La crisis de 2001 comenzó mucho antes del 19 y el 20 de diciembre. Pero esas jornadas marcaron un antes y un después en la historia argentina, y quedaron marcadas a fuego en la conciencia colectiva por las manifestaciones y el "cacerolazo", y la renuncia del entonces presidente Fernando De la Rúa. La génesis de la explosión popular de esos dos días podría encontrarse en la renuncia del entonces vicepresidente de la Alianza, Carlos “Chacho” Álvarez en octubre de 2001; en la imposición del “corralito” (medida que restringía la extracción de dinero de los bancos) impuesto por el ministro de Economía, Domingo Cavallo; o en los problemas económicos que partieron a las clases medias y bajas durante la década del 90.
Lo cierto es que esa noche de hace 20 años, ni De la Rúa, ni Carlos Menem, ni Cavallo, ni el Grupo Sushi de Aíto y Antonio De la Rúa estaban en la Casa de Gobierno. Tampoco se encontraban ni la entonces ministra de Trabajo, Patricia Bullrich (que le había recortado el 13% a los estatales y jubilados); ni Darío Loperfido, ni Federico Sturzennegger (gestor del megacanje) y tampoco el ministro nacional de Cultura, Turismo y Deportes de la Alianza, Hernán Lombardi. Todos y cada uno de ellos volverían al poder varios años después de la mano de Mauricio Macri.
Quien sí estaba durante aquella jornada era Víctor Bugge, el fotógrafo presidencial desde hace 43 años. Él, que había capturado con su lente cada presidente (de la dictadura y de la democracia) desde 1978, ni se imaginaba lo que viviría en esas próximas horas. Tal vez por oficio y otro poco por olfato, el día que De la Rúa confirmó el Estado de Sitio, Bugge decidió quedarse en la Casa de Gobierno. Cuando el anuncio grabado salió por cadena nacional, escuchó a las primeras cacerolas, vio a los primeros manifestantes y vivió en su propia piel un capítulo de la historia argentina.
-¿Cómo fueron las semanas previas al 19 y 20 de diciembre de 2001?-Medio como que se veía venir el tema. Creo que el problema empieza cuando Chacho Álvarez presentó la renuncia. Llegamos a diciembre, me acuerdo que hubo una reunión en Cáritas, con toda la dirigencia empresarial, gremial, los distintos partidos y la Iglesia. Estaban Raúl Alfonsín, (Eduardo) Duhalde, la Sociedad Rural y varios más. Fue muy hermética. Ni fotos hubo. Yo no pude entrar. Y ahí era como que el ambiente se estaba complicando. Me acuerdo que entre los distintos colegas comenzó a correrse la bola de que a De la Rúa le habían ofrecido un gobierno de coalición. Salimos de ahí y ahí pasó algo que me marcó que algo estaba muy mal.
-¿Qué pasó?-A De la Rúa le tiraron un cascotazo. Un adoquín pegó contra el coche cuando pasaba por la calle Balcarce. Eso yo no lo había visto nunca. Había visto escuchado insultos a los distintos autos de los distintos presidentes, pero nunca había visto un piedrazo. Eso significaba que ya estábamos muy mal y me daba esa sensación.
-¿Y cómo fue el día 19 de diciembre dentro de la Casa de Gobierno?-Ese día se hizo la grabación del discurso. Ahí él anuncia el Estado de Sitio. Él estaba acompañado por un grupo de asistentes, estaban los secretarios, Darío Lopérfido, (Nicolás) Gallo, (Domingo) Cavallo y algún que otro más.
-¿Qué sentiste cuando dijo “Estado de Sitio” durante su discurso?-Cuando él hizo ese anuncio, pensé que ahí se terminaba la situación automáticamente. Uno no escuchaba esas palabras desde 1976. Pero pasó algo curioso. Empieza el discurso y enseguida se interrumpe, y yo pensé que se había confundido. Que Estado de Sitio estaba mal dicho. Entonces, en esa interrupción, él se va hasta su escritorio, ordena unos papeles y yo disparó la cámara. Ahí él me dice: “¿Qué hace usted acá?”. Y yo le respondo: “Fotos, presidente”. Medio como que se desahogó conmigo. Entonces se sienta, armaron de nuevo, le dieron la orden para empezar a grabar y vuelve a nombrar el Estado de Sitio. Ahí pensé: “Acá se acabó todo”. No lo podía creer. Quedé solo en el Salón Blanco y me preguntaba cómo podía ser que pasara eso. Me fui para mi oficina y estaban mis dos compañeros, Roberto Buceta, un fotógrafo que falleció, y Damián Schapovaloff, también fotógrafo. Los miré y les dije: “Loco, acaban de anunciar el Estado de Sitio. Me parece que esto termina mal”. Eran las seis y media de la tarde. Me puse a editar. A las nueve de la noche se emitió el discurso por cadena nacional.
-Tras esa cadena, comenzaron los primeros cacerolazos y marchas espontáneas. ¿Qué se vivía desde adentro de la Casa Rosada?-Desde mi ventana empecé a escuchar los primeros sonidos e insultos. No me olvido más de un pibe que pasaba en bicicleta por el frente de la Casa de Gobierno, se bajó, la dejó y empezó a insultar a De la Rúa. Después paró una camioneta. Después paró un auto. Y empezaron los bocinazos y más bocinazos. Gente. Bocinazo. Insulto. Y las dos de la mañana había una multitud. De toda mi historia acá adentro, no recuerdo una plaza como la que vi. De hecho, me forzó, me llevó a la terraza para fotografiarla desde arriba.
-¿Y qué sentiste?-Ahí vi que no estaba llena solo la Plaza de Mayo sino que también era la Avenida de Mayo, era el Congreso, eran todas las diagonales. Y lo que me impactó era que no había banderas. No estaba el aparato que traía y llevaba. La gente arrancó, por lo menos los que vivían en Capital, con sus cacerolas. Ahí nomás empieza la represión.
-Además de vos y tu dos compañeros, ¿quién más estaba en la Casa de Gobierno?-No había nadie. La Casa de Gobierno había quedado casi sin seguridad. La seguridad que tenía cualquier día normal. Evidentemente, creían que con el Estado de Sitio se iba a normalizar la situación y se iban a calmar los ánimos. Pero fue todo lo contrario. Todo arrancó cuando lo anunciaron y no paró hasta que De La Rúa se tuvo que ir en el helicóptero. Y yo me quedé viviendo en la Casa de Gobierno hasta que asumió (Eduardo) Camaño, que asumió el 30 de diciembre, porque me acostaba con un presidente y me levantaba con otro. Un par de días, cuando se normalizó la situación con (Adolfo) Rodríguez Saá, me fui a dormir a casa, y me llamaron al otro día a las 7 y media de la mañana, porque él entraba temprano, hasta que renunció el 30 de diciembre.
-Esa noche del 19 de diciembre, eran las únicas personas que estaban adentro, ¿tuvieron miedo o que les hicieran algo si los manifestantes entraban?-Nosotros estábamos asustados. En un momento, entramos en una situación de temor porque no sabía qué podía pasar. Había que estar en esa situación. Te lo cuento ahora, muchos años después, pero la verdad es que sentíamos que se metían en cualquier momento todos los que estaban en la plaza. Y la represión no paraba. Había disparos y gases. En un momento, bloqueamos el ingreso a la sala con un armario. Ya no aguantábamos en la oficina porque entraban gases lacrimógenos por las ventanas. Salíamos al patio de las palmeras y era lo mismo. De todas maneras, nosotros nos preparamos. Nos sacamos los trajes y nos pusimos unas remeras y unas bermudas que teníamos. Creíamos que de esa manera, camuflados, si entraban, iban a pensar que éramos unos manifestantes más que se habían metido. Antes de eso igual ideamos un plan de escape.
-¿Qué habían planeado?-Habíamos agarrado sábanas y frazadas, las atamos a todas y las sacamos por una ventana que dan a la explanada, en el lateral de la Casa de Gobierno. Sabíamos que si entraban, podíamos escapar colgándonos por ahí y nos tirábamos para la calle. Ahora me río pero fue un momento muy delicado. La poca custodia de la custodia que salía a la plaza, volvía ensangrentada. En esa época había rejas de un metro, que la gente las arrancó y las uso para tirarlas hacia adentro. Fue un momento delicado.
-¿Y el 20 de diciembre cómo fue?-Con el amanecer del 20 de diciembre estaba más organizado el ida y vuelta de la represión. Y también estuvo más descontrolada la gente. Hubo muertos y así llegó la hora de la renuncia. Ahí vi un paisaje que me conmovió. Después de la renuncia, salí a caminar y vi miles de cascotes por todos lados. Nunca me voy a olvidar cómo vi a Buenos Aires.
-¿Cómo te enteraste de la renuncia de De La Rúa?-Estuve todo el tiempo dentro de la Casa de Gobierno. En un momento del día, me enteré de que había movimientos, entonces bajé al despacho del presidente y veo que estaban armando el helicóptero. Le pregunté al secretario por qué motivo se iban en helicóptero y le dije que no había nadie en la plaza. Ya había visto que por la represión no había quedado nadie. Lo había visto desde la ventana de mi oficina y desde la terraza. Ahí el secretario me dijo que la seguridad recomendaba que se fuera en helicóptero. En confianza, le dije: “Para mí no vale la pena”. Pero la decisión ya estaba tomada. Ahí lo veo a De la Rúa y él me dice: “Gracias, Víctor por la colaboración”. Le pregunté: “¿Qué pasó, presidente?”. Y contestó: “Vamos a hacer la última foto”. Así me enteré de la renuncia. Ni yo, ni el país sabíamos que se iba. Pero tuvo ese gesto que jamás me voy a olvidar, que fue que el presidente me lleve a hacer la última foto. Después de haber visto todo lo que pasó, el hombro me puso la mano en el hombro y me pidió que hiciera la última foto. Fue un momento impresionante para mí porque mi cabeza estaba en la calle, estaba en lo que estaba pasando afuera. Siendo testigo de esa situación, donde el presidente me agradecía, fue un momento muy fuerte.
-¿Cómo fueron los minutos en que dejó la Casa de Gobierno?
-Un rato después fuimos a la terraza, lo acompañé, era prácticamente el único con años que conocía el camino con algún otro muchacho de mantenimiento. Me acuerdo que costó mucho abrir la puerta de la terraza porque la llave no se usaba hacía tiempo porque el helipuerto estaba anulado su actividad. Por eso, la foto que logro sacar, que técnicamente no es buena pero tiene todo lo que tiene que tener, es que el helicóptero no se pudo detener, lo espero en alza, por eso el edecán lo levantó en andas a De la Rúa para que suba y de ahí partió a Olivos.
-Había pasado una jornada histórica para Argentina, ¿qué pasó el 21 de diciembre de 2001?-Me quedé a dormir en la Casa de Gobierno, cuando me desperté, De la Rúa volvió pero ya como ex presidente, recibió a Felipe González, el ex presidente de España. Después firmó fotos oficiales que yo le había sacado, esas imágenes típicas con los atributos. Así que tuvimos la posibilidad de hacer las imágenes de la salida definitiva. Lo acompañamos, salió por la explanada y se fue. Creo que también volvió para limpiar la salida con el helicóptero. Pero ya era tarde.
-¿Cómo fue esa salida?-Fue con toda una cobertura como si fuese presidente de la Nación. Pero ya era ex presidente y había firmado la renuncia. Así que lo acompañé. Fui el último en saludarlo. Es más, le abrí la puerta del auto, se subió y chau. Yo lo cuento pero cuando lo pienso es una locura. De verdad, es una película que se hizo en realidad.