Lo sé. El título puede parecer un ataque a Brasil, pero les juro que no lo es. Lejos estoy de reavivar la rivalidad en el fútbol entre argentinos y brasileños. Esta vez es algo más grave: la pérdida de la identidad. Este no es el Brasil que algún día supimos ver, ya ni me acuerdo cuando. Tal vez aquella campeona de la Copa América 2007 o la ganadora del Mundial 2002 en Corea-Japón. Año tras año los planteles cambian, vemos pasar cada vez más entrenadores en menos tiempo, las cosas no son como antes. Brasil no es como el de antes.
La “Verde-Amarela”, una de las pocas que tiene una identidad de juego. O que tenía y que lo colocaba en los primeros puestos merecidamente, con un respeto ganado como pocas selecciones lo han podido conseguir. Pero para mantener esos atributos positivos hay que saber renovarse, reemplazar a las leyendas dejadas por el camino, reinventarse. Para muchos equipos es complicado por la falta de grandes jugadores por largos años, pero no es el caso de Brasil. Estamos acostumbrados a ver estrellas mundiales del país pentacampeón. Los jugadores están, como Pelé, Garrincha, Zico, Romario, Rivaldo, Kaka, Ronaldinho, Ronaldo y muchos más que me gustaría nombrar pero tendría que estar horas. Grandes referentes que llevaban al frente a su país, que disfrutaban cuando jugaban. Pero, ¿De qué sirve tener grandes jugadores cada año, si no se respeta el pasado? Primero Scolari en el Mundial anterior, ahora Dunga en la Copa América. Darle la espalda a la identidad que te supo consagrar está mal, más siendo Brasil.
En el 2014 que se profundizo la crisis, producto de un bajón futbolístico, de un 7-1 imborrable en tu propia casa en semifinales. Es cierto que fue contra el campeón del mundo, pero no se justifica. Y es ahí donde entra la identidad, palabra que no dejo de nombrar, pero me parece muy importante. El abultado resultado fue consecuencia de eso, de no jugar como se debe, de la falta de Neymar, quien supo ser la salvación de Brasil en muchos casos. Ya se veía en el partido ante Croacia en el debut que algo no andaba bien. Siguió con Chile, con la ayuda del travesaño para no quedar eliminado. Todo se derrumbó con los europeos. Scolari fue el responsable y lo pagó con la salida de la Selección. Pero lejos de mejorar, se eligió mal al nuevo director técnico: Dunga. Agrandado por estar 10 partidos sin perder desde que asumió, sin jugar bien y dependiendo de la imaginación de Neymar. Pero el astro no puede solo, nadie lo ayuda. Pekerman se vistió de verdugo esta vez, venciendo a la bestia herida por 1 a 0. Cada día se marca más la decadencia de la selección brasileña.
Muchos factores afectan, pero solo una cosa esta clara: La “Scratch” ya no juega con la diversión que lo hacía antes, ya no juegan con la frescura que supieron hacerlo y parece estar en caída libre. Los astros lloran, Brasil llora.