ese terreno lleno de preguntas, nació algo muy valioso: la necesidad de ordenar mi propio caos fue lo que me llevó a crear una metodología simple pero poderosa de planificación estratégica: "Las Cinco O's del Planeamiento Estratégico".
Esas noches en vela, que parecían tan duras en su momento, fueron el punto de partida de algo mucho más grande. Hoy sé que eran parte del proceso de transformación. A veces, cuando todo parece tambalear, es cuando empieza a revelarse el propósito.
¿Qué cosas de Argentina seguís llevando con vos todos los días, aunque estés en otro país? ¿Hay algún ritual argento que no falte nunca en casa?
- El mate a la mañana y el asado los domingos con sobremesa larga, y la música argentina que suena en casa todos los días. ¡Durante los fines de semana les estamos enseñando a los chicos a jugar al truco!
¿Qué fue lo más insólito que te tocó aprender al llegar a EE.UU.?
- Acá, la forma de relacionarse es mucho más sutil. Aprender a leer entre líneas, a interpretar silencios o frases que no siempre dicen lo que realmente quieren decir, fue todo un desafío. Todavía es algo que practico todos los días, porque no se trata solo del idioma, sino de un código cultural distinto.
¿Qué se siente pasar de una multinacional con todos los recursos... a tener que hacer absolutamente todo por tu cuenta?
- Es una experiencia transformadora. Por un lado, sentís una libertad inmensa: ya no hay jerarquías, comités ni procesos eternos para decidir algo, todo depende de vos. Pero con esa libertad también viene una gran responsabilidad. Tenés que aprender a resolver desde lo más estratégico hasta lo operativo y empezar a hacer tareas que antes dabas por sentado. Al principio fue abrumador, pero también descubrí una capacidad de acción, adaptación y aprendizaje que no sabía que tenía. Esa versatilidad se volvió mi mejor aliada.
Si volvieras a hablar con la Carolina del mundo corporativo, ¿qué consejo le darías?
- En el mundo corporativo a veces nos acostumbramos a operar dentro de estructuras seguras, con procesos validados. Le diría que confíe más en su intuición, que no espere a tener todo bajo control para dar el primer paso. También le diría que no le tema al fracaso: cada error es una fuente invaluable de aprendizaje.
¿Cómo fue crear tu propia metodología de planificación estratégica desde cero? ¿Te imaginaste que tendría tanto impacto?
- Nació en medio del caos, cuando intentaba ordenar mi propio negocio y me di cuenta de que los modelos complejos que había aprendido en multinacionales no servían para un emprendimiento en sus primeras etapas. Tenía el conocimiento, la experiencia y todas las herramientas que había usado junto a grandes consultoras en América Latina, pero era evidente que ese nivel de complejidad no era viable para una PyME.
Entonces empecé a simplificar: convertí conceptos robustos en pasos concretos, creé templates fáciles de implementar, y bajé la estrategia a tierra, sin perder profundidad.
Lo hice por necesidad, sin imaginar que terminaría ayudando a otros emprendedores a transformar sus negocios. Pero cuando algo nace desde la experiencia real y desde lo genuino, inevitablemente conecta.
¿Cuál fue el mayor error que cometiste al arrancar y qué aprendiste de eso?
- Venía de un mundo corporativo donde lideraba equipos, con roles y estructuras bien definidos. Al emprender, me encontré intentando cubrir todos los frentes: estrategia, ventas, operaciones, redes sociales, finanzas...etc. todo! Al principio me costaba pedir ayuda pero con el correr de los meses, aprendí a pedir más ayuda y que rodearte de las personas correctas hace toda la diferencia.
¿Qué tiene una PyME que no tenga una gran empresa? ¿Por qué te enamoraste de ese universo?
- Las PyMEs tienen algo que no se encuentra tan fácilmente en las grandes empresas: pasión, garra, cercanía y una conexión directa con el propósito. Detrás de cada PyME hay una historia de vida, un sueño que se convirtió en proyecto, una familia que apuesta todos los días por crecer, aun con recursos limitados. Me enamoré de ese universo porque es profundamente humano. Las decisiones se toman con el corazón, y con el deseo genuino de generar valor.
Además, el impacto de una PyME en su entorno es inmediato y tangible. Cada paso que da repercute directamente en su comunidad, sus empleados, sus clientes. Y eso genera una energía muy especial, un compromiso real con lo que se hace. Me inspira ver cómo, a pesar de los desafíos, los emprendedores y dueños de PyMEs siguen adelante con una resiliencia admirable. Acompañarlos en ese camino, ayudarlos a ordenar, crecer y sostenerse, es uno de los trabajos más gratificantes que puedo imaginar.
Decís que descubriste tu verdadera pasión ayudando a otros emprendedores. ¿Cómo te diste cuenta de eso?
- Fue una revelación que vino desde afuera, como suelen llegar muchas verdades importantes. Mi socio y marido fue quien, un día, me hizo notar que se me iluminaban los ojos cada vez que teníamos una reunión de planificación estratégica. Yo no lo había registrado, porque estaba muy enfocada en hacer, en resolver, en acompañar... pero su observación me llevó a reflexionar.
Ahí empecé a conectar los puntos: entendí que más allá de mi propia empresa, lo que realmente me entusiasmaba era ayudar a otros a ordenar sus ideas, a encontrar foco, a convertir la confusión en acción. Descubrí que tenía la capacidad —y sobre todo el deseo— de ser un puente entre el caos y la claridad. Así nació la idea de crear mi consultora, PAMPA, y con ella, la certeza de que ese era mi verdadero propósito: poner al servicio de otros lo que aprendí, lo que soy y lo que disfruto profundamente.
¿Cuál fue el momento más emocionante o transformador que viviste acompañando a un cliente?
- Uno de los momentos más transformadores fue acompañar a un emprendedor que estaba a punto de cerrar su negocio. Cuando comenzamos a trabajar juntos, solo podía cubrir sus costos fijos por dos meses más. Literalmente estaba contando los días. Su nivel de estrés era altísimo, y la incertidumbre lo paralizaba. Nos sentamos y diseñamos un plan de reversión de resultados súper concreto, con foco total en lo urgente y lo posible. Implementamos reuniones de seguimiento semanales, y en algunos momentos, hasta nos vimos 3 veces por semana. Fue un trabajo muy cercano, de mucha entrega y compromiso mutuo.
Con el correr de las semanas, algo empezó a cambiar: el plan comenzó a dar señales de vida, los números mejoraron, y sobre todo, volvió la energía. No solo evitó cerrar, sino que terminó superando las metas que nos habíamos planteado. Un día, casi un año después, en uno de nuestros encuentros me dijo unas palabras de agradecimiento con las que me emocione muchísimo. En ese instante entendí que mi trabajo no era solo estrategia, era acompañamiento humano. Y que desde ese lugar podía cambiar vidas. Fue ahí donde confirmé que estaba exactamente donde tenía que estar.
¿Qué tan importante es el propósito a la hora de armar una empresa? ¿Puede una marca crecer sin uno?
- El propósito te alinea con lo que hacés y te recuerda por qué empezaste. Creo que una marca puede crecer sin propósito, pero no sostenerse en el tiempo. El propósito es la brújula que guía las decisiones, incluso cuando los resultados no acompañan o el camino se vuelve confuso. Es lo que te levanta en los días difíciles, cuando el cansancio pesa y las dudas aparecen. Las marcas que crecen solo desde lo transaccional, tarde o temprano se enfrentan a un techo. En cambio, cuando hay un propósito claro, auténtico, que trasciende la rentabilidad y conecta con algo más profundo, se genera una energía distinta: aparece la coherencia, la motivación sostenida, el compromiso del equipo y, sobre todo, una conexión emocional genuina con los clientes.
¿Sentís que el éxito se mide distinto después de emigrar?
- Creo que, más allá de emigrar o no, el concepto de éxito cambia con la experiencia, con las prioridades y con los golpes de la vida. Cuando emigrás, ese cambio se acelera. Ya no se trata solo de logros profesionales o metas cumplidas: el éxito empieza a tener una dimensión mucho más personal y emocional.
Para mí, hoy el éxito es ver a mi familia adaptada y feliz, sentirme en paz con las decisiones que tomamos, y saber que lo que hago cada día tiene un impacto real en otras personas. Es construir algo con sentido, desde cero, en un lugar nuevo... y hacerlo siendo fiel a quién soy.
Emigrar te pone frente a lo esencial. Te despoja de etiquetas, de estructuras conocidas, y te obliga a redefinirte. En ese proceso, entendí que el éxito, para mí se mide en bienestar, en propósito, en vínculos sanos. Y en poder mirar para atrás y decir: "Valió la pena."
¿Te imaginás en el futuro volviendo a emprender en Argentina? ¿O llevar tu metodología a otros países de la región?
- Argentina siempre está en mi corazón. Es donde nací, me formé y viví gran parte de mi vida profesional. Y aunque hoy estoy físicamente lejos, sigo conectada: ya estoy trabajando de manera remota con emprendedores Argentinos. No descarto en absoluto volver a emprender allá en algún momento. Pero más allá del lugar físico, lo que más me entusiasma es la posibilidad de llevar mi metodología a más países de la región. Latinoamérica está llena de talento, empuje y creatividad. Mi sueño es que más emprendedores puedan acceder a herramientas simples, accionables y adaptadas a la realidad de las PyMEs desde cualquier punto del mapa.
¿Qué lugar ocupa la empatía en tu manera de trabajar y liderar?
- Para mí, la empatía es un pilar fundamental, y es la base desde la cual construyo cada vínculo profesional. Escuchar sin juzgar, ponerse realmente en los zapatos del otro, tratar de comprender lo que el otro dice y siente... eso cambia todo. Cuando acompaño a emprendedores, sé que detrás de cada número hay una historia, una carga emocional, muchas veces miedo, frustración o agotamiento. Y si no puedo conectar desde ese lugar humano, difícilmente podamos construir algo significativo juntos.
En mi experiencia, cuando alguien se siente realmente escuchado y comprendido, se anima a más. Y para eso, primero hay que mirar y escuchar al otro con respeto y sensibilidad.
¿Cómo hacés para mantenerte fuerte emocionalmente cuando estás lejos de tus afectos?
- No es fácil, y es un trabajo constante. Estar lejos de los afectos más profundos duele, y hay días en los que se siente más que en otros. Pero fuimos encontrando formas de nutrir ese vínculo a la distancia. Tengo una comunicación súper fluida con mi familia y amigos en Argentina: hablamos seguido, nos compartimos lo cotidiano, celebramos logros y nos acompañamos en los bajones. Esa conexión me sostiene.
Al mismo tiempo, acá en Estados Unidos fui construyendo mi grupo o red. Tengo un grupo de amigas argentinas y latinas con quienes comparto no solo mate y charlas, sino también contención real. Somos mujeres migrantes que nos entendemos sin necesidad de explicar demasiado, y en los momentos difíciles, ese apoyo mutuo se vuelve vital.
También aprendí a hacer de mi casa mi refugio. Un lugar que me abrace, que tenga mi esencia. Rodearme de fotos y objetos que me conectan con mis raíces, crear rituales familiares y encontrar pequeños momentos de disfrute en lo cotidiano es parte de ese equilibrio emocional que fui y sigo construyendo.
¿Qué te enseñaron tus hijos sobre la resiliencia y el cambio?
- Los chicos en general tienen una enorme capacidad de adaptación, y lo pude comprobar. Ellos fueron y son mis grandes maestros en este proceso. Llegaron a un país nuevo, con un idioma distinto, una cultura desconocida y, sin embargo, encontraron la forma de construir su lugar, de hacer amigos, de aprender, de jugar, de reírse, de sentirse parte. Me mostraron que lo importante no es el lugar en el que estamos, sino cómo estamos juntos.
Si pudieras elegir una palabra que defina tu vida hoy, ¿cuál sería y por qué?
- Resiliencia. Emigrar, emprender desde cero en otro país, reinventarme profesionalmente, acompañar a mi familia en ese proceso... todo eso me enfrentó con mis propios límites, miedos y creencias. Pero cada desafío fue también una oportunidad de crecimiento. Aprendí a caer y a volver a levantarme. A escucharme, a adaptarme, a confiar en que del caos puede surgir algo aún mejor. La resiliencia es reconstruirse con más conciencia y con la certeza de que cada paso vale la pena. Hoy me siento más fuerte y conectada con mi propósito que nunca.