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La Patagonia arde

Vidas perdidas, hogares destruidos y el fuego que no da tregua: la lluvia redentora y el drama en El Bolsón

Más de 4.000 hectáreas fueron arrasadas por un fuego que lo devora todo a su paso.

10 Febrero de 2025 11:27
Más de 4.000 hectáreas fueron arrasadas por un fuego que lo devora todo a su paso.
Más de 4.000 hectáreas fueron arrasadas por un fuego que lo devora todo a su paso.

El cielo se quebró en un llanto salvador. La lluvia, esa bendición esquiva, cayó sobre El Bolsón en medio del infierno de fuego que devora la Patagonia. Vecinos y vecinas, agotados por el miedo y la impotencia, se abrazaron en las calles, gritaron, lloraron. Era un respiro en la asfixia, un paréntesis en la tragedia. Pero la lucha está lejos de terminar. Desde hace días, las llamas avanzan sin control. Más de 4.000 hectáreas fueron arrasadas por un fuego que lo devora todo a su paso.  El calor insoportable, el humo denso que impide respirar, la desesperación de quienes ven sus hogares reducidos a cenizas. 

El sonido de las sirenas es una constante; brigadistas y bomberos, con cuerpos exhaustos pero corazones firmes, desafían el peligro para contener el infierno. En medio de la oscuridad, un destello de esperanza: la lluvia. "Se largó a llover y los vecinos festejando. Gracias, Señor", sollozó una mujer en un video que circuló rápidamente a través de redes sociales, mientras en el fondo se escuchaban gritos de alivio. Pero la calma dura poco. Los pronósticos advierten que este lunes las ráfagas de viento podrían alcanzar los 90 kilómetros por hora, reavivando las brasas latentes y expandiendo nuevamente el desastre.

Mientras los habitantes de El Bolsón encuentran un instante de consuelo, en Bariloche las llamas avanzan con ferocidad sobre el barrio Lera. La Barda arde y el viento, aliado cruel del fuego, extiende su poder destructor. Bomberos y equipos del SPLIF trabajan sin descanso para frenar el avance de las llamas y evitar que lleguen a las casas. Pero el terreno escarpado y la velocidad del viento juegan en su contra.

Más de 400 combatientes enfrentan este desastre con medios insuficientes. Siete aviones hidrantes intentan contener los focos, pero la batalla es desigual. En Loma del Medio, otro de los puntos críticos, la evacuación es una triste realidad. Decenas de familias abandonan sus hogares, con lo puesto y el alma rota. Otros, con la valentía del que no tiene más remedio que resistir, se quedan para proteger lo poco que el fuego aún no les arrebató.

El saldo de esta catástrofe es devastador. Más de 1000 evacuados, 120 viviendas consumidas por las llamas, un hombre de 84 años que murió atrapado en su casa. Era el suegro de un coordinador del Servicio Provincial de Lucha Contra el Fuego (SPLIF), alguien que entendía de incendios pero que jamás imaginó que el infierno le arrebataría a su familia. El Ejército Argentino colabora en la organización de donaciones y asistencia a brigadistas. 

La solidaridad aflora en la desgracia: vecinos y voluntarios de toda la provincia se suman a la lucha, enfrentando un enemigo feroz con la fuerza de la comunidad. Pero el esfuerzo parece nunca ser suficiente. En medio del caos, la desesperación por hallar responsables llevó a la detención de varias personas. Uno de ellos, Jorge Hermosilla, fue sorprendido intentando iniciar un nuevo incendio en una zona urbana. 

Borracho, intentó justificarse: dijo que alguien lo amenazó de muerte si no lo hacía. Pero la furia de los vecinos no esperó explicaciones. Atacaron su casa con piedras, exigiendo justicia. La Justicia lo imputó por incendio en grado de tentativa y lo dejó en prisión preventiva. Otros seis detenidos fueron liberados por falta de pruebas. La incertidumbre persiste: ¿fue un acto aislado o hay una mano oculta detrás de la devastación?

Más de 4.000 hectáreas fueron arrasadas por un fuego que lo devora todo a su paso.
Más de 4.000 hectáreas fueron arrasadas por un fuego que lo devora todo a su paso.

El gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck, se instaló en El Bolsón desde el inicio de la tragedia. Prometió fondos, habló de reconstrucción. Se anunció un desembolso de $6 mil millones para reparar viviendas, galpones y la infraestructura destruida. Pero entre los pobladores reina el escepticismo. ¿Cuánto tardará la ayuda? ¿Cuántas promesas se llevará el viento antes de que la Patagonia vuelva a renacer? Por ahora, solo queda esperar. Esperar que la lluvia regrese antes que el viento. Esperar que el fuego ceda, que el miedo desaparezca, que la vida vuelva a florecer en una tierra que se resiste a morir.

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