Hemos escuchado esta expresión en muchas oportunidades sin dejar de erizarnos y resistirnos un poco ante lo que significa. Menospreciamos el mensaje y al mensajero, no damos crédito sencillamente porque muchas veces no estamos conscientes de lo que tememos ni de su magnitud, a ese discurso silente que se suscita tras bastidores emocionales y de los cuales se nos dificulta responsabilizarnos.
Pero son nuestros, están allí, nos pertenecen y la omisión no nos deja exento de lo que generamos.
La cultura en la que estamos inmersos, independiente a donde pertenezcamos, tiene sus mandatos y nos sometemos a ella sin darnos cuenta, es una corriente de pensamientos que habita en el subsuelo y que vamos registrando en nuestro interior ante situaciones importante. Con el agravante de que nuestra vida transcurre desde el subconsciente.
Obedecemos a un orden funcional del que la mayoría no está familiarizada y aun conociéndolo no lo comprende y en ocasiones se niega a aceptarlo, simplemente porque para un gran número de seres humanos es más fácil responsabilizar a todo el exterior ante que así mismo; en pocas palabras no nos vemos como los autores de nuestra propia experiencia.
Mente, pensamiento, emoción, vibración, atracción y manifestación rigen nuestro acontecer y circunstancias, cuando ignoramos esto nos convertimos en víctimas y verdugos de la vida, inconformes e insatisfechos ante lo que creemos que no tenemos dominio y nos hace sentir un poco a la deriva sin control.
Desde temprana edad comenzamos a manejar una serie de informaciones que se convierten en referencias y creencias que van moldeando conductas, reacciones y en definitiva las distintas formas de pensar. Progresivamente vamos incorporando lo que vemos en el hogar y eso codifica el cómo apreciamos la vida en sus diferentes facetas: pareja, trabajo, amor, prosperidad y todo lo que comprende el mundo relacional.
Tendemos a colocar bajo la alfombra lo que nos incomoda, lo que implica proceso y trabajo, y al no darle luz a episodios guardados por temor o por el dolor que revisten, no hacemos consciencia de ello y este es el resultado de tropezarnos con los mismos acontecimientos una y otra vez en distintos escenarios y personas.
Siempre atraemos de acuerdo a nuestra historia, sobre todo en lo no resuelto que pide soluciones. Dejemos de resistirnos ante lo que representa o significa estar vivo, que no es otra cosa que evolucionar con lo que ello implique, es prepararnos para el siguiente nivel. Estar vivo tiene sus riesgos que deben ser asumido como adultos.
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