El maravilloso mundo de la sexualidad ha sido tabú hasta hace no mucho tiempo. De hecho, todavía hay personas a las que les sigue resultando incomodo hablar libremente sobre diversas cuestiones. Pero la realidad es que siempre y cuando los encuentros sexuales sean consentidos por quienes estén involucrados, sean dos o más personas, no hay de qué avergonzarse, sólo intentar disfrutar.
Durante muchos años, parecía intocable la idea de que las mujeres también se masturban. Por prejuicio, y por la idea inconsciente de que no tenían permitido ni identificado que podían realizarlo, es que hoy en día a muchas les cuesta encontrar lo que les gusta y lo que no, ya que no se animan o no probaron autodescubrirse. No solamente para un encuentro sexual con otra persona, sino también de manera intima e individual para pasar un buen rato con una misma.
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Hoy en día, no sólo existen múltiples maneras de autosatifaserce, sino también la posibilidad de recurrir a profesionales de la salud sexual que puedan informar y dar las herramientas necesarias para desbloquear la cabeza y lo mental, que aparenta ser lo más difícil de derribar a la hora de permitirse relajarse en todo lo que conlleva al ámbito sexual. Es por ello que la Licenciada en Psicología y Sexología, Denise Regadío considera que "lo psicológico influye notablemente en los encuentros sexuales".
Cabe recordar que un encuentro sexual entre las personas que están involucradas en el acto, está bien y es permitido por la ley únicamente cuando todas las partes están de acuerdo con lo que suceda. Cuando alguien dice no, es no. Cuando alguien no está en condiciones de responder si quiere o si no quiere, es no. Cuando alguien está bajo los efectos secundarios de alcohol o drogas y no sabe qué quiere, ni puede mantenerse en pie, es no. Y, cada vez que las cosas se hacen igual aunque alguien esté en alguna de esas posiciones, es considerado como abuso sexual.
Entrevista a Denise Regadío
-¿Cuánto y de qué manera influye la cabeza y lo psicológico en los encuentros sexuales?
-La cabeza, es decir lo psicológico influyen notablemente en los encuentros sexuales. La realidad es que muchas veces me ocurre que los pacientes me preguntan si el problema que tienen es psicológico o físico. Es decir, si van a tener que hacer una terapia o si es físico se soluciona con una “pastillita”. Y lo que siempre respondo, es que cuanto más físico, más psicológico y viceversa. Pero lo fundamental que a mí me gusta transmitir es que nuestro órgano sexual por excelencia es nuestro cerebro. Si algo no ocurre en nuestra mente, no hay posibilidades de que ocurra en el cuerpo.
Entonces, todos los prejuicios, los mitos y las ideas que nosotros tenemos arraigadas en nuestra mente, van a ser lo que se activen en nuestros encuentros sexuales. Por eso la importancia de indagar en esos prejuicios que tiene la gente, que nosotros los sexólogos lo hacemos en las consultas. La mente es muy poderosa. Yo siempre digo que puede ir alguien y tocarte perfectamente y no tener un orgasmo, o podés tener un orgasmo con un pensamiento. Ese es el poder que tiene la mente y lo psicológico sobre nosotros, que de alguna forma es un gran determinante de la conducta.
-¿Qué diferencias notás entre la entrega de las mujeres y de los hombres al placer en el momento de un encuentro sexual? ¿Considerás que aún las mujeres tienen inculcados estigmas sociales que no les permiten disfrutar?
-Con respecto a la entrega en el encuentro, lo que yo noto es que las mujeres vienen muy chipeadas para complacer. He hecho diversas encuestas a lo largo de estos años y también lo que trabajo con mis pacientes, es que una mujer se siente más segura complaciendo que recibiendo placer. Esto sin dudas tiene que ver con un proceso cultural, y con la educación que nos atraviesa tomando esto desde la edad antigua, después con la Iglesia.
La mujer siempre estuvo al servicio de la reproducción, como la utilidad de la sexualidad bien ligada a la reproducción. Entonces a la hora de buscar el placer, hay un gran desconocimiento y creo que tiene que ver con que las mujeres no indagan de ver que les gusta. No se tocan. Entonces a la hora de un encuentro no saben que les gusta, pero sí saben perfectamente qué le gusta al otro.
En el caso de una relación sexual heterosexual, el varón puede hablar abiertamente y libremente de sus preferencias y las mujeres no. La mujer tiene eso de “que van a pensar si pido o si digo”. Sin duda, esto de los estigmas sociales se juega mucho. Recién hoy estamos hablando de tratar que haya igualdad entre varones y mujeres, y desde siempre está el mito de que la mujer cuanto menos encuentros ha tenido mejor es. Esta dualidad entre la “puta y la ama de casa”. Como estamos chipeadas para no hablar de nuestro placer y para no buscarlo, ni exteriorizar porque enseguida somos mal vistas.
-El concepto de que es más “difícil” que una mujer llegue al orgasmo en un encuentro sexual, ¿a que se debe?
-Bueno, esto es uno de los conceptos que más se escucha en las charlas con mujeres. La mujer ya tiene incorporado esto de que “tarda más” y yo creo que esto está muy relacionado con la falta de información, considerando que todo esto se aprende. Es decir, nadie nace más o menos sexual. A través de los tiempos nos han enseñado la sexualidad con un enfoque biologicista que prioriza la penetración (pensando en una relación heterosexual). Y, en realidad, si uno se pone a analizar la anatomía del genital masculino y femenino, sabemos que la mayor parte del placer de la mujer se encuentra en su parte externa. En el clítoris, en su vulva.
La mujer puede prescindir de la penetración para tener placer. Si uno lo empieza a desmenuzar, la penetración sólo garantiza el embarazo y el placer del hombre. Entonces yo creo que no es que a las mujeres les cuesta más, sino que hay una falta de información. Partiendo de la base de que la vulva necesita cinco veces más cantidad de sangre que el pene para llegar al mismo estado máximo de excitación y poder tener un orgasmo. Entonces ya arrancamos con esa diferencia que es física. La sexualidad de la mujer es periférica. Comienza de afuera por adentro. Lo último es la parte genital.
En cambio la del hombre, empieza por los genitales. La gente no tiene esta información y por eso tampoco saben ni donde ni cómo estimular. Y sumado a esto, está la brecha que nos separa sobre la masturbación. El hombre tiene un acceso mucho más temprano a la masturbación que la mujer, entonces cuando llega el encuentro con otra persona, ese varón ya sabe cómo funciona su pene en cada una de sus formas, y por ahí la mujer llega al encuentro sin saber lo qué le gusta, y esta falta de conexión entre las mujeres y sus genitales, hace que “cueste más”. Creo que esto tiene que ver con la educación sexual.
-¿Cuál es la pregunta más recurrente que te hacen las pacientes?
-Podría dividir mi especialidad en sexualidad entre los pacientes que habitualmente consultan por algo y por otro lado, las reuniones de sex en donde yo trabajo hace muchos años y que es un lugar descontracturado. Las preguntas tienen mucho que ver con la estimulación de las mujeres, de la masturbación, del clítoris, del punto g. Cómo pensar en los orgasmos, cómo pensar en la sexualidad independientemente de la otra persona. Tienen que ver con eso las preguntas más recurrentes. Con tips o formas de como poder decirle al varón lo que nos gusta o como tocarnos.
¿Cuál es el mito que más te interesa derribar sobre la sexualidad?
-Sin dudas, el gran mito que hay que derribar es que los hombres son más sexuales que las mujeres. Me parece que eso es fundamental. Invitar a las mujeres a descubrirse. Yo siempre digo, en la antigüedad cuando una mujer no tenía un orgasmo se les decía “frígidas”. Y en ese momento no se indagaba sobre porque no tenía los orgasmos. Desde ese entonces las mujeres aprendemos a fingir. Fingimos los orgasmos para complacer al otro. Sin dudas este mito tiene que ver con lo cultural. Cuando se inventó la píldora anticonceptiva en 1960, le dio tranquilidad a la mujer. Yo siempre digo, el clítoris se estudió por primera vez concretamente en 1997. El clítoris la única función que tiene es dar placer. No tiene nada que ver con el aparato reproductor. Entonces claro, ¿a quién le importaba el placer de la mujer? Ni se lo estudió. No hay diferencia entre intensidad ni deseo sexual entre los hombres y mujeres. Es algo cultural.