por Agustin Gulman
02 Julio de 2019 15:34A las entrañas de la Ciudad se baja en un ascensor abierto que tiene un manual de instrucciones escrito en chino. El viaje dura un par de segundos y deposita a los pasajeros en una suerte de enorme balde de 35 metros de diámetro y a 25 de profundidad, construido en un lugar donde hasta hace no mucho tiempo había agua y no mucho más. Allí empieza un túnel de seis mil metros de extensión que atraviesa la ciudad en silencio desde el Río de la Plata hasta Villa Urquiza con un único objetivo: duplicar la capacidad de drenaje actual de la Capital Federal y prepararla para soportar la caída de hasta 81 milímetros de agua de manera permanente en dos horas. En las entrañas de la Ciudad, además, hace mucho calor.
BigBang recorrió las obras del segundo emisario del Arroyo Vega, uno de los tres que recorren de manera subterránea la Ciudad de Buenos Aires: aunque muchos no lo sepan, por debajo de las calles y avenidas hay grandes caudales de agua que varias décadas atrás fueron entubados para evitar que desborden y produzcan inundaciones. En el caso del Vega, la rectificación y posterior entubación fue en 1936, y desde entonces permanece así, oculto a la vista del paisaje porteño, como sus “primos”, el famoso Maldonado (que recorre casi toda la ciudad y solía provocar hasta hace unos años grandes inundaciones) y el Medrano, que es el segundo de mayor extensión.
Las obras del segundo emisario del Arroyo Vega tienen como objetivo reducir las eventuales inundaciones que podrían provocar tormentas que tienen cada vez mayor intensidad. Un dato: el mes pasado cayeron 148 milímetros y fue el junio más lluvioso desde 1906. El tubo, una megaobra hidráulica que fue terminada la semana pasada y estará totalmente lista en septiembre, recorre los barrios de Villa Urquiza, Colegiales, Belgrano, Palermo, Agronomía, Ortuzar y Parque Chas.
BAJO TIERRA
Una vía de 6.000 metros de extensión recorre el entubado desde el Río de la Plata hasta Victorica y Triunvirato, en Urquiza. Allí, este tramo “mayor” del Vega empalma con uno de menor diámetro. En el medio atravesó por debajo las líneas B y D, cruzó vías de ferrocarriles, avenidas y parques, todo siguiendo la traza de la avenida La Pampa. Por esa vía circuló durante un año la tuneladora Elisa, encargada de abrir paso bajo tierra y montar cada uno de los anillos de hormigón que conforman el tubo.
En unos meses, cuando termine la obra y comiencen las pruebas, no quedarán vías, ni luces frías, ni cables, ni siquiera un enorme tubo que sirve para garantizar el ingreso de oxígeno y permitir los trabajos. Una vez que todo concluya, por allí sólo habrá agua, agua y más agua, que terminará decantando en el enorme pozo de descarga con forma de balde ubicado a metros del Río de la Plata.
“La basura no llega al túnel, ingresa solamente agua. Los residuos van a parar al entubamiento original de Vega”, explica ante BigBang el ingeniero electromecánico Eduardo Cohen, a cargo de la Unidad de Proyectos Especiales Plan Hidráulico de la Ciudad. No es un tema menor: en los arroyos que recorren la Ciudad por debajo de las calles suelen encontrarse materiales de todo tipo, desde celulares hasta ropa. Incluso, un funcionario contó que en una limpieza del arroyo Maldonado encontraron el esqueleto de un auto viejo. “En Buenos Aires - explica el ministro de Desarrollo Urbano y Transporte, Franco Moccia- no hay huracanes ni los terremotos, el problema ambiental son las inundaciones”.
“Se construyó con tecnología de punta, con poca molestia a los vecinos, pero con un impacto importantísimo para hacer a Buenos Aires más resistente ante el cambio climático y nuestro problema natural, que son las inundaciones”, agrega Moccia. Las obras tuvieron un costo de U$S 200 millones, de los cuales U$S 150 millones se destinaron a la construcción del túnel y el resto para obras complementarias. La Ciudad puso el 32 por ciento del dinero, mientras que el resto fue financiado por un préstamo del Banco Mundial.
AGUA EN BUENOS AIRES
Dentro del túnel la temperatura es elevada. El calor no sería agobiante de no ser porque en el exterior hay un fuerte viento y el termómetro marca menos de 12 grados. A medida que se camina por el interior la temperatura sube. Quienes trabajaron allí o lo han recorrido en varias ocasiones cuentan que, cuanto más profundo se va, menor es la cantidad de aire.
A medida que se recorre el camino inverso, la temperatura baja de a poco y el aire vuelve a normalizarse. Desde el enorme balde o “pozo de descarga” de 35 metros de diámetro y 25 de profundidad se observa un cielo gris y un movimiento incesante de trabajadores, herramientas y grúas de todos los tipos y tamaños.
Mientras tanto, el túnel aguarda a que en septiembre, una vez finalizadas todas las pruebas técnicas, el tubo quedará completamente lleno de agua. Cuando eso ocurra, la “Buenos Aires oculta” que se esconde bajo tierra será un brazo acuático subterráneo, imposible ya de recorrer a pie.