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Cuando la perfección supera la realidad

08 Septiembre de 2015 09:44
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Por ahora solo conozco a ellos dos. Nadie más supo cautivarme como estos dos extraterrestres, porque eso son, seres de otra galaxia que se hacen llamar humanos. Hablo de Roger Federer y Lionel Messi, los mejores en lo que hacen. Y probablemente sean los mejores de todos los tiempos, para mí sí. O al menos no encuentro a nadie que se les pueda arrimar, siendo dos deportistas que son leyendas aún en vigencia. Pocos pueden generar tanta emoción al ser vistos realizar sus destrezas como Federer y Messi, y supongo que en mucho tiempo no se dará algo similar, lo intuyo. Año tras año demuestran que se puede ser el mejor a pesar de los entendibles baches que puedan encontrar en el camino, aunque no son muchos. Día a día buscan la perfección, de la cual a mi entender están a nada, si es que no la alcanzaron todavía.

Tal es su grandeza y la admiración que logran generar, que ya no hay palabras para describir lo que hacen, el mundo humano se quedó corto ante dos gigantes del deporte. Pero hay algo que los agranda aún más, que los eleva por encima de sus pares: la humildad. Es raro escuchar a los colegas hablar tan bien de dos personas, cuando generalmente se busca destrozar a la competencia para creerse mejor. Federer y Messi logran traspasar una barrera imaginaria para convertirse en personas “indiscutibles”. No se les puede pedir nada más. Es más, deberíamos pedirles que paren un poco, que dejen de humillar al resto, sin quererlo, sin buscarlo. En cada partido, ambos dejan a los espectadores y a contrincantes con la boca abierta y las palmas de las manos rojas de tanto aplaudir.

Doy gracias a Dios de ser contemporáneo de ambos, de vivirlos en su plenitud, de disfrutarlos semana tras semana. Cada presentación es dar catedra de cómo se hacen bien las cosas en el tenis y en el fútbol, respectivamente. Soy un afortunado que no quiere que esto se termine, y cuando eso ocurra nos daremos cuenta que algo incomparable dejo de pasar, que la magia ya no se luce dentro de la cancha. Ese día, nos sentiremos vacíos y con ganas de llorar. Por ahora sigamos disfrutándolos.