02 Enero de 2017 08:55
Está determinado que el ser humano se comunica, bien de forma consciente o bien de forma inconsciente o automática y de este último destacaremos el dicho "no es lo que se dice sino como se dice” y agrego cuando se dice, porque con mucha frecuencia nos reservamos lo que verdaderamente deseamos decir. Desarrollar una consciencia comunicacional es absolutamente importante en pro a relacionarnos con calidad en nuestra cotidianidad evitándonos conflictos, rupturas o inconvenientes innecesarios.
Observar y analizar ésta dinámica en el contexto infante-adulto podemos apreciar la poca regularidad o énfasis en una comunicación consciente transmitida a nuestros hijos y trasladada luego a la vida adulta, expresándonos bajo las formas, conductas, hábitos y costumbres aprendidas durante el proceso de crianza y socialización del que todos somos objeto. Su práctica o la ausencia de ésta la podemos ver traducida entre otras en: responsabilidad o victimismo, compasión o crueldad, cercanía o alejamiento, limitación o extralimitación, seguridad o inseguridad emocional, respeto o desconsideración y una tendencia clara a lo r
eactivo producto de no saber comunicar en sentido general las insatisfacciones que nos acontecen.
El mejor momento para enseñar las habilidades, técnicas y herramientas que implica la configuración de la comunicación consciente es en la infancia, de manera de ir generando individuos conscientes, compasivos y emocionalmente inteligentes. Considerando que los niños aprenden con el ejemplo y aman pasar tiempo con los adultos, la observación al lenguaje corporal, a la expresión facial y el comportamiento en el abordaje en las distintas salidas ante los conflictos serán copiadas.
Recordemos que todo lo que expresamos verbalmente implica contenido, intención y emoción. No porque seamos adultos estamos conscientes del mensaje que estamos transmitiendo, ni de la forma como son recibidas nuestras palabras, de allí la importancia de alinearlos bajo este concepto. Aprender a escuchar atenta y pacientemente, identificar nuestras emociones, expresar con verdad nuestros sentimientos, solicitar de forma clara lo que necesitamos, ralentizarnos para no atropellar, cultivar la atención sobre lo que sentimos, ser compasivos y empáticos, solicitar aclaratorias y sentirse cómodo con ello, establecer y hacer cumplir los límites, responder con calma ante circunstancias difíciles. Elementos indispensables a desarrollar dentro de la comunicación consciente, que tanto para niños como para adultos provee el equipamiento necesario al experimentar perturbaciones emocionales y bajas en la comunicación.
Es sencillo autosabotearse entre lo que pensamos y lo que expresamos y resaltemos que en ocasiones hacemos responsables a otras personas por nuestros propios errores comunicacionales, todo ello sin darnos cuenta de los mensajes ocultos o contradictorios de los que no estamos conscientes, incluso creamos barreras invisibles que atentan en las distintas formas de intimar. Comprendamos que siempre estamos comunicando algo, hablemos poco, mucho o guardando silencio y en el caso de los niños, éstos lo hacen de forma directa y sin filtros hasta que son condicionados, no obstante todo deja entrever aspectos de nuestra personalidad y posiciones asumidas.
Entrenarnos en desarrollar una comunicación consciente nos genera relaciones de calidad, donde el reconocimiento, equilibrio y una comprensión del otro nos colocan necesariamente en el respeto por la individualidad. Si somos padres, fomentar esta configuración en nuestros hijos es verdaderamente un gran acierto y si como adultos detectamos fallas en nuestra comunicación, proveernos de esta herramienta definitivamente también lo será.
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